miércoles, 16 de octubre de 2019


LA OTRA HISTORIA
No, no vamos a referirnos al librito, por su pequeño formato, de Alejandro Carrión Aguirre, publicado hacia 1978, de similar título al de este escrito,  en el que a través de un conjunto de ensayos un tanto novelados recoge y revela episodios desconocidos o asuntos controversiales de la historia nacional y regional, es decir, “la otra historia”,  cuyo volumen de nuestra propiedad fue  acaso olvidado en manos de algún estudiante  de la Carrera de Historia y Geografía. Evoco ahora lecturas ya un tanto difuminadas en la memoria del viejo profesor jubilado que persiste en la necesidad de repensar y reflexionar en variados asuntos de la historia de la patria grande y en la del terruño, tópicos manidos por la denominada “historia oficial”, validez de esta denominación discutida últimamente por Julio Carpio V. y que, pese a su opinión,  está presente en nuestra cotidianidad académica, consagrada por el peso de los programas oficiales, en el campo educativo, avalada por la “autoridad” de determinados historiógrafos, presente en los imaginarios que conforman y consolidan nuestra existencia como país. A esta historia oficial, acaso podríamos también motejarla de cotidiana,  vamos a tratar de contraponer la “otra historia”, fundamentándonos  en “La historia del Tahuantinsuyo”-1992- de María Rostworoswski de Diez Canseco, el Diccionario Kichua-Castellano de Glauco Torres Fernàndez de Còrdova y La identidad del pueblo Cañar. De-construcciòn de una nación étnica-2003- de Hugo Burgos Guevara,  como primera entrega de un grupo de reflexiones que pensamos realizar sobre este asunto.
El arte de escribir la historia se fundamenta en  las fuentes,  que pueden ser de diversa naturaleza: la tradición oral, fuentes monumentales, fotográficas, en fin;  a la postre, las fuentes escritas terminan por ser las que mayor confianza inspiran  y,  en consecuencia,  las más utilizadas. Suelen ser clasificadas  en primarias o documentales y en secundarias o bibliográficas, ambas sujetas a un riguroso proceso de evaluación, contrastación y otros procesos a fin de confirmar su validez,  que en último término,  conformará  el corpus histórico consagrado con el paso del tiempo en lo que hemos denominado con anterioridad la historia oficial. Sin embargo, a veces nos salta por ahí una, permítasenos el término, “sorpresiva liebre historiográfica”, fundamentada en la lectura e interpretación de otras fuentes, que desequilibra y tambalea el añoso corpus de nuestros supuestos bien cimentados conocimientos, precipitándonos al abismo de la “cochina duda” y acaso a la constitución de “otra historia”.
Algo de esto ronda desde hace algún tiempo por nuestras inquietudes historiográficas en torno a ciertos tópicos de nuestra historia regional,  relacionados con la ubicación de la urbe prehispánica, sus denominaciones, el o los nombres de sus primeros pobladores, en fin, asuntos que serán mejor conocidos por nuestros lectores conforme desarrollemos esta exposición.
