miércoles, 28 de noviembre de 2018


LA YAPA.-  Dumapara la ciudad perdida:
Fue estudiado por primera vez por don Francisco Talbot Niemes en 1916, invitado al lugar por mi abuelo, Don Francisco Carrasco Serrano; el sitio arqueológico se encontraba en la propiedad de su hermana Isabel,  como parte de la herencia de su madre, Doña Dolores Serrano Gonzáles, propietaria de la hacienda El Paso.
Don Francisco Talbot afirma haber encontrado una gran ciudad cuyo origen le resultaba misterioso, había recorrido las ruinas a caballo por el lapso aproximado de 1 hora; dibujó planos de los edificios principales y de un cerro, con una gran cancha al pie, conjunto al que denominó “el coliseo” y publicó su artículo en la revista La Unión Literaria.
No se mostraba entusiasta con su descubrimiento: “Tal es, ligeramente, la descripción de algunas ruinas de Duma-para, que vuelve a la vida, siquiera la del libro, después de centenares de años. Porque nada se ha de hacer ni conseguir, creo inútil  recomendar al Gobierno y a las sociedades científicas, la conservación y el estudio de esas ruinas. Por eso no lo hago”, dice al término de su breve  artículo.
Pocos años más tarde Max Uhle, estudió tres caminos construidos por los Incas, que al parecer atravesaban la región cañari de Sur a Norte, dice. “Uno subía por la hoya del río Piscobamaba, al Oeste de Malacatos, por la del río Catamayo, la del río Gonzabal, a las Juntas, para seguir de allá por el campamento incaico de Tambo Blanco, al este de San Lucas, el cerro Acacana en su falda este, Paquizhapa, Oña, Uduzhapa, Dumapara, Nabón, Zhiña, etc. al Norte”.
El gran prestigio del arqueólogo alemán, que trabajó en nuestro medio hacia los años 20 del pasado siglo marcó la historia para que Dumapara fuera considerado tambo incásico por todos quienes le sucedieron;  en 1983, según Jaime Idrovo U., Antonio Fresco G. publica el artículo “La Red Vial Incaica en la sierra sur del Ecuador: algunos datos para su estudio”, en el que estudia el Capagñan en el territorio del cantón Nabón, donde se ubica Dumapara, este tambo, dice, no es citado en documentos coloniales pero debe corresponder al que Guamán Poma incluye en su Lista de Tambos con el nombre de Cazacuno.
Entre el 22 de julio y el 6 de septiembre de 2013, Jaime Idrovo U. estudió Dumapara y como resultado de sus excavaciones el Municipio de Nabón publicó en 2015 el libro “Dumapara. Un sitio kañari-inka atravesado por el Qhapaqñan”, en el que, si bien el arqueólogo Idrovo no afirma tácitamente que Dumapara es el Tambo Real de Casacono, sostiene que el estilo arquitectónico de sus ruinas es indudablemente incásico y están atravesadas por el Capagñan, es decir, una de las ramas de la red incásica que unía a los pueblos del Sur con los del Norte del Chinchaysuyo.
El miércoles 24, en una de las mesas del X Congreso de Historia del Ecuador presentamos la ponencia “DUMAPARA, UN SITIO KAÑARI-INKA ATRAVESADO POR EL QHAPAQÑAN: Una mirada crítica desde la Historia” en la que sostenemos, en base de un estudio documental, que Dumapara no es el Tambo de  Cazacuno, como cree Fresco, ni es el Complejo Arqueológico Monumental atravesado por el Capagñan, como afirma Idrovo.
Nuestra mirada crítica desde la historia se fundamenta en 2 documentos principales: la merced de tierras que Francisco Enríquez solicita  al cabildo de Cuenca en 1586, de 58 cuadras, “media legua arriba de los Tambos Reales de Casacono, que están hacia mano yzquierda ansí como vamos desta ciudad para la de Loja, en un sitio que se dice Tumapara, en unos paredones del Ynga questa sin perjuicio”; se señala claramente que se trata de dos sitios cercanos, pero de distinto uso y destino.
El otro corresponde a 1618, en el que el Licenciado Diego de Zorrilla, dispone la reducción de los indios que están dispersos en diversas sitios del Corregimiento de Cuenca, un grupo debía ser reducido a “Nabún, donde se había de posar el Tambo Real de Casacono”. De esta manera, el Tambo Real de Cazacuno o Casacono, fue trasladado a Nabún, hoy Nabón, 8 kilómetros al Norte y el antiguo desplazamiento del tambo comenzó a ser conocido como Tamboviejo, nombre que conserva aún el pequeño caserío que se encuentra a aproximadamente 3 kilómetros al Occidente de Dumapara.
Otros documentos, juicios por linderos y posesión de tierras en la región, confirman la condición de estancia ganadera de Dumapara, integrada a la hacienda El Paso; en esta condición la heredó Doña Isabel Carrasco Serrano, sus descendientes vendieron parte de la estancia a doña Luz María Ramón, quien conserva y cultiva la núcleo  del Complejo Arqueológico restaurado en lo que denomina las callancas   el Dr. Jaime Idrovo.
Ya en 1916 don Francisco Talbot escribe “Muy cerca de esta pequeña ruina se observan vestigios de otras mayores y que han sido destruidas por la ignorancia; pues, a principios de este siglo,  Doroteo Quezada, utilizó las piedras de esos sagrados muros para levantar cercas divisorias. Así es como desaparece la clave de la prehistoria patria; así es como a los historiadores se les obliga a fantasear en las nebolusidades del pasado y a deducir caprichosas consecuencias. ¡Ah la ignorancia!...Pero cual podrá ser más criminal, si el indio que por ignorancia termina la destrucción de esas ruinas, o los gobiernos y los civilizados que indolente dejan que se lleve a cabo esa destrucción”
En efecto, hoy Dumapara no es ni la sombra de su pasado, si fue la ciudad, cuyas ruinas vio y estudió don Francisco Talbot, hoy su memoria se pierde en la leyenda y la incuria del tiempo y los hombres. Campesinos, hacendados y autoridades locales a lo largo de los años convirtieron a los muros del sitio arqueológico en cantera para extraer sus piedras para cimientos de casas, cercas, para base de carretas, canchas deportivas, en fín, de tal manera que al cabo de casi un siglo de explotación de las sagradas ruinas, al decir de don Francisco Talbot, no queda nada de su estructura arquitectónica original, sólo se puede contemplar unos muros reconstruidos bajo la dirección del Arqueólogo Jaime Idrovo U hace pocos años atrás.
Cuenca, 28-11-2018

domingo, 11 de noviembre de 2018

La Fiesta de la Virgen de las Mercedes


LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LAS MERCEDES EN LA HACIENDA EL PASO
Para Ana Luz Borrero Vega
En el mundo campesino tradicional, la fiesta religiosa es la expresión simbólica más fiel y completa de la vida social de la colectividad, y se relaciona íntimamente con su realidad socio-económica, política y psicológica.
Susana González Muñoz  http://documentacion.cidap.gob.ec.

Antecedentes necesarios:
En su medular estudio sobre la hacienda colonial,  Susan E. Ramírez* señala que la hacienda tradicional o clásica andina  como morada del hacendado poseía una gran casa y la capilla; recuerdo algunas de ellas, la de El Paso, la de la hacienda Susudel, San Agustín de los Jesuitas, la que perteneciera a la familia Domínguez Tinoco en Cumbe, en fin,  hay algunas otras más en el Azuay. Cada una de ellas alberga una imagen católica patrona  en cuyo honor se celebra anualmente la tradicional fiesta; símbolo de la acendrada fe católica de los propietarios, a la vez que uno de los puntales del pacto social entre el hacendado, los trabajadores y los vecinos;   la capilla y la fiesta constituían  elemento fundamental en la vida de la comuna agraria. *Ver: La hacienda señorial, la plantación esclavista, el minifundio y las tierras de indios (1590-1650), en Historia de América Andina, Vol.  2, 2000, pag. 193.
De la documentación que poseemos sobre la hacienda El Paso hemos logrado establecer que hacia 1796 en el inventario de sus bienes consta “un San Juan de bulto de media vara y un cuadro de lienso viejo,  su efigie Nuestra Sra.;  se deja constancia de la existencia de un oratorio”; en otro  inventario realizado hacia  1810 encontramos “Ytem una imagen de Nuestra Sra. de Mercedes en  quadro” con lo que entendemos  se efectuaba cierto culto religioso en la estancia; es más, hacia 1871 don   Sebastián Serrano y Jaramillo, dispone en su testamento “siendo mi voluntad que constando mi fallecimiento, se dé sepultura eclesiástica en la capilla de esta hacienda de Paso por ser ayuda de parroquia”*; con la presencia de la capilla se completaba el cuadro arquitectónico de la propiedad a la vez que se fundamentaba el servicio religioso a los integrantes de la hacienda, pues, como se manifestaba, la capilla era “ayuda de parroquia”.
·         Planilla e Ynventario de las cosas que me ha entregado el Maiordomo de la Hacienda de Paso s/f. Tasa y avalúo de la Hacienda de El Paso, 1810. Testamento de don Sebastián Serrano y Jaramillo,1871, archivo del autor .A/M.C.V.

