(2) JAOQUÍN ANTONIO CALDERÓN Y SALAZAR: UN CUENCANO PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA
Por Manuel Carrasco Vintimilla
El proceso de independencia del Ecuador está signado por algunos
hechos y personas fulgurantes en cuyo trasfondo se esconde el anónimo accionar de
las masas que día a día van escribiendo la historia del pueblo del que son
sustancia y meollo. Entre los hechos que resplandecen con luz propia se encuentran: el 10 de agosto de
1809, el 2 de agosto de 1810, el 9 de octubre y el 3 de noviembre de 1820 cuyo
patriótico accionar se cerró en la batalla de Pichincha del 24 de mayo de 1822. ¿Y qué decir de los personajes que
fueron corifeos y turbamulta de los sucesos?. En ocasiones, muy conocidos y
ensalzados, en otras ignorados y desconocidos.
Los hechos que se produjeron en
las fechas anteriormente citadas están imbricados en un acelerado proceso de
continuidad. Así, el 3 de noviembre tiene sus remotos antecedentes en los
sucesos de Quito de 1809 y 1810, mientras que la causa desencadenante debemos
reconocerla en la gesta guayaquileña de 1820.Empero, entre los eventos
patrióticos de Quito, la independencia de Guayaquil y la jornada emancipadora del 3 de noviembre se
encuentran ciertos acontecimientos escasamente conocidos o difundidos por la
historiografía local y nacional y en los que actúan personajes de quienes
existen breves referencias que han quedado relegadas al conocimiento de
eruditos y son absolutamente ignorados
por el común de las gentes.
No pensamos equivocarnos cuando nos referimos a la gesta de don Carlos
Montúfar, Comisionado Regio, luego de los sucesos del 10 y el 2 de agosto en
Quito y sus intentos de tomar para la causa independentista la ciudad de
Cuenca, convertida para entonces en reducto de la resistencia realista en
virtud de los empeños de Aymerich y el
Obispo Quintián Ponte, protegida la
ciudad entonces por una facción de las
milicias limeñas que fueron enviadas por Abascal a la Audiencia al mando del sanguinario Arredondo, tras los sucesos de 1809, a fin de sofocar las intenciones de la plebe
y marqueses quiteños.
Luego de haber derrotado con relativa facilidad a Arredondo en Guaranda Montúfar avanzó hasta
Caspicorral, en la provincia de Cañar, para amenazar a Cuenca
Mientras esto sucedía había llegado don
Joaquín Molina y Zuleta con la
disposición del Virrey de Lima de restituir en la ciudad la extinguida Real Audiencia, de la que debía ser su Presidente,
nombrar oidores y organizar un cuerpo de tropas, bien armado y equipado con
el envío de dos mil fusiles y muchos auxilios pecuniarios que le hizo el virrey Abascal. Pero al parecer no todo
era fácil para los realistas puesto que en Cuenca esperaban al Comisionado Regio algunas gentes principales de la ciudad
entre las que encontramos a doña Luisa Andrade, don Miguel Malo, don Manuel
Andrade, don Ignacio Pazmiño, don Fernando Valdivieso, alcalde ordinario de primer voto, don Xavier
Maldonado, don Manuel Rada, don Joaquín
Crespo, don Manuel Malo, don Manuel Chica, el doctor Baltasar Chica, los
doctores Crespo y Salazar “y demás sujetos principales”, según consta en los
testimonios que luego se levantaron
contra Joaquín Antonio Calderón Salazar, cabeza visible de la
resistencia a los chapetones, como se motejaba a los españoles.
La historia de los sucesos que vamos a relatar
a continuación y en los que participó con protagonismo valiente y decidido don
Joaquín Antonio Calderón y Salazar está fundamentada en los
documentos que reposan en el legajo 219 del Archivo General de Indias en
Sevilla, de los que el autor de estas notas obtuvo copias en microfilm hacia
1979.