Juan Cordero Iñiguez en  Historia de la Región Austral del Ecuador desde su poblamiento hasta el siglo XVI”-2007- realiza una acertada síntesis e interpretación de todo o casi de  todo lo que se ha escrito sobre Cuenca y la Región Austral. Por cierto, la obra abarca tres volúmenes: Tiempos indígenas o los sigsales -primera parte-; El Imperio Andino del Sol en el Sur ecuatoriano, conquista y dominación incásicas –segunda parte-;  e Historia de Cuenca y su Región. Siglo XVI. Choques y reajustes culturales –tercera parte-.  En la segunda parte, bajo el subtítulo “Conquista del Chinchaysuyo” enfoca el avance de los Incas al norte de Sudamérica y concretamente sobre la Región Austral del actual Ecuador; en la parte pertinente escribe: “Casi todos los cronistas, informantes e historiadores coinciden en que fue Túpac Yupanqui quien fundó la ciudad de Tomebamba en el antiguo sitio donde estaba ubicada Guapdondèlig o Guap Ton Telè (según el padre Miguel T. Durán). Los dos nombres significan lo mismo: llano grande o espacioso como el cielo”-El Imperio Andino del sol en el sur ecuatoriano. Conquista y dominaciòn incaicas, pàg.42-
Es esta la versión generalmente aceptada por quienes han estudiado y por los que  enseñan la historia de este período de nuestro pasado nacional y comarcano, es decir, lo que podría denominarse  la historia oficial; sin embargo, en 1993, en uno de nuestros viajes al norte del Perú, en compañía de los estudiantes de la Carrera de Historia y Geografía, a fin de visitar los museos y sitios arqueológicos de moches y chimús, relacionados con nuestros pueblos ancestrales,  en Chiclayo,  adquirimos la “Historia del Tahuantinsuyo” de María Rostworoswski de Diez Canseco, una de las historiadoras de mayor autoridad y prestigio del vecino país, quien en la indicada obra y bajo el subtítulo de Otras conquistas de Túpac Yupanqui enfoca el hecho  de la conquista de Chinchaysuyo de la siguiente manera: “Después de lograr una victoria sobre estas etnias –cañaris y quitus- descansó Tupac en Quito y ordenó poblar  la región con numerosos mitmaq, es decir de gente traspuesta de otras regiones, para que edificaran una ciudad. Antes de partir dejó como gobernador a un anciano Orejón llamado Chalco Mayta, con licencia de ser llevado en andas y la obligación de enviarle cada luna un mensajero con noticias sobre Quito (Cieza de León. Señorìo.caps LVI y LVL). Posteriormente, el Inca pasó a un lugar llamado SURAMPALLI –mayúsculas nuestras-  donde ordenó se edificaran unas estructuras que se denominaron posteriormente Tumipampa, nombre de una de las panaca reales” (Rostworowski. 1983: 141) –pág. 113- .
En esta misma obra, bajo el subtítulo de Conquistas de Huayna Capac, en la página 119, nos relata lo siguiente: “Para Cieza de León, después de lograr la paz en Chachapoyas, Huayna Capac continuó hacia el norte e hizo una entrada a la selva contra los bracamoros (cap. LXIV) pero por ser un lugar inhóspito poblado de gente bárbara decidió retirarse. Mientras tanto, Huayna Capac llegó a Surampalli, en tierra cañar, donde “se holgó en extremo”; es posible que durante esta estadía ordenase el cambio de nombre al lugar de su nacimiento, dándole el nombre de su panaca: TUMIPAMPA (Rostworowski. 1983)
De lo expuesto hasta ahora se desprenden dos  retos investigativos: una relectura rigurosa de la obra de Cieza de León, especialmente de la segunda parte,  fuente de la Sra. Rostworowski, y de cronistas afines en búsqueda del ignoto Surampalli; y una profundización en el tema de las panacas reales incásicas y su relación con la etimología de Tomebamba.
Surampalli debía estar asentado en tierras cañaris, pueblo que según Torres Fernàndez de Còrdova se denominaba a sì mismo como SITUMA: “reino preincàsico que habitò en las provincas de Azuay y Cañar y parte de las provincias de Loja, Guayas, EL Oro y Morona Santiago. A esta nación se dio por llamar Kañari, voz que es claramente kichua, no asì Situma, nombre con el que los habitantes de esta comarca lo conocían antes de la invasiòn inka, nos manifesta Alonso Castro de Lovaina”- Diccionario Kichua-Castellano, Yurakshimi-Runashimi,pàg. 250-.
Mas, Encalada Vàsquez piensa que “situma parece claramente una composición quichua, donde es visible el elemento uma, que significa cabeza”- pàg. 28 de Antroponìma de origen no hispánico en el Austro Ecuatoriano, 2014-. Cordero Iñiguez, en su obra citada anteriormente, incorpora el tèrmino situma “con el que pudo haberse llamado a los cañaris antes de esta denominación dada por los incas, según la autorizada opinión de Glauco Torres…”Tiempos indígenas o los sigsales-pàg. 168-.