 Es posible que el culto inicial se haya rendido a San Juan acaso patrono del pueblo “San Juan de Nabón,  llamado Casacono”, empero, hacia 1783 la hacienda, entonces de propiedad de la  familia Coronel de Mora, pasó a manos de los padres mercedarios, quienes remataron la propiedad luego de un juicio en demanda del “tanto” que le correspondía a Fray Pedro Coronel de Mora, como hijo legítimo del Capitán Antonio, quien además había establecido un censo sobre la propiedad para que una de sus nietas pudiera entrar de monja; once años más tarde Doña María López de Argudo, esposa de  Don José Serrano Coronel de Mora,  compró la hacienda de El Paso a los sacerdotes de la Merced; es de suponer que en ese lapso los padres establecieron el culto a la Virgen de las Mercedes, devoción que  se conserva, según sabemos, hasta nuestros días por parte de la familia Altamirano Jara, propietaria  de la casa hacienda  de El Paso* Ver: El Paso: una hacienda tradicional en la Sierra Centro Sur del Ecuador, en Manuel Carrasco V.,  A la sombra de Clío, 2015
Por los recovecos de la memoria:
-          La capilla
En la escasa documentación que tenemos sobre la hacienda en propiedad de la familia Carrasco no hemos encontrado referencia alguna a la capilla ni a la fiesta que giraba en torno al 24 de septiembre, fecha de conmemoración de la Virgen de las Mercedes, de ahí que todo lo que se diga o se pueda decir sobre esta celebración queda a cargo de lo que aflore  de entre  los recovecos de la memoria de nuestra niñez y adolescencia.
La capilla, construida en adobe, con techo de teja, al  que adosara un campanario el Ing. Enrique Altamirano Nieto, fue levantada en el patio bajo de la estancia acaso en la segunda mitad del siglo XIX; estrechos ventanales permiten el ingreso de tenue luces a su amplio recinto, sobre la entrada el coro y al fondo un reducido cuarto que sirve de sacristía; en  el  centro del altar mayor la pequeña imagen  –en bulto- de la Virgen de las Mercedes, representada siempre como campesina, lucía un hermoso sombrerito tejido con “taralla*” de trigo, sólo en los días de fiesta vestía como reina o princesa; a un costado de ella, un calvario y en otro, así mismo en bulto, una Dolorosa de regular tamaño, vestida toda de negro, los ojos claros anegados en lágrimas y el corazón sangrante,  atravesado por una puñal de plata, decía la leyenda que era la viva imagen de Doña Dolores Serrano Gonzáles vda. de Carrasco, la abuela de papá, quien  lloró desconsolada por mucho tiempo la temprana muerte de su esposo, el Dr. Francisco Carrasco Arriaga; ah,…  en la sacristía un pequeño Niño-dios rodeado de los juguetes que le regalábamos después de navidad.
Además de la fiesta de septiembre se realizaban “los ejercicios espirituales” en  Semana Santa, a cargo de taita Camilo Morocho y en Navidad se levantaba el Belén con los “montes del cerro”, musgos, huicundos, payamas y otras especies silvestres, en honor al Niño-dios; el cuidado de la capilla estaba a cargo del “síndico*” asistido de “las muñidoras*”, mujeres de la comunidad agrícola   que colaboraban en el arreglo de los altares, la limpieza del recinto y en ciertos ritos de los cultos religiosos; el síndico era Arsenio Carchi –el buitre-, hombre polifacético, conocía de *carpintería, albañilería, peluquería, herradura  y sangría de las “bestias*”, en fin, diagnosticaba las dolencias de “la gente*” y el embarazo de las mujeres mediante al observación del color de la orina; para la fiesta de septiembre elaboraba unas preciosas y fragantes velas,  de un amarillo-verdoso cristalino  con la cera extraída de una especie silvestre a la  que denominaban  “laurel de cera*”, organizaba  la celebración religiosa y supervigilaba el entorno social de la fiesta, al término de ella presentaba  escrita una relación final a la “gente de la hacienda” y entregaba la “jucha*” a los nuevos priostes; fue uno de los servidores más cercano y leales  de nuestro padre.
-          La fiesta
Se realizaba en torno al 24 de septiembre de cada año  y duraba de 4 a 5 días,  en los cuales participaban todos los miembros de la hacienda en los  ritos religiosos y sociales que de una u otra manera ratificaban el pacto social entre propietarios y servidores, a la vez que explicitaban la estructura social de cada uno de los estamentos que conformaban la comunidad hacendaria.
Si no recordamos mal la celebración guardaba una estructura semejante a la del Septenario que se desarrolla anualmente en nuestra ciudad; se designaban priostes, encargados de los aportes económicos y demás relaciones religiosas y sociales de la festividad: 3 ó 4 huasipungueros, los miembros de “la juventud” y la hacienda, a cada uno de estos grupos les correspondía la realización de un día de fiesta. Los servicios religiosos estaban  a cargo del cura párroco de Cochapata, parroquia a la que pertenecía la hacienda en las jurisdicciones  civil y religiosa; recordamos a los sacerdotes Saquicela y padre Brito.
La fiesta arrancaba con el estallido del primer “cuete*”, cuyos ecos retumbaban, entre los altos eucaliptos del majestuoso callejón que ornaba el ingreso occidental a la casa hacienda; el estallido se expandía por todo el ámbito  en tempranas horas de la mañana  anunciando el alegre “albazo*”, florilegio de sanjuanitos, alzaquetehanvisto, cachullapis y más sones tradicionales de la época interpretados por las bandas de pueblo contratadas en Nulti o Paccha.
Y es que no se podía comprender ni explicar cómo un grupo, entre 6 u 8 integrantes de músicos de diversas edades, algunos aún  adolescentes, que aporreaban bombos, redoblantes y platillos, otros rechonchos y mofletudos ancianos que soplaban tubas, clarinetes y trompetas, habían  recorrido alrededor de 80 kms, un gran trecho, entre el pueblo de origen y La Ramada, en carro y, desde este lugar,  situado a la vera de la carretera Panamericana, vía Cuenca-Loja, a pie,  por estrechos y fragosos chaquiñanes* hasta dar con la hacienda perdida en el pintoresco valle de El Paso, junto al camino nuevo a Zamora abierto en inmemoriales tiempos por el intrépido  capitán Joan Martín a fin facilitar el acceso a las codiciadas minas de Nambija. ¿Qué atávicos lazos ancestrales ligaban a las gentes asentadas en las tierras sureste del Azuay con los descendientes de don Luis Juca, cacique cañari, reducido con sus súbditos a los términos de Paccha, en un lejano 1573-4*?...
 * Deborah L. Truhan, De repartimiento a reducción. La experiencia colonial del pueblo de San Francisco de Paccha (Corregimiento de Cuenca) en, Universidad y Verdad, # 17, 1995, pag. 96. En referencia a Don Luis,  Deborah anota: En 1573, don Luis Juca fue señor de una unidad política extensa que agrupó unos cinco pueblos de la sierra, más los bolos y los cuyes de piedemonte.- Don Luis era también cacique de dos grupos de pie de monte al sureste de Gima –pag.97- Hemos encontrado evidencias documentales que pueden demostrar que el dominio de don Luis se extendía hasta Uduzhapa, cerca de Oña, con lo que las tierras de El Paso estarían comprendidas en l jurisdicción del cacique cañari.    
-  La misa:
Después del albazo se celebraba la primera misa de las festividades, oficiada por el párroco de Cochapata, era ceremonia solemne, acompañada por el maestro capilla originario del vecino pueblo, cuyo “melodio*” había sido trasladado en “guando*” unos días antes de la celebración religiosa. No sé por qué, en esos días, el pequeño templo me parecía una engalanada navecita,  perfumada en profusión de inciensos y palos santos; arriba las cortinas multicolores alternaban con los “castillos*”, de los  que pendían diversas frutas tropicales, figurillas confeccionadas con masa de pan, raspaduras y otros productos traídos de los valles subtropicales de Uduzhapa, Granadillas, Yunguillapamba, Poetata, Yaritzagua y quizás Yunguilla y Pacaibamba, a orillas del Ridcay. Hubo también aquí, intuyo, una relación interétnica entre los vasallos de Luis Juca* y los súbditos de Blas Naulasaca* que se mantuvo a través de la Colonia hasta los tiempos republicanos.
La misa se celebraba en Latín pese a lo que la “gente” asistía devota, atenta y respetuosa; las mujeres, luciendo sus mejores galas, con el pañolón sobre la cabeza, como rebozo, se sentaban en el suelo, donde se había esparcido el chagrillo*, mientras los hombres, de pie a un costado de ellas, poncho rojo, con el sombrero toquilla al pecho, en señal de respeto, escuchaban en silencio la homilía, mientras los chiquillos bulliciosos nos ubicábamos en el coro,  en torno al maestro capilla. La virgencita engalanada como una princesa reinaba sobre los fieles en un altar, que se renovaba cada día,  levantado al costado del pequeño retablo mayor. Después de la misa entraban al templo los danzantes para bailar en honor a la virgen hasta el mediodía.