Don Joaquín Antonio Calderón y Salazar había
nacido en Cuenca y era hacendado en Chopsi, términos del pueblo de San
Sebastián del Sigsig. De los testimonios que corren en el Consejo
de Guerra que se le instauró se desprende
que estaba casado con la quiteña doña Teresa Mejía y tenía negocios en
Quito.
Mientras las tropas de Montúfar permanecían en
las actuales provincias de Chimborazo y Cañar,
Calderón fue a visitarle y “daba
luces y arbitrios para la entrada a Cuenca”, según el testimonio de Fray Ramón Piedra y Serrano, constante en
el proceso que se le seguiría en Cuenca
y en el cual también testificaron en
contra de Calderón y Salazar vecinos del Sigsig. Fueron estos: don Mariano
Sáenz, su hermana Catalina, el esposo de ésta, don Juan José de la Febre , Matías Brito, Andrés Guzmán y el sargento
Justo Hato, quien lo capturó en
Guasuntos, como se verá más adelante.
Todos los testigos vecinos de Sigsig coinciden
en sus afirmaciones contra Calderón y
Salazar quien les habría manifestado:
- “que cuando tuviesen noticias de haber llegado –Montúfar- en el puesto de Paredones le comunicasen a
fin de pasar entre otros a darle un abrazo por que era su amigo íntimo y tenia
correspondencia con él”.
- “que el dicho Calderón movió conversación
refiriendo que don Carlos Montúfar estaba ya inmediato a esta ciudad, que él lo sabía por que tenía correspondencia con él y que no ignoraba
cuanto hacía y venía a hacer, que tenía que presenciar para que se le
impartiera de esta ciudad noticia de su llegada a ella para venir a darle un
abrazo”.
- “que Montúfar era su amigo y condiscípulo y
que le había escrito la hora buena por su venida y que contestó agradecido, que
por estos motivos había de salir a encontrarlo en el camino aunque fuese en
madrugada”.
- “que el año pasado estuvieron
engañados los de Cuenca y por tanto se opusieron –a Montúfar- pero en el presente habían conocido el bien y
estaban llanos a recibirlo los principales sujetos de esta ciudad”
- “que varios individuos de esta provincia
tenían amistad y correspondencia con Montúfar y que en esa razón serían
premiados y engrandecidos”.
- “que tenía razón el caballero Montúfar para
venir a Cuenca y quitar cuatro cabezas y
especialmente del Ilustrísimo Señor Obispo, la del Señor Gobernador, la de don
Antonio García y la del Señor Teniente de Asesor de este Gobierno”.
Por la confesión que se le tomó a Calderón
Salazar en el proceso y respondiendo a preguntas que le hizo el juez Peña, resultaron implicados en la conjura : Fray José María
Mantilla, confesor de la
Sra. Rosalía Jara, a quien servía Calderón en el cuidado de
sus haciendas, el presbítero José Joaquín Chiriboga, que al parecer vino con
Montúfar desde Quito, Ricardo Hurtado, tío de Calderón, y sus hijos a quienes
se les siguió causas por delitos de estado, habiéndose concluido de ellas que
“según el espíritu de las deposiciones de testigos que Joaquín Calderón,
oriundo de esta ciudad y casado en Quito, ha sido uno de los seductores contra
la justa causa y a favor de los hechos de Quito. Que sus juntas las tenía con
los seductores y con estos se congregaba en su casa para tratar sobre los
principios revolucionarios, celebrándolos según los papeles que entre ellos
sacaban. Que por la junta de Calderón se había perdido el citado padre
Mantilla. Que últimamente se pasó Calderón acompañado del presbítero don
José Chiriboga, también seductor y
quiteño a la parte de Montúfar y sus tropas en ocasión que se hallaban en el asiento de Alausí para
invadir a esta ciudad”. Acaso podía resultar ingenuo que Calderón pretendiera
recibir y respaldar a Montúfar tan sólo con el apoyo de unos pocos
“principales” por lo que en sus
conversaciones con los hermanos Sáenz, La Febre , Brito y otros que depusieron en su contra
se dice que “tenía prevenidos mil y más
hombres de todos los pueblos de su jurisdicción para favorecer a Montúfar”. En
otra parte afirma Mariano Sáenz que
Calderón había manifestado “que Montúfar traía doce a catorce mil
hombres con armas contra Cuenca de las ciudades de Caracas, Santa Fe, Popayán,
Socorro, Pasto y Quito y que era imposible que Cuenca pudiera resistir a tanta
gente”.