Al respecto, Burgos Guevara dice “Pero es un hecho irrefutable que se està cuestionando el origen de la identidad “cañari” pre-incàsica desde sus orígenes. Primeramente, y siguiendo a una autoridad en la materia, desde su nombre: cañari està siendo discutido. Cuando todos los cronistas afirman de la existencia de un pueblo “cañari”, el padre Màximo Glauco Torres Fenàndez de Còrdova, una eminencia americana en lingûistica quechua, presenta la excepción a la regla, mostrando al cronista Alonso Castro de Lovaina, quien en 1582, y refriéndose a los cañaris habrìa escrito una crónica sobre ellos, bajo el título “Gobierno de los situmas antes de los señores yngas comenzasen a reinar y trata quienes fueron y mandaron en aqueste valle”(Torrres 1982: 250; citado por Hirschknd, 1995; también, comunicación personal del autor). El  padre Màximo G. Torres no ha dado a publicidad las 50 ò 60 pàginas de esta crónica encontrada en la catedral de Trujillo, Peru. Los especialistas se quedarìan perplejos (y mucho màs la sociedad) si es que el gentilicio situma pudiera ser confirmado como el apelativo orginario de los cañaris pre-incas. Por un cambio fonético de la “t” en “d”, dice el lingüista, obtendríamos duma en vez de tuma, y encontraríamos un ejemplo, el origen del clásico linaje cañari “Duma”(un cacique del Sigsig), testigo que fue de la fundación española de Tomebamba); igual su toponimia Dumapara, etc. que constan como tambos y aposentos reales en la vecindad geográfica de Tomebamba-inca”- pàg. 14-. Asì las cosas encontramos que hay mucha tela para cortar sobre esto de la otra historia por lo que esperamos escribir una segunda entrega sobre el asunto.
Marzo 30 de 2015.

Breves acotaciones en torno a Dumapara,  ¿ciudad cañari?... 1
Queda aún por confirmar la denominación de Surampalli, acaso en lugar de Guapdondèlig,  dada por Cieza de León, según la Sra. Rostworowski, a la región cañari en la cual mando Tupac Yupanqui  levantar unos aposentos que luego pasaron a llamarse Tomebamba; sobre este último, el inca Garcilaso de la Vega, citado por Octavio Cordero Palacios, afirma lo siguiente: “A la descendencia de Huayna Càpac llaman Tumipampa, por una fiesta solemnísima que Huayna Càpac hizo al Sol en aquel Campo, que está en la provincia de los Cañaris, donde había Palacios Reales y Depósitos para la gente de guerra y Casa de Escogidas (Vírgenes del Sol) y Templo del Sol, todo tan principal y aventajado y tan lleno de riquezas y bastimento, como donde más aventajado lo había, como la refiere Pedro de Cieza, con todo el encarecimiento que puede, Capítulo cuarenta y cuatro, y por parecerle que todavía se había acortado,  acaba diciendo: En fin, no puedo decir tanto, que no quede corto, en querer engrandecer las riquezas que los ingas tenían en estos sus Palacios Reales, &. La memoria de aquella fiesta tan solemne quiso Huayna Càpac que se conservase en el nombre y apellido de su descendencia, que es Tumipampa. IX.XL”- Octavio Cordero Palacios, El Quichua y el Cañari, pàg. 58, 1981- Con lo que se vendría al suelo también aquella interpretación supuestamente etimológica de “la llanura de los cuchillos” o pampa de los tumis.
Dejemos por ahora lo de Surampalli y Tomebamba a fin  concentrarnos  en algunos aspectos en torno a los cañaris –kañaris según Idrovo Urigûen- o situmas, que tuvieron como gobernante, en tiempos de la fundación castellana de Cuenca, entre otros,   a  “Duma (un cacique de Sigsig) testigo que fue de la fundación española de Tomebamba”- La identidad del pueblo Cañari, pàg.14. 2003- ; al respecto,  queremos pensar que esta expresión es una especie de metáfora o algo por el estilo,  utilizada por Burgos Guevara para referirse a la presencia del indicado curaca en la fundación castellana de Cuenca, puesto que al escribir sobre historia hay que  ser muy cuidadosos y precisos en las referencias, ya que  no quisiera, ni de broma, encontrarme por ahí con alguien que sostenga  que “Tomebamba fue fundada por los españoles”, porque así lo dice Hugo Burgos, ubicándonos de pronto   en el  plano de otra historia!.