Ritos y espacios rituales:
Sin dudas el espacio ritual principal era el de la capilla, en el que se desarrollaban a nuestro entender dos ritos significativos: la misa y el baile de los danzantes,  pero también  en su entorno surgían o se estructuraban otros de singular significación a los que aludiremos oportunamente.
La misa congregaba a los miembros de la comunidad en un rito de espiritualidad y religiosidad que afirmaba los lazos de identidad y pertenencia al cuerpo social y comunitario a la vez que renovaba los compromisos de convivencia y amistad entre sus miembros,  pero el baile de los danzantes frente al altar de la Virgen de las Mercedes, sólo ahí y en ningún otro espacio de la casa hacienda, quizás entrañaba una dedicación exclusiva del culto a María por parte de la población indígena que habitaba en la hacienda,  ya que luego de ejecutarla en la capilla la danza se trasladaba en la tarde a las casas de los priostes en sus respectivos huasipungos*.
Los danzantes eran tres, de apellido Morocho, aunque al parecer no tenían lazos familiares; bailaban al son de un sonsonete producido por un “pingullo*” y un bombo tocado por un vecino de “la banda del frente”, danzaban  acaso rescatando de la memoria colectiva sacros ritos ancestrales; daban cortos brincos, levantaban alternativamente los pies y  avanzaban  o  retrocedían ágiles por el amplio  ámbito de la capilla; bailaban   alrededor de tres horas frente al altar de la virgen,  a la que le dedicaban repetidas genuflexiones, las gentes entraban y salían  alternándose luego de admirar por algunos minutos la danza,  por lo que casi nunca  estaban solos.
Vestían pantalón blanco de “chillo*”, en las pantorrillas iban atadas una especie de polainas de cuero  en las que pendían cascabeles de cobre cuyo tintineo marcaba el ritmo de los brincos, camisa blanca también de lino y sobre los hombros, atravesada de derecha a izquierda,  una corta vara de madera de la que pendían cintas rojas simulando una especie de alas; sobre la cabeza, atada con un pañuelo rojo, una testa  disecada de venado, en la mano derecha llevaban un bastón  o vara de “varayo*” y en la izquierda un gran pañuelo blanco; el danzante del medio portaba también una campanilla cuyos toques indicaban el momento de las genuflexiones y algunos giros dela danza.
La contradanza estaba integrada por  12 ó  16 huasipungueros mestizos, la mayoría con apellidos castellanos,  distribuidos en 4 grupos, cada uno de ellos con un guía; bailaban en los amplios espacios de los patios y sitios adyacentes a la casa de hacienda y en alguna noche lo hacían en el corredor de la vivienda principal, en obsequio de  los patrones; acompañaba a la contradanza un violinista, al que seguían un redoblante y un bombo,  cuya procedencia nunca logramos conocer, tocaban dos o tres piezas, semejantes a las que en la ciudad escuchábamos a un ciego que mendigaba en torno a la Catedral Nueva entre los años 50s y 60s del siglo pasado ;  eran melodías pegajosas y de ritmo repetitivo, no las hemos vuelto a oír nunca más.
Los contradanzas, divididos en 4 grupos, cada uno a cargo del guía, bailaban con pasitos cortos, arrastrando un poco los pies, un tanto amanerados, y se supone que realizaban algunas figuras, acaso semejantes a las que ejecutaban los jinetes en la escaramuza; bailaban, como los danzantes, toda la mañana,  después de la misa pero no concurrían a las casas de los priostes.
  Su indumentaria, comenzando por la cabeza, estaba cubierta por un penacho confeccionado con plumas de aves domésticas; cubrían el rostro con una máscara o careta de malla,  pintarrajeada de rosado, con pómulos chapeados y un bigotito a al estilo “dalí”, todavía las veo de venta en una de las tiendas de “la subida de El Vado” y aún siento cierta desazón frente a esa mirada de ojos claros y sonrisa burlona como detenida en el tiempo; vestían de camisa y pantalón blanco, en la mano derecha llevaban un pañuelo grande, mientras los guías portaban un pequeño chicote o acial, sobre el pantalón una corta falda en tela de cuadros blancos y negros. Era el criterio general de que representaban a los conquistadores castellanos a los que se les representaba un tanto ridículos y afeminados.
El viejo, acompañaba a la contradanza, vestía un saco grande de casimir, a leguas se notaba que no era su talla, pantalón al estilo Cantinflas, dudo que Celso Patiño, vecino del cercano Bayán,  haya visto alguna película de Mario Moreno o de Chaplin;  simulaba canas con una abundante peluca de cabuya, del chaleco pendía un pan en forma de reloj con el que daba las horas cuando le preguntaban,  “son las catorce” decía, provocando la carcajada de los mirones, grandes zapatos viejos, uno café y otro negro, completaban su estrafalaria  indumentaria,  caminaba simulando vejez  y se apoyaba en un bastón añoso y retorcido.
“El viejo” hacía chistes, contaba anécdotas y sacaba los “cueros al sol” de los miembros de la comunidad mediante alusiones y evocaciones, mas todos sabían de quien se trataba, pero nadie se molestaba o resentía, era una especie de conciencia o censura colectiva.
La vaca loca salía por las noches y acaso rememoraba los tiempos en los que la propiedad fue un hato ganadero; estaba confeccionada de un cuero seco de ganado vacuno sobre una estructura de madera para facilitar la carga de un muchacho que simulaba los movimientos de la vaca que corría desalada por los patios de la casa, amenazante con los cuernos encendidos con unos trapos empapados en kerosene*; a la vaca le perseguía el “cuentayo”* acompañado de los chiquillos convertidos en perros ganaderos, en corto y animado simulacro de las “vaquedas*” que aún se realizaban esporádicamente en la hacienda.
La hora social cerraba la “función*”  de la noche; sobre un improvisado escenario Julia Maldonado y Tomás Santos, acompañados de otros adolescentes, dirigidos por Benjamín Quezada –el huatanango*-  presentaban un corto sainete, seguido de bailes y pantomimas .En los últimos años que asistimos a la celebración de la Virgen de las Mercedes algunos rasgos de la modernidad comenzaron a injertarse en aquella celebración acaso centenaria, asomaron juegos de azar, como la ruleta llevada por algún afuereño, y en las noches se tendían toldos para las ventas pueblerinas; luego, trasplantado a la ciudad,  perdí el curso de la fiesta hasta los días en que escribo estas memorias cargadas de saudade.
La escaramuza era de los ritos más festivos y solemnes de la celebración; en contradicción con su acepción primigenia, vinculada con actos violentos y belicistas, era una manifestación exultantemente  lúdica, asombrosa y solemne, radiante de colorido y de luz; se efectuaba en el penúltimo día de la fiesta, pasado el mediodía los jinetes divididos en cuarteles de 6 a  8 individuos, cabalgando enjaezados caballos criollos, se asomaban a la capilla desde cuyo atrio, la virgen posante sobre andas de madera era llevada en procesión por cuatro jinetes, camino del malaudo* hasta la Tenería, amplia explanada en la que habría de efectuarse la ceremonia. La tropilla estaba presidida por el patrón, cabalgaba el mejor caballo de la hacienda y debía entregar la plaza; aún me conmueve la emoción que sentí algún año cuando tuve que reemplazar a mi padre en una tarde de sol y jolgorio.
Como ya se ha dicho la Tenería era una amplia explanada, en la que posiblemente alguna vez se levantó una curtiduría, en cuyo entorno se ubicaba “la gente”, que siempre había estado  presente en todos los actos de la fiesta; se colocaba delimitando la plaza en cuyo centro se levantaba un mástil con la bandera del Ecuador y a sus pies el músico de la chirimía que,  con su tiple,  habría de animar el espectáculo;  uno de los grupos estaba dirigido por el guía, cada uno se ubicaba en los cuatro ángulos de la plaza y a la señal del guía llevaban sus cabalgaduras por el amplio espacio,  por turnos realizando varias figuras cargadas de un posible simbolismo; la escaramuza duraba alrededor de unas dos horas, a la caída de la tarde los jinetes volvían a agruparse en un solo cuerpo para iniciar la vuelta al ruedo, portando en su brazo izquierdo grande pañuelos anudados, formando una especie de bolsa, de la que extraían preciosas y jugosas naranjas para lanzarlas a la muchedumbre alegre y expectante.  
Para los chiquillos no había sentimiento más vivo, grato y satisfactorio, la alegría misma de la fiesta, que correr tras las veloces cabalgaduras en pos de la codiciada fruta; con este acto, que acaso para nosotros tenía un especial significado, toda vez que se trataba de un exótico fruto,  culminaba la tarde de extrañas e inolvidables emociones.
La mesa pamba o pampa mesa, como hoy se dice; para nuestro criterio, la mesa pamba constituía la ratificación anual del compromiso social establecido entre los huasipungueros y el patrón de la hacienda; con algunos días de anticipación grandes tinajas eran llenadas con la chicha de jora que sería repartida entre los asistentes al convite, luego se horneaba el pan con harina de trigo candeal*, mientras que en la víspera se preparaba el champus*; eran los alimentos con los que contribuía la hacienda.