¿Era esta afirmación de Calderón una muletilla
a fin de acobardar a los cuencanos o ya existía en germen la idea de unidad
hispanoamericana para derrotar a los chapetones?
En estos términos iba la campaña proselitista
de Calderón a favor de los quiteños en
el Sigsig por lo que fue denunciado ante
el Presidente de la
Real Audiencia , don Joaquín Molina y Zuleta, quien el 13 de
marzo de 1811 dispuso que el Subteniente de Artillería Agustín Peña, del
Regimiento Real de Lima, “proceda a tomar declaraciones y practicar las demás
diligencias concernientes a tomar proceso contra Joaquín Calderón, reo de alta
traición que se halla preso en esta para
que visto en consejo de guerra sea juzgado conforme a ordenanzas”. Debía
sustanciar el expediente
el Teniente Asesor de la
Gobernación don Juan
López de Tormaleo, mientras el reo
escogió como defensor al teniente Juan
Suárez del mismo regimiento.
Mientras Montúfar operaba al Norte de las
provincias Azuayas, Joaquín Calderón se encontraba ya en la mira de los
españoles. Así, en el proceso se deja constancia que el 8 de enero de 1811 el
Gobernador de Cuenca don Melchor de Aymerich había dictado orden de prisión
contra Calderón de quien se decía “ existía en la jurisdicción de Paute”:
Posteriormente Calderón había comentado con el testigo Matías Brito que don Francisco Serrano “le denunció al Señor
Gobernador y que habiéndole hecho comparecer su señoría le satisfizo con las
mismas verdades hasta convencerle por lo que no le hizo daño alguno y sòlo le
pidió que no le refiriese en la calle”, entendemos que se refería a la
inmediata llegada de Montúfar a la ciudad.
A fin de proporcionar un sustento político y
económico a la causa de Montúfar decía
que “la venida de éste era útil y beneficiosa por que pretendía la tranquilidad
de todos y que se mantuviesen libremente en sus posesiones absolviéndoles de
todos los derechos que pagaban, dejándoles libre y franco el comercio de aguardiente y tabaco, sin pagar el real
derecho de alcabala”….
Que “don Carlos Montúfar venía a esta ciudad a
hacer muchos beneficios y quitar los pechos para que puedan vivir más
desahogadamente”. Paniagua Pérez nos dice que “se prometían cambios en la
moneda que pasaría a ser de <cartón> en lugar de la tradicional de oro y
plata” a fin de evitar su fuga ante las escasas exportaciones y las abundantes
importaciones que realizaba la provincia, además que las Cajas Reales pasarían a llamarse Cajas Públicas.
En efecto Juan José de la Febre en su declaración
hacía constar que “le oyó al tal Calderón expresar que don Carlos Montúfar
venía a esta ciudad y provincia con el designio de recoger toda la plata y oro
acuñado en bruto para introducir en la Caja Pública , que para el manejo de compras y
ventas correría la moneda de la corona
con el mismo valor de la plata y oro”
Por su parte Mariano Sáenz ampliaba su
declaración en contra de Calderón añadiendo que “las Cajas reales habían de ser
comunes, que todo el dinero que hoy se estaban chupando los chapetones se había
de recoger en esta caja del común, como también que el que quiera comprar una
finca o un caliente, que de tal parte a
tal parte quería y se los adjudicaría y que por esta compra habría monedas de
cartones”.
Entendemos que subsistían ciertos conflictos
en torno a la tenencia de tierras, las formas o maneras de adjudicar las
propiedades y acaso en relación con los españoles. Esto lo deducimos por lo que
se dice a la compra de fincas, a la que se agrega que “que las posesiones de
haciendas, fincas, cuadras, estancias y casas tendrían nueva composición bajo
la designación de dicho don Carlos
Montúfar, sin otra necesidad que pedirle y señalar los límites”.