De Duma, al parecer, se derivó el topónimo Dumapara, que “consta(n)  como tambos y aposentos reales en la vecindad geográfica de Tomebamba-inca”, según Burgos. Ahora bien, Tomebamba ¿fue una “ciudad” o una “provincia” inca que se impuso por conquista al pueblo cañari? Luis Espinoza E., con acierto, se pronuncia por la segunda opción y  ha logrado identificar en ella cuatro núcleos poblacionales, quizás preexistentes a la presencia inca: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba –Tomebamba la provincia inca, 2010-, mientras Burgos Guevara indica que “Los cronistas nos dicen que el pueblo cañari de la antigüedad basaba su territorialidad y cultura en tres epicentros: Hatun-cañar, Tomebamba y Cañaribamba”-pàg. 14-Mas, para nuestros fines no es suficiente señalar uno o más núcleos territoriales y culturales, sino que es necesario vincular a la sociedad cañari con un ámbito más amplio, relacionándola con la  estructura geográfica que la sustenta a fin de lograr una síntesis dialéctica entre  lo diacrónico y lo sincrònico  de este pueblo,  en consideración de  los fenómenos sociales en su  dimensión temporo-espacial que rebase una  visión coyuntural  a fin de insertar el análisis, la explicación y comprensión de su sociedad   en la proyección de la larga duración temporal y la amplitud geográfica regional. 
Una región “está constituida más allá de las homogeneidades que presenta el espacio físico   que la limita, puesto que se trata de una construcción en el tiempo, cuya dinámica moviliza factores que van desde lo económico hasta lo cultural” –Historia de una región formada en el Austro del Ecuador y sus conexiones con el norte el Perú, Jaime Idrovo U.-Dominique Gomis S., pàg. 11, 2009-; es, como anotan los autores de nuestra referencia,  un corpus social que puede aglutinar los territorios más diversos desde un punto de vista geográfico, a fin de sincretizar en análisis e interpretaciones de carácter geohistòrico –tiempo y espacio-  las diversas realidades de las sociedades humanas del pasado o el presente. Desde este punto de vista nos parece legítimo hablar de la región de  los Pueblos  Cañaris en el Austro Ecuatoriano, cuya presencia ha sido señalada por Espinoza y Burgos como hemos visto con anterioridad. Sin embargo, pensamos que el cuarto cuerpo social, en el caso de Espinoza, tercero de Burgos, -Cañaribamba-  queda limitado al subtropical valle de Yunguilla y sus anexos occidentales, por lo menos así piensa Cordero Palacios, quien al referirse brevemente a las relaciones geográficas de 1582, enviadas por el corregidor Antonio Bello Gayoso al Virrey del Perú,  dice: “El Padre Juan Gómez, por lo que hacía a Cañaribamba –hoy El Pucará, Chahuarurcu, El Pasaje y Machala- dijo: Y en cuanto al lenguaje que hablan, que se dice  Cañar, es toda una, aunque diferencia este pueblo de los demás pueblos Cañares en algunos vocablos, empero todos se entienden sin que haya otro lengua entre ellos”-Octavio Cordero Palacios, El quichua y el Cañari, pàg. 18, 1981-. Hay más, la crónica que se dice ha sido escrita por Alonso Castro de Lovaina en 1582 se titula “Gobierno de los situmas antes de los señores yngas comenzasen a reinar y trata quienes fueron y mandaron en aqueste valle”, debe entenderse, en el valle de Cañaribamba, del que Torres Fernández de Córdova anota: Kañaripanpa.s. top. Nombre kichua del gran centro situma cerca de la cabecera cantonal de Santa Isabel-pàg. 136.1982-, denominado en lengua situma Ganielbamba.