Hacia el mediodía llegaban los priostes con el camari*, aves de corral y cuyes guindados en varas de madera, ollas portadas en andas con la deliciosa harina de alverjas*, quesillos y quesos ahumados, canastas con papas y otros productos de la tierra,  en fin, el complemento de alimentos para el gran banquete solidario.
En el patio lateral derecho de la capilla se tendían esteras y sobre ella blancos manteles de chillo, sobre ellos se regaba el mote de maíz zhima*, que constituía el “centro” de la mesa; en uno de los extremos se ubicaban los danzantes y en el otro, junto con los contradanzas, los patronos, el resto de convidados* llenaban los espacios laterales para proceder a la gran comilona, en una especie de comunión del cuerpo social  hacendario.
La entrega de la jucha*constituía el último rito nocturno de la fiesta septembrina; como ya se dijo, el síndico reseñaba por escrito las principales incidencias de la celebración y procedía a la entrega de las juchas a los nuevos priostes, quienes al aceptarlas establecían el tácito compromiso de realizar la fiesta en el año venidero, luego, la gente se retiraba en paz y tranquilidad a sus huasipungos.
Cuenca, 4-6-2018
Vocabulario:
Taralla.s. caña de maíz (seca) desprovista de la parte alta de la que brota la mazorca. Diccionario Kichua-Castellano, Glauco Torres Fernández de Córdova, 1982. Se aplicaba también a los tallos  secos del trigo y la cebada. 
Síndico.m. la persona encargada del cuidado de la capilla, sus bienes y ceremonias religiosas. Las acepciones 2 y 3 del  Diccionario de la Real Academia se ajustan mejor a nuestro concepto: 2. m. y f. Persona elegida por una comunidad o corporación para cuidar de sus intereses.3. m. Hombre que tiene el dinero de las limosnas que se dan a los religiosos mendicantes.
Muñidoras.f. mujeres encargadas del aseo y arreglo del templo; el Diccionario de Americanismos, 2010, trae: Muñidor-ra m y f. Pe. Persona encargada de llevar las flores en una procesión o de apagar o encender las velas. rur
Bestias.f. Término con el que se denominaba caballos y mulares; bestias de carga y bestias de silla
La gente.f. Término que se refería al conjunto de servidores de la hacienda; la gente de El Paso estaba conformada por indígenas: Morochos, Iñamaguas, Carchis,  entre otros e indomestizos, Enriques, Maldonados, Patiños.
Laurel de cera .m. Myrica Cerifera L. en, Luis Cordero, Estudios Botánicos, 1984; de sus diminutas bayas se obtiene, por medio de hornillas, la fragante cera amarillo verdosa para la elaboración de velas.
Jucha.f.  En el Diccionario de Americanismos, 2010,  consta como jocha.f. Ec. Obsol. Contribución en especie que el prioste solicita a determinada persona, con el compromiso de devolver lo recibido una vez que haya concluido la fiesta. En El Paso se recibía la jucha, una canasta de mimbre llena de mote y papas cocidas, con un gallo pelado y cocido entero, entregada por el prioste saliente al entrante, como compromiso para el próximo año.
Cuete.m. por cohete
Albazo.m. Ec. Música tocada generalmente al amanecer, con ocasión de ciertas fiestas religiosas populares de la Sierra, como San Pedro o el Corpus. Diccionario de Americanismos, 2010
Chaquiñan.m. (Del quech. Chaquiñán) Camino estrecho generalmente formado por el paso contínuo de personas o animales.rur. Diccionario de Americanismos, 2010
Melodio.m. Ec.Pe. Armonio. Diccionario de Americanismos, 2010
Guando.m. (Del quechua huandu) Pa. Ec. Camilla hecha de varas o palos usada para transportar enfermos. Diccionario de Americanismos. 2010. Se usaba no sólo para el transporte de enfermos, en Cuenca en proverbial que muchos muebles, automóviles e incluso una turbina de generación eléctrica fueron transportados desde la Costa por indios guanderos.
Castillo.m. Especie de tabique de unos 80 cms por  1 m. o 1.50 m., hecho de varas o palos de los que colgaban frutas y otros productos para ser ubicados a manera de cielo raso en la capilla
Luis Juca. 1557-1562-1574-1582: Don Luis (Xuca) Cacique de Paccha y de San Bartolomé de Arocxapa, en Caciques Cañaris, Bolívar Cárdenas, 2010; En 1573, don Luis Juca fue señor de una unidad política extensa que agrupó unos cinco pueblos de la sierra, más los bolos y los cuyes de piedemonte.- Don Luis era también cacique de dos grupos de pie de monte al sureste de Gima,  Deborah L. Truhan.
Blas Naulasaca: 1647-1663.- Cacique y Gobernador del cabildo de indígenas de la parcialidad conocida como Laguán perteneciente a Girón. Cuando cacique de Girón fue dueño de cañaverales y de una quesería. Cárdenas, 2010; hemos encontrado que “Blas Naulasaca fue dueño primario de las tierras de Chalcay”, según lo expresa María Mora, en un alegato de 1845,  quien dice ser descendiente del cacique. A/M.C.V.
Chagrillo.m. Ec. Mezcla de pétalos de ciertas flores, en especial de rosas y geranios, que en algunas procesiones se les lanza a las imágenes religiosas en señal de alabanza. Diccionario de Americanismos, 2010; en el Azuay el chagrillo se compone especialmente de flores de retama.
Huasipungo.n. Porcioncilla de tierra que cultiva el indio en derredor de su choza. Luis Cordero, Diccionario Quichua-Español.Español-Quichua, 1968; se le conocía también como “posesión”, parcela entre 3 ó 4 cuadras que cultivaba el concierto en la hacienda.
Pingullo.m. Ec. Pincullo, flauta pequeña. Diccionario de Americanismos, 2010 
Chillo.m. Ec. Lienzo de algodón sin blanquear de baja calidad. Diccionario de Americanismos, 2010
Varayo.m. De varayoc, Pe.  2, vara de mando que simboliza el poder o gobierno de una comunidad indígena, rur. Diccionario de Americanismos
Kererosene.m. (voz inglesa) Ec. Queroseno, subproducto del petróleo. Diccionario de Americanismos, 2010
Cuentayo.m. Ec. Obsol. Trabajador agrícola al que se le encargaba el cuidado del ganado.rur. (cuentario). Diccionario de Americanismos, 2010.
Vaqueada.f. Mx.Ec. Reunión de ganado, generalmente para contarlo, venderlo, herrarlo o curarlo. Diccionario de Americanismos, 2010
Huatanango.m. Apodo de un campesino vecino de la hacienda, decía tener una planta que sembrada en sus terrenos atrapaba a los ladrones; la palabra posiblemente proceda del verbo quichua, huatana, amarrar, liar. Cordero Luis, 1984
Malaudo.m. Arbusto que produce pequeños frutos semejantes a manzana de color marrón; no hemos podido localizar su clasificación botánica
Candeal. 1. adj. Dicho del trigo: De una variedad aristada, con la espiga cuadrada, recta, espiguillas cortas y granos ovales, obtusos y opacos, que da harina blanca de calidad superior. Diccionario de la lengua Española. Edición del Tricentenario. Actualización 2017.
Champús.m.(del quechua) Co. SO. Bebida preparada con maíz cocido, azúcar o panela, jugo de lulo, de piña, canela, clavos de olor y hojas de naranjo agrio. Ec.Pe. champuz, bebida espesa que se prepara con guanábana, mote sancochado, membrillo, harina de trigo y especias. Diccionario de Americanismos. El champús que se preparaba en El Paso, era a base de mote pelado y harina de maíz blanco, panela, izhpingo y clavo de olor.
Camari.n. Regalo; presente; obsequio de alguna cosa. Luis Cordero, 1984
Harina de alverjas.f. Plato típico preparado con carne o espinazo de puerco
Zhima.adj. Dícese del maíz que tiene color de perla. Luis Cordero,1984.
Convidados. De Convidar, Ec. , Invitar u ofrecer algo, especialmente bebida o comida a alguien. Diccionario de Americanismos, 2010.    




Breves acotaciones en torno a Dumapara


Breves acotaciones en torno a Dumapara ¿ciudad cañari o tambo incásico?
En un corto artículo publicado en “Claves de la historia de Cuenca”*, enfrentados a otras lecturas y diversas fuentes documentales planteamos la posibilidad de encontrarnos manos a boca con otra historia, esto es, con una historiografía al margen de la “historia oficial”, aquella que corre escrita en los textos de enseñanza en base de las opiniones de “las autoridades”; así, nos permitimos reflexionar en torno a Guapondélig, Tomembamba y algunos otros topónimos que nos remitían a una cotidianidad  histórica que podía tambalearse frente a nuevas evidencias y propuestas historiográficas y documentales.