Al mismo tiempo cuestionaba la legalidad de la autoridad del Virrey de Lima y de don Joaquín de Molina y Zuleta toda vez que
“ Montúfar traía sus despachos del
Supremo Consejo de Regencia con la comunicación de aquietar la provincia
de Quito y que el Excelentísimo Señor Don Joaquín de Molina vino desde España
en su compañía hasta Cartagena sin despacho ninguno de la Regencia , limpio y soplado, sin traer el real despacho de Presidente, que
de Cartagena partió a Lima en donde el
Excelentísimo Virrey de aquella capital le nombró presidente sin tener
autoridad para ello y que por este motivo no le veríamos jamás, ni podía entrar
en este ciudad y que el criado se había
hecho amo, hablando este último por el
Excelentísimo Virrey de Lima”.
En el ambiente político de la época corría una
sorda oposición contra los “chapetones” considerados “hechuras de Godoy”,
quien, de acuerdo a la percepción de los
criollos, había entregado España a
Napoleón Bonaparte. Uno de los testigos depone que Calderón “de ese modo estaba alborotando y seduciendo tanto a los blancos como a los indios a los
que éste prometía que él sería Protector de ellos”, al tiempo que agregaba que ”era conveniente que los criollos gobernasen
los pueblos por que los
chapetones eran perjudiciales como hechuras de Godoy y por esta causa habían
perdido la .península y que intentaban vender las Américas, entregando al francés
y que estos son los fundamentos que
tenían los de Quito para oponerse”.
De la lectura del extenso proceso seguido
contra Calderón se deduce que no existía, o por lo menos no se planteaba
abiertamente, un intento de “independencia”, entendida como un rompimiento con España. Al parecer el juego político
hacia 1811 se desenvolvía en un intento de asumir los criollos el poder, la
soberanía, ofreciendo el respaldo al
monarca considerado legítimo, Fernando VII, representado entonces por el
Consejo de Regencia, del que Montúfar era Comisionado, frente al dominio de los
“chapetones” designados por Manuel Godoy, valido de la Corte de Carlos IV, a quien
se le atribuía haber entregado la
península a Napoleón Bonaparte. Sin embargo los chapetones o realistas asumían
también la defensa de la legitimidad de Fernando VII, mirando con desprecio y
abominación la constitución de las juntas americanas.
Así,
Matías Brito manifiesta que
Calderón Salazar le había expresado
“que Montúfar no venía a perjudicar al público si no tan solamente
contra los chapetones por que estos aspiraban puramente a sacar todo el dinero
con perjuicio del público y del rey sin adelantar cosa alguna a favor de su Majestad y el común, que era lo mismo que alegaba la
ciudad y con razón por que era evidente y debiendo persuadir al declarante en
su relato le leyó varios papeles hechos en Quito con este mismo objeto”.
Existía, en ciertos sectores de la población,
una evidente oposición a los lejanos virreyes de Lima y Santa Fe, en cuanto Matías Brito atestigua que:
“también le oyó decir que el expresado don Carlos Montúfar trajo el proyecto de de levantar tropas en
esta ciudad y provincia con el objeto de seguir
hasta la capital de Lima para conquistarla por que estaba alzada a costa
de que los excelentísimos señores virreyes del Perú y Santa Fe habían tratado o
convenido entregar estas tierras a la
dominación francesa que es lo que descubrió la ciudad de Quito, por que recelosos de esta traición salieron
cuatro hombres enmascarados y bien armados al camino y sorprendieron al
conductor de correos de esta carrera y sacaron de la valija un pliego dirigido
por el señor Virrey de Lima a el de Santa Fe
por mano del señor Gobernador de esta ciudad en el que trataba de la
entrega de esta América a los franceses.,
que Quito había decidido defender
la América
levantando tropas para atacar a Lima con la ayuda de los ingleses y de Buenos
Aires”.