Con esta visión sobre Cañaribamba se reduce notablemente el ámbito de la presencia cañari en la hoya del río Jubones pues margina una extensa zona, ubicada al Oriente del valle de Yunguilla –Cañaribamba- ,  que se extiende en torno al río León y sus tributarios,  en la que se encuentran numerosos vestigios arqueológicos aún no bien estudiados y en franco proceso de deterioro por la acción del medioambiente y la mano humana. A 8 kilómetros al Sur de la cabecera cantonal de Nabòn, en la confluencia de los ríos León y Charcay o Challcay  se asientan las casi míticas ruinas de Dumapara, cuya presencia fue dada a conocer por don Francisco Talbot hacia los años 20 del pasado siglo; como hipótesis proponemos que Dumapara puede constituir un núcleo geohistòrico que se sumaría a los ya indicados por Espinoza, en un caso, o por Burgos, en otro, para perfilar con mayor precisión la presencia del o de  los pueblos cañaris en la hoya del río Jubones y en la región Austral del Ecuador. La zona cañari de Dumapara gira en torno al eje hidrográfico del río León, cuyas fuentes se encuentran en el nudo Portete-Tinajillas, que cierran por el Norte la hoya, desde donde avanza al Suroccidente para unirse con el Rircay, en las inmediaciones de Cañaribamba, para formar el Jubones que desagua en el Pacífico; por la orilla izquierda el río León tiene como tributarios a los ríos Oña y Uchucay, entro otros,  vínculos geográficos y culturales con Saraguro, hasta donde podría avanzar la influencia cañari, cuyo extremo Occidental lo encontramos en Yacuviñay, en las cercanías de Zaruma, referencias que nos permiten un amplio esbozo de lo que podríamos denominar Dumapara Cañari, cuya precisión geográfica  podría efectuarse  acaso en una tercera entrega  de estos apuntes de aportes para la historia prehispánica.
Francisco Talbot en la segunda década del siglo pasado cree haber encontrado en Dumapara una extensa y populosa ciudad: “Una hora de recorrer ligeramente a caballo las principales ruinas  de aquellos que al parecer fueron soberbios edificios, cuyas paredes se levantan todavía a un metro sesenta centímetros de altura, y se viene al convencimiento de que aquellas son restos de una gran ciudad perdida en la noche de los tiempos” –Francisco Talbot, Las ruinas de Duma-para, la Unión Literaria, pàg. 318-. Y la describe: “Entre estas preciosas y sagradas ruinas, lo que más asombra es una enorme gradería en una colina semicircular con un pequeño montículo al frente, y entre éste y aquella, una hermosa planicie al abrigo del viento, de ciento sesenta y cinco metros de diámetro, como que sirviera de plazoleta de ese famoso coliseo que atestigua la existencia de un pueblo culto y de refina civilización. No será exagerado calcular que allí se congregaban en las fiestas,  cómodamente para presenciar los espectáculos, más de cinco mil personas”. La población urbana de la ciudad de Duma-para, dice, pudo fluctuar entre cincuenta y sesenta mil habitantes; y la rural en ciento cincuenta mil, dado el sinnúmero de ruinas enormes que se encuentran a cada paso, en unos tres kilómetros de radio, siendo la más compacta la comprendida en el arco que va del noreste al sur, principiando en Anculoma.