*Tomebamba. La otra historia…de las fuentes oficiales a las cotidianas,  2017, pps. 37-41
Así, Dumapara o Tumapara, la legendaria ciudad cañari o tambo inca, envuelta en un tupido velo de leyendas, interpretaciones historiográficas y criterios contrapuestos constituye uno de los sitios arqueológicos, y en consecuencia un corpus histórico, que invita al debate y la confrontación en aras de establecer un mediano acercamiento a su concepción fáctica y dilucidar dudas y contradicciones que constituyen hasta ahora su entorno.
Dejemos por ahora lo de Surampalli y Tomebamba a fin concentrarnos en algunos aspectos en torno a los cañaris –kañaris según Idrovo Urigûen- o situmas, que tuvieron como gobernante, en tiempos de la fundación castellana de Cuenca, entre otros, a “Duma (un cacique de Sígsig) testigo que fue de la fundación española de Tomebamba” (Burgos, 2003, p. 14), al respecto,  queremos pensar que esta expresión es una especie de metáfora o algo por el estilo,  utilizada por Burgos Guevara para referirse a la presencia del indicado curaca en la fundación castellana de Cuenca, puesto que al escribir sobre historia hay que  ser muy cuidadosos y precisos en las referencias, ya que  no quisíeramos, ni de broma, encontrarnos por ahí con alguien que sostenga  que “Tomebamba fue fundada por los españoles”, porque así lo dice Hugo Burgos, ubicándonos de pronto   en el  plano de otra historia!.
De Duma, al parecer y según Burgos, se derivó el topónimo Dumapara*, que “consta(n) como tambos y aposentos reales en la vecindad geográfica de Tomebamba-inca” (Burgos, 2003, p. 14). Ahora bien, Tomebamba ¿fue una “ciudad” o una “provincia” inca que se impuso por conquista al pueblo cañari? Luis Espinoza E., con acierto, se pronuncia por la segunda opción y ha logrado identificar en ella cuatro núcleos poblacionales, quizás preexistentes a la presencia inca: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba (Espinoza, 2010) mientras Burgos indica que “Los cronistas nos dicen que el pueblo cañari de la antigüedad basaba su territorialidad y cultura en tres epicentros: Hatun-cañar, Tomebamba y Cañaribamba” (Burgos, 2003, p. 14).
Mas, para nuestros fines no es suficiente señalar uno o más núcleos territoriales y culturales, sino que es necesario vincular a la sociedad cañari con un ámbito más amplio, relacionándola con la  estructura geográfica que la sustenta a fin de lograr una síntesis dialéctica entre  lo diacrónico y lo sincrónico  de este pueblo,  en consideración de  los fenómenos sociales en su  dimensión temporal y espacial que rebase una  visión coyuntural  a fin de insertar el análisis, la explicación y comprensión de su sociedad   en la proyección de la larga duración temporal y la amplitud geográfica regional. 
*La fuente lingüística e histórica de Burgos es Glauco Torres Fernández de Córdova, quien trae: Tumapata.s. residencia del cacique Tuma de los situmas, quien contrarrestó la invasión inka de Tupak Inka Yupanqui, en Diccionario Kichua-Castellano.Yurakshimi-Runashimi. Tomo I. 1982, pp 281. Es de advertir que el antiguo quichua o quechua carecía de t y, ante dificultades de pronunciación los castellanos la mudaron por d.
Una región “está constituida más allá de las homogeneidades que presenta el espacio físico   que la limita, puesto que se trata de una construcción en el tiempo, cuya dinámica moviliza factores que van desde lo económico hasta lo cultural” (Idrovo y Gomis, 2009, p. 11). Como anotan los autores de nuestra referencia, una región es un corpus social que puede aglutinar los territorios más diversos desde un punto de vista geográfico, a fin de sincretizar en análisis e interpretaciones de carácter geohistòrico –tiempo y espacio-  las diversas realidades de las sociedades humanas del pasado o el presente.
Desde este punto de vista nos parece legítimo hablar de la región de los pueblos cañaris en el Austro ecuatoriano, cuya presencia ha sido señalada por Espinoza y Burgos como hemos visto con anterioridad. Sin embargo, pensamos que el cuarto cuerpo social, en el caso de Espinoza y tercero en el caso de Burgos, -Cañaribamba-  queda limitado al subtropical valle de Yunguilla y sus anexos occidentales, por lo menos así piensa Cordero Palacios, quien al referirse brevemente a las relaciones geográficas de 1582, enviadas por el corregidor Antonio Bello Gayoso al Virrey del Perú,  dice: “El Padre Juan Gómez, por lo que hacía a Cañaribamba –hoy El Pucará, Chahuarurcu, El Pasaje y Machala- dijo: “Y en cuanto al lenguaje que hablan, que se dice Cañar, es toda una, aunque diferencia este pueblo de los demás pueblos Cañares en algunos vocablos, empero todos se entienden sin que haya otro lengua entre ellos” (Cordero Palacios, 1981, p. 18).
Ahora bien, la historia oficial ha consagrado la denominación de “cañaris” para  los pueblos, que entraron en contacto con los castellanos al momento de la conquista, sin embargo,  al parecer, existe una  crónica que se dice ha sido escrita por Alonso Castro de Lovaina en 1582 titulada “Gobierno de los situmas antes de los señores yngas comenzasen a reinar y trata quienes fueron y mandaron en aqueste valle”, debe entenderse, en el valle de Cañaribamba, del que Torres Fernández de Córdova anota: Kañaripanpa.s. top. Nombre kichua del gran centro situma cerca de la cabecera cantonal de Santa Isabel (Torres Fernández de Córdova, 1982, p. 136), denominado en lengua situma Ganielbamba. (Así mismo situma cambia a siduma, finalmente,  duma)
Con esta visión sobre Cañaribamba o Ganielbamba  se reduce notablemente el ámbito de la presencia cañari en la hoya del río Jubones pues margina una extensa zona, ubicada al Oriente del valle de Yunguilla –Cañaribamba-  que se extiende en torno al río León y sus tributarios, en la que se encuentran numerosos vestigios arqueológicos aún no bien estudiados y en franco proceso de deterioro por la acción del medioambiente y la mano humana, y que acaso debió estar también habitada por cañaris o situmas por lo que vamos a exponer a continuación.
Según Bolívar Cárdenas don Luis Juca (Xuca) fue cacique de Paccha y San Bartolomé de Arocxapa que, de acuerdo al criterio del padre Alfonso Jerves, debió tratarse del cacique Don Luis que asoma en el acta de fundación de Cuenca. –Bolívar Cárdenas E. Caciques Cañaris. 2da edición. Casa de la Cultura Núcleo del Azuay.2010, pp. 56-
A propósito de este cacique Deborah L. Truhan, con relación a la reducción de indios en 1573, dispuesta por el Licenciado Francisco de Cárdenas, Oidor de la Real Audiencia de Quito, refiere que “don Luis Juca fue señor de una unidad política extensa que agrupó unos cinco pueblos de la sierra, más los cuyes y  bolos de pie de monte5”, haciendo extensión de su jurisdicción hasta Gima. –De repartimiento a reducción. La experiencia colonial del pueblo de San Francisco de Paccha. (Corregimiento de Cuenca), en Universidad y Verdad # 17, Universidad del Azuay, 1995, pp 97-. A continuación anota que “Don Luis Juca había venido de San Luis (Cumbe o Tarque), donde anteriormente mandaba su provincia. También se trasladaron los pueblos de Tarcán (una parcialidad de Tarque), Gima y Pichacay (Santa Ana) cuyos caciques fueron sujetos a él de igual manera”-  Truhan, pp 98-100-. Es decir un arco de tierras que en términos actuales iría desde Santa Ana, pasando por Cumbe y Tarqui, que al parecer fue el centro del dominio político de don Luis, hasta Gima y sus entradas al Oriente.
Ahora bien, en un juicio por disputa de tierras entre Joan Coronel de Mora, Alguacil Mayor de la ciudad, y Juan  Sánchez de las Heras y Quezada,  del 25 de febrero de 1666 encontramos que, en un alegato presentado por Coronel del Mora, la parte contraria ha presentado como prueba “Una escritura de venta que hicieron los indios de Paccha al Licenciado Juan Suarez de Ocampo, Presbítero difunto, del sitio y cuadras de Uduzhapa y Tasque, en conformidad de Real Provisión de Amparo” –Causa de querella seguida por Joan Coronel de Mora contra Juan Sánchez de las Heras y Quezada,1666, archivo privado del autor (para facilitar la lectura hemos actualizado la ortografía)
Un poco más adelante se lee que el sitio “que los dichos caciques vendieron es en las tierras calientes donde dicen tenían su sementeras de coca y ají y otras legumbres conforme contiene dicha provisión, que son las dichas tierras de Uduzhapa y Tasque, una caldera o  joyada que está en el camino que va del tambo de Casacono al de Oña y poseyó el dicho Licenciado Juan Suarez, con cercas sin pasar de ellas, fundando un cañaveral de caña dulce de castilla” –Ibid-
En resumen, en una fecha que todavía no conocemos, don Luis Juca o sus descendientes, Luis Andrés Juca y doña Úrsula Yurma, caciques reducidos al pueblo de Paccha, vendieron las tierras calientes de Uduzhapa y Tasque, situadas al Sur de Gima, lugar identificado en el estudio de Débora Truhan como término del dominio de los Juca,  pero que, según los testimonios constantes en la causa de querella seguida por Joan Coronel de Mora contra Sánchez de las Heras*, estaban  también estas tierras calientes  sujetas a dichos caciques por lo que presumimos que la influencia política del clan Juca avanzaba hasta cerca de Oña. *Es un extenso documento, cuyo análisis e interpretación merece un estudio más amplio, queda como reto para el futuro
A  ocho kilómetros al sur de la cabecera cantonal de Nabón, en la confluencia de los ríos León y Challcay  se asientan las casi míticas ruinas de Dumapara, cuya presencia fue dada a conocer por don Francisco Talbot en las primera década del pasado siglo; como hipótesis proponemos que Dumapara puede constituir un núcleo geo-histórico que se sumaría a los ya indicados por Espinoza, en un caso, o por Burgos, en otro, para perfilar con mayor precisión la presencia  de  los pueblos cañaris en la hoya del río Jubones y en la región Austral del Ecuador, puesto que en su entorno se localizan algunos centros arqueológicos de interés como son las ruinas de Uduzhapa, también estudiadas por Talbot, la fortaleza de Chunasana, semejante a la del cacique Duma en el Sigsig, el cerro de Sucurrumi o el Queso, la loma de Castillo, Anculoma, en la cabecera de El Paso, los vestigios de Zhiña  y otros más que por el momento se nos escapan.