Recordemos que el 20 de julio de 1810 se
conformó en Santa Fe una junta
gubernativa similar a la de Quito por lo
que al referirse a las víctimas del 2 de agosto Calderón había
manifestado que “Santa Fe había tenido mucho sentimiento por las muertes de
Quiroga, Morales y Salinas por cuyo motivo había ordenado vistiesen luto sus
habitantes y que erigiesen estatuas de metal para eternizar sus nombres,
poniendo al lado de ellos dos leones con ademán
de furiosos para descifrar que los europeos los habían destruido”.
Montúfar era presentado por Calderón presto a reivindicar la
memoria de las víctimas del 2 de agosto
de 1810: “dijo también el mismo Calderón que traía Montúfar fresca la llaga por
la muerte de Morales, Salinas, Quiroga, significando con vivas expresiones que
fueron estos unos hombres eminentes y que venía Montúfar a expresarles en esta
ciudad”.
Definitivamente Calderón era partidario
valiente y decidido de la causa de Montúfar. En el testimonio rendido por
Andrés Guzmán se dice: “que por el mes de diciembre próximo pasado con motivo
de estar reclutando en el dicho pueblo del Sigsig el sargento Rendón hombres
para las tropas de esta ciudad oyó el declarante que seducía a cuantos podía, expresando que estaban recogiendo hombres por
que no querían recibir en Cuenca a Montúfar cuando era un buen hombre y venía
como comisionado real a hacer muchos
favores”.
Según parece la entrada de Montúfar a Cuenca
obedecía a un plan muy bien elaborado puesto que Fray Ramón Piedra y Serrano en
su declaración revela algunos otros aspectos de la conjura. En efecto depone
que “residiendo de cura en el pueblo de Guasuntos,
donde se hallaba el ejército de Quito, próximo a invadir Cuenca, repentinamente asomó dicho Joaquín Antonio
Calderón asociado del Doctor don Joaquín Chiriboga y de Don Javier de la Piedra a quienes acompañaba
Don Carlos Montúfar, quien venía dando
sus providencias en el anexo de
Achupallas y luego pasaron a la provincia de Alausí”. En otra parte de su
declaración refiere que “el ejército de esta plaza en la mayor parte se hallaba
con sus capitanes listos a rendir las armas luego que se aproxime el ejército
de Quito al frente del punto de Cañar y que no habría derramamiento de sangre
por que a la vista y con la seña de un pañuelo rojo se cumpliría lo pactado”.
En efecto, aquello de que “Montúfar estaba
inmediato a esta provincia” expresado por casi todos los testigos que
depusieron en el consejo de guerra seguido en contra de Calderón Salazar era
una evidencia aceptada por relistas e insurgentes. Es así que Muñoz Vernaza
indica que “.- Cuando la expedición desgraciada de don Carlos llegó a Cañar,
avanzando hasta el nudo de Caspicorral, fue grande el desconcierto que se
produjo en la ciudad; y el Ilmo Obispo, creyéndose, como lo estaba, muy
comprometido con los partidos, temió con justicia la represalia de las fuerzas
patriotas. Cuenta la tradición que habiendo circulado la noticia de que éstas
se acercaban a Cuenca, y que de un momento a otro la ocuparían, se alarmó de tal manera el Sr
Quintián que por la noche abandonó apresuradamente la ciudad, dirigiéndose a
pie vía de Naranjal, hasta la hacienda
cercana de San José, propiedad de la
familia Farfán, a donde llegó sin uno de su zapatos.”
A lo
que agrega Cevallos García que tal situación se produjo el 18 de febrero
(1811) y el 19 Molina presentó la renuncia de su cargo, pero algún párroco
realista, acaso el del valle, provocó
una manifestación de campesinos en su favor con lo que reasumió el cargo.
Luego vendrá la derrota de Montúfar en
Paredones frente a las fuerzas comandadas por Aymerich, el retiro del
Comisionado a Quito en donde es recibido como victorioso y finalmente se
produciría la división de los patriotas en montufaristas y
sanchistas.