Realiza una detallada descripción, dimensiones incluidas, de la colina escalonada, a la que denomina coliseo, de cuatro monumentales edificios y otras dependencias de la magnífica ciudad y anota: “Muy cerca de esta pequeña ruina se observan vestigios de otras mayores y que han sido destruidas por la ignorancia; pues, a principios de este siglo, Doroteo Quezada, utilizó las piedras de estos sagrados muros para levantar cercas divisorias. Así es como desaparece la clave de la prehistoria patria; así es como a los historiadores se les obliga a fantasear en las nebulosidades del pasado y a deducir caprichosas consecuencias. Ah, la ignorancia!-Ídem-
Breves acotaciones en torno a Dumapara,  ¿ciudad cañari?... 2

Dumapara está situada : “ tres kilómetros más o menos, al norte del pueblo de Cochapata y a las faldas de una colina denominada actualmente Totorillas, cuya mayor altura es de 2.760  metros sobre el nivel del mar, se levantan con dirección al sur y desafiando al tiempo y al olvido, las grandes ruinas de Duma-para, en una extensa planicie que gradualmente desciende hasta la profunda y estrecha quebrada de Rafqui, cruzada por el camino de Cuenca a Loja” –Francisco Talbot, en  Octavio Sarmiento A.   Cuenca y yo, IV, s/f-, y  a ocho kilómetros al Sur de la  cabecera cantonal de Nabòn. El camino de Cuenca a Loja al que se refiere Talbot es el colonial Camino Real trazado con ligeras variantes sobre el incásico Capagñan; al Occidente de las ruinas se encuentra el Pueblo de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono que hacia 1618 fuera reubicado al Norte en Nabùn, hoy Nabòn-  Manuel Carrasco V. Nabuenpata, Nabùn, Nabòn, 2007- . Al parecer en el siglo XVI la zona ubicada en el vértice de los ríos León y Chalcay era conocida como Casacono – Casacuna: estar helando, Luis Cordero C. Diccionario Quichua-Español. Español-Quichua, 1968-; según el lingüista Francisco Lojano, Casacono significaría  la zona de transición entre las frías tierras de Nabòn y las  cálidas de la “caldera  o hoyada de Uduzhapa”, como denominaban en la colonia a esta última, situada entre los tambos de Casacono y Oña,  en donde Talbot ubicara en  1921 en la loma llamada Ingapirca, entre muchas ruinas,  dos preciosos edificios incásicos, como para reafirmar la importancia histórica de Dumapara, enmarcada en la  subregión de Casacono, cuyo nombre se ha perdido para la historia.
Cabe indicar que estudios realizados por Antonio Fresco y Jaime Idrovo confieren a Dumapara el carácter de tambo incásico como parte del Capagñan, al que también se ha referido Guamán Poma de Ayala con el nombre de Casacuna o Casacono- La red vial incásica en la región sur del Ecuador, Anne Marie Hocquenghem, 2009-; sin embargo, en nuestras referencias documentales hemos encontrado lo siguiente en alusión  al tambo colonial de Casacono:  “Xavier Quiroga, testigo en el expediente promovido por  Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por los linderos entre Tambo Viejo y Dumapara (1826),  dijo “que sabe el declarante de que el camino real antiguo fue por el centro de Tambo Viejo y que pasaba por delante de la casa del finado Basilio Salazar y caminando una poca distancia para atrás, estaba la casa del tambo que servía para hospicio de todos los caminantes para la ciudad de Loxa y otros lugares”- Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1826. A/M.C.V. Conviene decir que Tamboviejo se encuentra diagonal a Dumapara, unos pocos kilómetros hacia el Occidente.
 La primera  referencia documental que hemos encontrado sobre la zona consta de  una merced de tierras que el cabildo de Cuenca hace  el 5 de mayo de 1572 a Antonio de Sanmartín, ,  de “cincuenta 8 quadras  de tierra para sembrar entre Maribiña y Casacona en un lugar llamado Nabuenpata, en unos paredones del Inga, subidos los escalones del río de Casacono yendo a Loxa, a mano izquierda” - Merced de Tierras hecha a Antonio de San Martín, V-5-1572 A/M.C.V-  Este trecho del Camino Real  partía de “los Tambos Reales”, hoy Pumapungo, hacia el Sur, por la actual avenida Huayna Càpac, el puente Ingachaca-Vergel- rumbo a Loja; el primer tambo documentado es el de Maribiña o Mariviña, cerca de Jima, segundo el de Casacono y tercero el de Oña. Ahora bien, este Nabuenpata podría ser la actual  Dumapara y el río Casacono el León;  si viajamos de Norte a Sur, a mano izquierda del río León están los paredones del Inga, es decir, Dumapara.; hacia 1708 en una composición de tierras que hiciera el Depositario General de Cuenca, don Pedro Coronel del Mora, al señalar los linderos del hato de El Paso indica que en él caben “tres queseras llamadas Charqui, la una, la otra Dumapara y la otra Zhingata”-Manuel Carrasco V. El Paso: una hacienda tradicional en la Sierra Centro-Sur del Ecuador, 1998-.Es  esta la primera referencia documental que hemos encontrado sobre Dumapara, acaso denominada anteriormente como Nabuenpata, en la subregión de Casacono.