La zona cañari de Dumapara gira en torno al eje hidrográfico del río León, cuyas fuentes se encuentran en el nudo Portete-Tinajillas, que cierran por el norte la hoya, desde donde avanza al suroccidente para unirse con el Rircay, en las inmediaciones de Cañaribamba, para formar el Jubones que desagua en el Pacífico; por la orilla izquierda el río León tiene como tributarios a los ríos Chalcay,  Oña y Uchucay, estos dos  últimos,  vínculos geográficos y culturales con Saraguro, hasta donde podría avanzar la influencia cañari, cuyo extremo occidental lo encontramos en Yacuviñay, en las cercanías de Zaruma, referencias que nos permiten un amplio esbozo de lo que podríamos denominar Dumapara Cañari.
Francisco Talbot cree haber encontrado en Dumapara una extensa y populosa ciudad: “Una hora de recorrer ligeramente a caballo las principales ruinas de aquellos que al parecer fueron soberbios edificios, cuyas paredes se levantan todavía a un metro sesenta centímetros de altura, y se viene al convencimiento de que aquellas son restos de una gran ciudad perdida en la noche de los tiempos” (Talbot, s/f, p. 318).
Y la describe: “Entre estas preciosas y sagradas ruinas, lo que más asombra es una enorme gradería en una colina semicircular con un pequeño montículo al frente, y entre éste y aquella, una hermosa planicie al abrigo del viento, de ciento sesenta y cinco metros de diámetro, como que sirviera de plazoleta de ese famoso coliseo que atestigua la existencia de un pueblo culto y de refina civilización. No será exagerado calcular que allí se congregaban en las fiestas, cómodamente para presenciar los espectáculos, más de cinco mil personas” (Talbot, s/f, p. 138). La población urbana de la ciudad de Duma-para, dice, pudo fluctuar entre cincuenta y sesenta mil habitantes; y la rural en ciento cincuenta mil, dado el sinnúmero de ruinas enormes que se encuentran a cada paso, en unos tres kilómetros de radio, siendo la más compacta la comprendida en el arco que va del noreste al sur, iniciando en Anculoma*  *Para nuestro concepto este topónimo cercano a Duma para ha  desaparecido, pues el que cita Idrovo en su informe   se encuentra en la cabecera de la hacienda El Paso a más de 3 km de distancia de Dumapara
Realiza Talbot  una detallada descripción, dimensiones incluidas, de la colina escalonada, a la que denomina coliseo, de cuatro monumentales edificios y otras dependencias de la magnífica ciudad y anota: “Muy cerca de esta pequeña ruina se observan vestigios de otras mayores y que han sido destruidas por la ignorancia; pues, a principios de este siglo, Doroteo Quezada, utilizó las piedras de estos sagrados muros para levantar cercas divisorias. Así es como desaparece la clave de la prehistoria patria; así es como a los historiadores se les obliga a fantasear en las nebulosidades del pasado y a deducir caprichosas consecuencias. Ah, la ignorancia! (Talbot, s/f, p. 140).
Dumapara está situada: “tres kilómetros más o menos, al norte del pueblo de Cochapata y a las faldas de una colina denominada actualmente Totorillas, cuya mayor altura es de 2.760 metros sobre el nivel del mar, se levantan con dirección al sur y desafiando al tiempo y al olvido, las grandes ruinas de Duma-para, en una extensa planicie que gradualmente desciende hasta la profunda y estrecha quebrada de Rafqui, cruzada por el camino de Cuenca a Loja” (Talbot, s/f, p. 137) y a ocho kilómetros al sur de la cabecera cantonal de Nabón.
El camino de Cuenca a Loja al que se refiere Talbot  es “el  Camino Real nuevo que va para la ciudad de Loja y otros lugares*”  que posiblemente fue abierto a raíz del traslado que se hizo del tambo de Casacono a Nabún (Nabón) en 1618;  al occidente de las ruinas de Dumapara se encuentra el pueblo de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono (Carrasco V., 2015, p. 74). *Expediente promovido por Francisco Tapia, 1827, archivo privado del autor
Al parecer en el siglo XVI la zona ubicada en el vértice de los ríos León y Chalcay era conocida como Casacono – Casacuna: estar helando (Cordero, 1968, p. 14), según el lingüista Francisco Lojano, en conversación con el autor,  Casacono significaría  la zona de transición entre las frías tierras de Nabón y las  cálidas de la “caldera  u hoyada de Uduzhapa”, como denominaban en la colonia a esta última, situada entre los tambos de Casacono y Oña, en donde Talbot ubicara en  1921 en la loma llamada Ingapirca, entre muchas ruinas, dos preciosos edificios incásicos, como para reafirmar la importancia histórica de Dumapara, enmarcada en la  subregión de Casacono, cuyo nombre se ha perdido para la historia.
Cabe indicar que estudios realizados por Antonio Fresco y Jaime Idrovo (Fresco, citado por Idrovo, 2015, p. 44), confieren a Dumapara el carácter de tambo incásico como parte del Capagñan, al que también se ha referido Guamán Poma de Ayala con el nombre de Casacuna o Casacono. Sin embargo, en nuestras referencias documentales hemos encontrado lo siguiente en alusión  al tambo colonial de Casacono: “Xavier Quiroga, testigo en el expediente promovido por  Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por los linderos entre Tambo Viejo y Dumapara (1827), dijo “que sabe el declarante de que el camino real antiguo fue por el centro de Tambo Viejo y que pasaba por delante de la casa del finado Basilio Salazar y caminando una poca distancia para atrás, estaba la casa del tambo que servía para hospicio de todos los caminantes para la ciudad de Loxa y otros lugares”.[1]  
En el mismo expediente encontramos la declaración de Juan Manuel Quezada – blanco de edad de más de setenta años-  quien “A la quinta dijo que así mismo es cierto que el Capitán don Antonio Coronel de Mora*, como dueño de la hacienda de Paso y de los sitios de Dumapara, había tenido su quesera de ganado vacuno y corral; que aunque el testigo no alcanzó en aquel tiempo, pero que el finado don Mariano Coronel de Mora, a quien le conoció, que éste como hijo legítimo del antes dicho don Antonio, permaneció bastante tiempo con dicha quesera; y el hijo de dicho don Mariano, nombrado don Pedro Coronel de Mora, destruyó y alzó dicha quesera;  que tanto el ganado vacuno, como el yeguno de los expresados Coroneles se mantenían en dichos sitios de Dumapara, como igualmente en los de Tamboviejo por haber estado en aquel tiempo en verbo (sic) sitio, sin que se siembre cosa alguna y bajo el cuidado de los indígenas de cuenta*.
Juan Julián Mendieta- blanco de edad de más de setenta años-  dice “que ha visto con sus propios ojos existir hasta la fecha alguna parte del corral donde dicen se encerraba el ganado de dicho Coronel”. En efecto, en el  Plano 1 Tambo de Dumapara de Antonio Fresco reproducido por Hocquenghem, al Occidente de los vestigios se observa una construcción indeterminada a la que el arqueólogo ha señalado como corrales? –pp 31 de la Red vial incásica en el Sur del Ecuador-
 *Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor. Hemos actualizado la ortografía del texto transcrito.
* Sobre el Capitán Antonio Coronel de Mora y Seballos (sic) ver, M Carrasco V.  El Paso una hacienda tradicional en el Centro Sur del Ecuador, en A la sombra de Clío, pp 89, 2015
En la sexta pregunta el testigo afirma que “por boca de su finada tía Gregoria Quezada y de otros muchos más ha oído que el Camino Real Antiguo era por el centro de Tamboviejo, en donde había una casa de tambo para el alojamiento de los correos y pasajeros, y que el Camino Real que hoy se halla es de pocos años a esta parte; respecto al antiguo, que así mismo ha oído el declarante por voz común de que al centro de Tamboviejo hay vestigios hasta la fecha de haber habido unos paredones del Inca, inmediato a la casa del indígena Bacilio Salazar a más de los paredones que existen en los sitios de Dumapara* Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor.