El lunes 18 de marzo a las once de la noche-
tal vez haya un error en esta fecha por que el juicio se inicia el 13- ,
declara Fray Ramón Piedra y Serrano,
fue allanado el convento de Pomallacta, por el sargento Justo Hato, quien
lo registró en búsqueda de Calderón, que al no encontrarlo en el lugar pasó a
Guasuntos en donde le prendió junto
con Francisco Piedra, pero que este
sujeto fue puesto en libertad poco después.
En otra parte del proceso consta que “don
Agustín Peña, Juez Fiscal en esta causa, hizo comparecer ante sí a don Justo
Hato, subteniente de caballería….”Preguntado si conoce a Joaquín Calderón y
sabe en donde se halla. Dijo que conoce a Joaquín Calderón, paisano residente
en esta ciudad, que sabe se halla preso, pues él mismo lo prendió en el
convento de Guasuntos, provincia de Alausí”. Aclarando que fue a perseguirlo
por comisión verbal del Señor Presidente.
Jesús
Paniagua, basado en los documentos que hemos trabajado, dice: “Se le hizo
consejo de guerra el 20 de mayo de 1811 y el fiscal, auque le consideró
culpable, se avino a tener clemencia y solicitar una pena de 10 años de
prisión, además de la confiscación de sus bienes aplicados por la Real Cámara ”.
Conviene decir que Calderón Salazar negó las
acusaciones en su contra. Acusó al obispo Quintián Ponte de ser su enemigo por
cierto litigio de tierras, venta de una cuadra en el Usno, que le había ganado.
Dijo que se había unido a Montúfar para solicitarle un pasaporte o salvo
conducto a fin de continuar a Quito donde tenía a su mujer e hijo. Que las
cartas, dirigidas a su tío fueron escritas por cuanto Montúfar le amenazó y le
obligó a hacerlo bajo presión.
No había ningún interés en mantener preso en Cuenca a Calderón -continúa
Paniagua-, probablemente eso hubiese sido motivo de disturbios entre sus
partidarios, por ello el 26 de junio de 1811 se decide enviarle a Guayaquil
para embarcarlo rumbo a España y ponerlo a disposición del Consejo de Regencia.
En efecto, el 28 de Junio de 1811 se dicta la
siguiente providencia, que la transcribimos en extenso a fin de que el lector
pueda apreciar el rigor y la injusticia con la que fue juzgado y sentenciado nuestro precursor:
“vista
esta causa con la sentencia dada por el Consejo de Guerra el 27 de mayo de 811
y en consideración a que Joaquín Antonio Calderón resulta ser un verdadero
revolucionario, seductor y cómplice en el alzamiento de Quito, por la adicción
que tiene a todas sus máximas y aún a
tratado de dar ayuda a aquellos insurgentes para que extiendan sus criminosos
atentados e insurrección a esta leal ciudad, según resulta probado, para evitar
las fatales consecuencias de la seducción de este reo pueda traer partido para
la mala causa. Y teniendo en consideración lo ordenado por la ley, libro cuarto
de las Municipalidades, sin embargo del real indulto concedido por las Cortes
con fecha 15 de octubre del año próximo pasado de 810, para evitar los
gravísimos males que seguramente se deben esperar de la permanencia de este reo
en la provincia y aún en otra cualesquiera de estos dominios, remítase a la Plaza de Guayaquil con el
correspondiente oficio e inserción de este auto al Señor Gobernador para que se
sirva en primera ocasión dirigirlo a España a disposición del Supremo Consejo
de Regencia al que se dará cuenta con testimonio íntegro de esta causa y el
correspondiente informe por duplicado para que
en su vista se sirva aquel Supremo Consejo tomar la providencia que
estime más de justicia, quedando por lo tanto y hasta sus resultas en secuestro
los bienes que le están embargados”
La salida para la ciudad costera tuvo lugar el
14 de agosto, junto a él se envió a otros dos presos, Manuel Rivera y Antonio
Bustamante, afirma Paniagua Pérez. Desde Guayaquil pasó a Panamá y después a la Habana , donde permaneció
cinco meses hasta que fue enviado a la Coruña en el bergantín “General Palafox”. De la
ciudad gallega fue remitido a Cádiz en el barco “San José”, en aquella ciudad,
de forma sospechosa, pudo acogerse al indulto de las Cortes.