En síntesis, hemos comentado la posesión de Espinoza sobre los territorios de la provincia incàsica de Tomebamba, levantada acaso sobre una situación cultural y territorial preexistente entre los Cañaris: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba, mientras que Burgos Guevara, basado en cronistas señala: Hatun-Cañar, Tomebamba y Cañaribamba. Nuestra reflexión va en el sentido de que Cañaribamba, situada al Suroccidente de la provincia del Azuay, tiene como centro el valle de Yunguilla y los territorios occidentales hasta el Oro, por lo que queda un vasto territorio presumiblemente cañari en torno a la subcuenca del rìo Leòn y sus afluentes cuyo centro podría girar en torno a Dumapara, sea  una ciudad, como plantea don Francisco Talbot o un tambo incàsico, como quieren Fresco e Idrovo Urìgûen porque abarca una extensa zona arqueológica e histórica aùn no bien explorada y conocida en la que habrìa mucho que investigar. Para comenzar, Talbot se plantea: “¿Ciudad? En què tiempo fue construida? Cuàl la nación que la construyò?  Cuàl el nombre y la civilización que tenìan sus moradores? Fue anterior a la conquista de los incas? Qué hicieron los incas con ella? La edificaron ellos? Y entonces, por què no ha quedado siquiera la tradición? Si construida por los incas, y llegados inmediatamente los españoles, dònde las crònicas sobre esa gran ciudad?.
Y ahì està Dumapara, prácticamente un topónimo màs del cantòn Nabòn por que acaso fueron proféticas las palabras que escribió Talbot como epìlogo de su artículo: “Porque nada se ha de hacer ni conseguir, creo inútil recomendar al Gobierno y a las sociedades cientìficas, la conservación y el estudio de esa ruinas. Por eso no lo hago”.
¿CAÑARIS O SITUMAS? Segùn la hipótesis de Glauco Torres Fernàndez de Còrdova la denominación arcaica fue Si-Duma, pero como las lenguas aborígenes no tienen “d” por facilidad los cronistas la escribieron con ”t”, por tanto escribieron situma en lugar de siduma; si quiere decir luna, según Calancha y duma, dominio de, lo que vendría a ser dominio de la Luna, es decir, un pueblo que adoraba a la luna, como lo han señalado algunos investigadores. ¿Cuando y còmo se cambiò de situma a cañari?.. La hipótesis trata de explicar,  cuando Huayna Càpac arriba a las tierras de Hatun-Cañar ante lo gélido de la temperatura exclama: cañari, que podría decir, en esta tierra hace un frio que quema; según Gonzales Holguin en el quichua peruano quemar campos o prender fuego  se decía canarini, mas como aquí se utiliza la ñ se conforma el verbo reflexivo cañarini , con el  que se  habrìa apodado al pueblo en donde hacia un frìo que quema, siendo èsta una propuesta lingûìstica vàlida.
Luego, hay otras interpretaciones: cañaris, utilizaban los incas para referirse a guardias;  conformaron las huèstes de Huàscar;  fueron con Tùpac Yupanqui y luego con  Huayna Càpac, mitimaes llevados  a diversas regiones del Perù. En una  visita  a Cajamarca conocimos la comunidad de Porcòn, que,  según el  guía turístico, descendían de los mitmas cañaris encabezados por el curaca homònimo. Los cañaris fueron ubicados por Huayna Càpac en el Cusco en el valle de Yucay y otros lugares como grupos domésticos.-Ver, Hugo Burgos G, 2003-
Cuenca, 27-o4-2015
Nota: Artìculos que fueron publicados en diario El Telègrafo como colaboración del autor con Càtedra Abierta Historia de Cuenca y su Regiòn.

  


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