De acuerdo a esta declaración y a las de otros testigos que comparecen en el proceso en la zona se encontrarían dos sitios arqueológicos e históricos, el de Dumapara y el de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono. Apoya nuestra presunción la merced de tierras de Francisco Enríquez que la copiamos en extenso a fin de afirmar nuestro criterio:
En este cabildo dio petición Francisco Enríquez por la cual pide e dice que por haber permanecido en esta ciudad ha venido a ella y ha estado mucho tiempo de donde ha acudido y servido a su Majestad en lo que por la justicia real le ha sido mandado en el socorro de la Gobernación de Yaguarzongo e Pacamoros,  y así está para acudir a servir como lo ha hecho y para el sustento de su mujer e hijos tiene necesidad de tierras para hacer su sementera, para lo cual pide se le haga merced de le recibir por vecino de ella y hacerle merced de le proveer cincuenta y ocho cuadras de tierra,  media legua arriba de los Tambos Reales de Casacono,  que están hacia mano izquierda así como vamos de esta ciudad para la de Loja,  en el sitio que se dice Tumapara en unos paredones del Inga que está sin perjuicio,  y por los dichos señores visto el dicho pedimento dijeron que en nombre de esta ciudad le recibían por vecino de ella y le proveían treinta cuadras de tierras en la parte e lugar donde las pide con que sea sin perjuicio de terceros y de los naturales,  y mandaron que se le dé título de ellas,  lo firmaron al pie de dicho cabildo”-Quinto Libro de Cabildos 1579-1587. Versión del Dr. Juan Chacón Z. Archivo Histórico Municipal (Cuenca). Xerox del Ecuador S. A. Cuenca 1983
* Para mejor comprensión del texto hemos actualizado la ortografía y los signos de puntuación.
La primera referencia documental que hemos encontrado sobre la zona consta de una merced de tierras que el cabildo de Cuenca hace el 5 de mayo de 1572 a Antonio de Sanmartín, de “cincuenta 8 quadras de tierra para sembrar entre Maribiña y Casacona en un lugar llamado Nabuenpata, en unos paredones del Inga, subidos los escalones del río de Casacono yendo a Loxa, a mano izquierda”[2]Este trecho del Camino Real partía de “los Tambos Reales”, hoy Pumapungo, hacia el sur, por la actual avenida Huayna Cápac, el puente Ingachaca-Vergel- rumbo a Loja; el primer tambo documentado es el de Maribiña o Mariviña, cerca de Jima, segundo el de Casacono* y tercero el de Oña. * Queda pendiente un estudio más amplio sobre el Tambo de Casacono y la región así denominada entre los siglos XVI - XIX
Ahora bien, este Nabuenpata podría ser la actual  Dumapara o un sitio cercano y el río Casacono el río  León; si viajamos de norte a sur, a mano izquierda del río León están los paredones del Inga, es decir, Dumapara.; hacia 1708 en una composición de tierras que hiciera el Depositario General de Cuenca, don Pedro Coronel del Mora, al señalar los linderos del hato de El Paso indica que en él caben “tres queseras llamadas Charqui, la una, la otra Dumapara y la otra Zhingata” (Carrasco, 1998, p. 88). Es esta la primera referencia documental que  encontramos al iniciar la investigación sobre la hacienda El Paso y sus tierras aledañas hacia 1998 sobre Dumapara, acaso denominada anteriormente como Nabuenpata, en la subregión de Casacono, a la que  hemos agregado nuevas referencias documentales conforme avanzamos en nuestra tarea historiográfica.
En síntesis, hemos comentado la posesión de Espinoza sobre los territorios de la provincia incásica de Tomebamba, levantada acaso sobre una situación cultural y territorial preexistente entre los cañaris: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba, mientras que Burgos Guevara, basado en cronistas señala: Hatun-Cañar, Tomebamba y Cañaribamba. Nuestra reflexión va en el sentido de que Cañaribamba, situada al suroccidente de la provincia del Azuay, tiene como centro el valle de Yunguilla y los territorios occidentales hasta el Oro, por lo que queda un vasto territorio presumiblemente cañari en torno a la subcuenca del río León y sus afluentes cuyo centro podría girar en torno a Dumapara, sea  una ciudad, como plantea don Francisco Talbot o un tambo incásico, como quieren Fresco e Idrovo Urigüen porque abarca una extensa zona arqueológica e histórica aún no bien explorada y conocida en la que habría mucho que investigar.
Para comenzar, Talbot se plantea: “¿Ciudad? ¿En qué tiempo fue construida? ¿Quiénes la construyeron? ¿Cómo se llamaban sus moradores? ¿Fue anterior a la conquista de los incas? ¿Qué hicieron los incas con ella? ¿La edificaron ellos? ¿Y entonces, por qué no ha quedado siquiera la tradición? ¿Si construida por los incas, y llegados inmediatamente los españoles, dónde las crónicas sobre esa gran ciudad?
Y ahí está Dumapara, prácticamente un topónimo más del cantón Nabón porque acaso fueron proféticas las palabras que escribió Talbot como epílogo de su artículo: “Porque nada se ha de hacer ni conseguir, creo inútil recomendar al Gobierno y a las sociedades científicas, la conservación y el estudio de esas ruinas. Por eso no lo hago” (Talbot, s/f, p. 141).
¿CAÑARIS O SITUMAS? Según la hipótesis de Glauco Torres Fernández de Córdova la denominación arcaica fue Si-Duma, pero como las lenguas aborígenes no tienen “d” por facilidad los cronistas la escribieron con “t”, por tanto, escribieron situma en lugar de siduma; si quiere decir luna, según Calancha y duma, dominio de, lo que vendría a ser dominio de la Luna, es decir, un pueblo que adoraba a la luna, como lo han señalado algunos investigadores (Torres Fernández de Córdova, 1982, p. 250).
¿Cuándo y cómo se cambió de situma a cañari? La hipótesis trata de explicar, cuando Huayna Cápac arriba a las tierras de Hatun-Cañar ante lo gélido de la temperatura exclama: cañari, que podría decir, en esta tierra hace un frio que quema; en el quichua peruano quemar campos o prender fuego  se decía canarini, mas como aquí se utiliza la ñ se conforma el verbo reflexivo cañarini, con el  que se  habría apodado al pueblo en donde hacía un frío que quema, siendo ésta una propuesta lingüística válida.
Luego, hay otras interpretaciones: cañaris, utilizaban los incas para referirse a guardias; conformaron las huestes de Huáscar; fueron con Túpac Yupanqui y luego con Huayna Cápac, mitimaes llevados a diversas regiones del Perú. En una visita a Cajamarca conocimos la comunidad de Porcón, que, según el guía turístico, descendían de los mitmas cañaris encabezados por el curaca homónimo. Los cañaris fueron ubicados por Huayna Cápac en el Cusco en el valle de Yucay y otros lugares como grupos domésticos. (Burgos, 2003, p. 16).
Para terminar, queremos reafirmar nuestra propuesta: al enfrentarnos a otras fuentes, documentales y bibliográficas, podemos encontrarnos con “otra historia” como lo que parece suceder con Dumapara, considerada por muchos como el tambo de Casacono, cuando al parecer el asentamiento incásico se encontraba en el actual Tamboviejo, unos pocos kilómetros al Occidente de las “míticas ruinas”; acaso Dumapara fue la gran ciudad, posiblemente cañari, conocida por Talbot,  que sobrevivió a la “quesara” colonial de los Coronel de Mora y a la depredación de sus materiales iniciada a comienzos del siglo XX.
Por otra parte, hemos tratado de demostrar que los dominios del cacique  don Luis Juca se extendieron más hacia el Sur de Jima, los bolos y los cuyes, perfilando una nueva región de ocupación cañari al margen de las conocidas Hatun-Cañar, Cañaribamba y Tomebamba; acaso su influencia cultural se extendía a la actual provincia de Zamora, en donde por lo menos identificamos Tutupali, topónimo cañari según Cordero Palacios.-pp. 322, El Quichua y el Cañari, 1981-
Queda aún mucho por investigar en torno a Nabón, Dumapara, Casacono y otros sitios de valor histórico y cultural cuya historia se pierde y confunde con la leyenda y equivocadas interpretaciones.
Abril de 2015- junio de 2018
Fuentes:
Merced de Tierras hecha a Antonio de San Martín, (5 de mayo de 1572, Archivo privado del autor).
Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara (1826, Archivo privado del autor).
Bibliografía:
Burgos, H. (2003). La identidad del pueblo Cañari. Quito: Abya Yala.
Carrasco V., M. (2015). Nabuenpata, Nabún, Nabón. A la sombre de Clío. Cuenca: Cátedra Editores.
Carrasco V., M. (2015). El Paso: una hacienda tradicional en la Sierra Centro-Sur del Ecuador. A la sombre de Clío. Cuenca: Cátedra Editores.