En efecto, en la carta dirigida desde Astorga
por don Manuel Mallo a don Pedro Cevallos, se dice que “de allí a poco se le
puso en libertad, extrayéndose de la Secretaría de del despacho de Gracia y Justicia su
proceso y dando al fuego por el oficial de ella, diputado de las llamadas
Cortes, Don José Mexía, también Quiteño”.
Por lo irregular de su puesta en libertad se
consideró que no era conveniente que viviese en Cádiz y se pensó remitirle a
Mallorca, cosa que no llegó a hacerse. En cambio se solicitó para él el puesto
de recaudador de rentas de Chiclana y se le concedió en febrero de 1813; pero
ese mismo año la Regencia
le concede pasaporte para volver a su tierra quiteña. Tal pasaporte no se llegó
a entregar nunca y es cuando aparece en escena en Astorga “pobre y sospechoso”,
y allí permaneció hasta 1817 sin que se
le diera empleo alguno, ni se le señalase cantidad con la que subsistir y que
el había solicitado sobre la tesorería de León, nos dice Jesús Paniagua, a
quien seguimos en esta parte.
Agregaremos
que Joaquín Antonio Calderón y Salazar fue doblemente perseguido por sus
ideas y acciones. La primera vez aquí en Cuenca, su tierra natal. La segunda,
en la lejana Astorga en donde le descubrió don Manuel de Mallo.
Finalmente hemos de anotar que la documentación en torno a Don Joaquín Antonio
Calderón Y Salazar y la época en la que le tocó actuar en su tierra natal es
extensa y no ha sido transcrita en su totalidad. Hemos utilizado para este
trabajo sustancialmente los documentos referentes al Consejo de Guerra que se
le inició en marzo de 1811.
Bibliografía:
- Andrade Roberto. Historia del Ecuador.
Primera Parte. Corporación Editora Nacional, 1982
- Cevallos García Gabriel, Historia del
Ecuador, Gráficas Hernández, 1987
- Cevallos Pedro Fermín, Resumen de la historia del Ecuador desde sus
orígenes hasta 1845, Clásicos Ariel Nº 79, s/f
- Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, en
Orígenes de la
Nacionalidad Ecuatoriana , Corporación Editora Nacional, 1984
- Paniagua Pérez, Jesús, Juan López Tormaleo y
Joaquín Calderón, entre Astorga y América, en Astórica 7, s/f
- Salvador Lara, Jorge, Breve Historia
Contemporánea del Ecuador, Fondo de Cultura Económica, 1994
Notas:
1.- Testimonio perteneciente a Joaquín
Calderón sobre delitos de Estado. A.G.I., Quito 219. Las citas de testigos y
otras que corren entre comillas corresponden
a la documentación que en
microfilm trajimos del Archivo General de Indias en 1979.
2.-
Suponemos que Manuel de Mallo, quien escribe la carta delatora sobre
Calderón y Salazar, era aquel mozo neogranadino
de quien Rufino Blanco Fombona,
en sus Mocedades de Bolívar dice que “ascendió de simple Guardia de Corps a
favorito de la reina”.-“Don Manuel Mallo, Guardia de Corsp, mayordomo de semana
en Palacio, era a la sazón –en desgracia pasajera de Godoy, en cuanto a hombre
de alcoba- el favorito de la insaciable
María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV”.- Para 1816 gobierna España Fernando
VII, hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma,
que viven en el exilio, por lo que se entenderá fácilmente el
extrañamiento de Mallo en Astorga, lejos de la Corte a la que había mancillado y a la que
pretendía volver tras de la delación a Calderón Salazar, pobre víctima de las
circunstancias en territorio leonés.
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