Cordero C., Luis. (1968). Diccionario Quichua-Español. Español-Quichua. Cuenca: Universidad de Cuenca.
Cordero Palacios, O. (1981). El Quichua y el Cañari. Cuenca: Departamento de Difusión Cultural de la Universidad de Cuenca.
Espinoza, L. (2010). Tomebamba la provincia inca. consultado en línea en:  http://cuencacultural.blogspot.com
Hocquenghem, A. M. (2009). La red vial incaica en la región sur del Ecuador, consultado en línea en:  http://www.hocquenghem-anne-marie.com
Idrovo, J. y Gomis, D. (2009). Historia de una región formada en el Austro del Ecuador y sus conexiones con el norte el Perú. Quito: América Latina.
Idrovo, J. (2015). Dumapara. Un sitio kañari-inka atravesado por el Qhapaqñan. Ciudad: Editorial. Gráfica Lituma. Cuenca
Talbot, Francisco. (s/f). Las ruinas de Duma-para” en Octavio Sarmiento Abad, Cuenca y yo, tomo IV. Cuenca: Editorial Amazonas.
Torres Fernández de Córdova, G. (1982). Diccionario Kichua-Castellano. Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, núcleo del Azuay.



[1] Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor.
[2] Merced de Tierras hecha a Antonio de San Martín, 5 de mayo de 1572, Archivo privado del autor.

DUMAPARA, UN SITIO KAÑARI-INKA ATRAVESADO POR EL QHAPAQÑAN: Una mirada crítica desde la Historia.

DUMAPARA, UN SITIO KAÑARI-INKA ATRAVESADO POR EL QHAPAQÑAN: Una mirada crítica desde la Historia.

Manuel Ignacio Carrasco Vintimilla
En julio de 2015 el Municipio de Nabón publicó Dumapara. Un sitio kañari-inka atravesado por el Qhapaqñan, basado en los informes presentados por el Arqueólogo Jaime Idrovo Urigüen sobre el proyecto “Dumapara. Período 22 de julio- 6 de septiembre del 2013”, dicho libro consta de tres capítulos: I. Generalidades; II. Excavaciones y prospecciones; III. Conclusiones preliminares.
En el primer capítulo encontramos dos acápites que llamaron nuestra atención: a) Algunas reflexiones históricas sobre Nabón (páginas 12 y siguientes) y b) Sobre el nombre de Dumapara (páginas 33 y siguientes). Desde hace algún tiempo hemos trabajado sobre la hacienda de “El Paso” ubicada en territorios del cantón Nabón y hemos encontrado amplias vinculaciones de la historia de la hacienda con Nabón, en cuanto asiento de población humana, con Dumapara como estancia integrante de” El Paso” y como sitio de interés arqueológico e histórico.
Al leer con verdadero interés el libro publicado por el Municipio de Nabón encontramos que existen ciertos aspectos relacionados con la historia de Nabón y Dumapara que merecen ser revisados y reflexionados desde la ciencia histórica, ya que no estamos de acuerdo con algunos asertos emitidos por el autor del estudio en lo que respecta a los dos acápites ya indicados, en consideración del tiempo concedido para la exposición de la ponencia habremos de trabajar en torno al acápite titulado “el nombre de Dumapara”.
La ponencia encuentra su fundamentación científica en la bibliografía disponible sobre el sitio y la documentación generada en tiempos de la Colonia y la primera época republicana que poseo en mi archivo privado y en la documentación que he podido encontrar en los archivos públicos.
Sobre el nombre de Dumapara
En síntesis la propuesta del arqueólogo Idrovo en este acápite se reduce a manifestar que “sobre la existencia de un sitio o tambo conocido en el siglo XVI como Dumapara, no tenemos evidencia documental alguna” (Idrovo, 2015, p. 34) de manera semejante opinaba Fresco cuando decía: “que este tambo-el de Dumapara-  no es citado en documentos coloniales, pero debe corresponder al que Guamán Poma (1936:1086) incluye en su lista con el nombre de Cazacuno” (Fresco citado por Idrovo, 2015, p. 44).   En efecto, sobre el tambo de Dumapara quizás no podamos encontrar evidencia documental alguna, sencillamente porque no hubo, ni en el Capagñan, ni en el Camino Real colonial tal tambo, como trataremos de demostrar posteriormente.  Pero lo que sí se encuentra registrado documentalmente es un sitio con el nombre de “Tumapara”[1], constante en la merced de tierras que Francisco Enríquez solicita al Cabildo Cuencano el 8 de abril de 1586. Tumapara también consta en la página 100 de Tomebamba. Arqueología e Historia de una ciudad Imperial, obra escrita por el doctor Idrovo Urigüen, en uno de los párrafos del subtítulo “Caminos hacia el Sur” que se inicia en la página 99 de la citada obra.
A nuestro entender existe una grave confusión geográfica y, en consecuencia, un lamentable error de orden histórico al tratar de identificar el tambo de Casacono con el sitio o, quizás, ciudad cañari-inca, de Dumapara[2], pensamos que el error se produce por el desconocimiento de la merced de tierras solicitada por Enríquez y si alguien la leyó no lo hizo con la debida atención, amén que hemos consultado otros documentos coloniales y de inicios de la república en los cuales se establece una clara distinción entre lo que es el tambo de Casacono y el sitio de Dumapara, como lo demostraremos más adelante.
En la merced de tierras solicitada por Enríquez en 1586 se dice:

se le haga merced de le recebir por vecino della [la ciudad de Cuenca] y hazarle merced de le prover cinquenta y ocho quadras de tierras, media legua arriba de los Tambos Reales de Casacono, que están hacia mano yzquierda ansí como vamos desta ciudad para la de Loja, en el sitio que se dize Tumapara en unos paredones del Ynga questa sin perjuicio”; es decir una distancia de 2500 m. más o menos entre uno y otro sitio y “los dichos señores [integrantes del Cabildo] visto el dicho pedimento dixeron  que en nombre desta ciudad le resibían por vecino della y la proveyan treinta quadras de tierras en la parte e lugar donde las pide con que sea sin perjuicio de terceros y de los naturales y mandaron que se dé título dellas, lo firmaron al pie de dicho Cabildo

Por otra parte, en 1708 don Pedro Coronel de Mora, Depositario General de la ciudad, realizó una composición de tierras con el Oidor de la Real Audiencia de Quito, Licenciado Fernando de Sierra Osorio, a fin de confirmar la tenencia sobre el hato de “El Paso”, en donde dice tener tres queseras “llamada Charqui la una, la otra Dumapara y la otra Zhingata” (Carrasco V., 2015, p. 88 ; la pertenencia de Dumapara a la hacienda “El Paso” sería  confirmada en 1828 en el texto de la sentencia que el juez suplente de Girón dictara en el juicio por linderos entre los propietarios de Tamboviejo y El Paso, a  favor del propietario del segundo predio, cuando manifiesta que “teniendo en consideración,  primero el título de composición fecho el año de mil setecientos ocho en el que consta que el sitio de Dumapara de la actual questión (sic) es perteneciente a la hacienda de Paso, de propiedad del ciudadano Sebastián Serrano”,[3] confirma tal posesión.
En segundo lugar, el juez que sentenció en este pleito hace referencia a “una vista de ojos” y “compromiso que de común acuerdo hicieron los dos colitigantes” de los linderos entre las dos propiedades, por parte de Juan Samaniego, dueño de Tamboviejo, y el padre mercedario Fray Pedro Garcés de Aguilar, prior de la orden propietaria de “El Paso” y de la estancia de Dumapara, entre 1783 y 1794. La diligencia judicial fue practicada en el año de 1784 en presencia de “los Señores Alcaldes que fueron en aquel año de la Capital de Cuenca” y continúa con otras evidencias en distintas fechas mediante las cuales se demuestra que Dumapara era un estancia o quesera de la hacienda “El Paso”, con lo que tratamos de demostrar que la designación de lo que se denomina hoy sitio monumental y arqueológico de Dumapara viene de antigua data.
Al finalizar el artículo de don Francisco Talbot Niemes encontramos la nota que dice “Estas ruinas se encuentran en la hacienda de la señorita Isabel Carrasco S. y fue su hermano y mi amigo don Francisco Carrasco S., quien me llevó a conocerlas y me ayudó a levantar los planos” (Talbot, s.f., p. 141) la trascribimos como una muestra de que el nombre histórico de Dumapara se conservaba en la memoria de la familia descendiente de los antiguos dueños de “El Paso” y que no se “ habría originado en la pluma” de su primer estudioso. 
Volvamos al texto de Idrovo, quien, al no encontrar evidencia documental sobre el tambo de Dumapara,  dice: “se abre el debate sobre el nombre actual –de Dumapara- , que al parecer se ubicaría a principios del siglo XX o finales el XIX, quizás con la llegada de los primeros estudiosos del complejo arqueológico, los mismos que a falta de un nombre propio, ya perdido en la historiografía local, lo habrían denominado Dumapara” (Idrovo, 2015, p. 34), luego en el acápite “Los descriptores del sitio Dumapara” señala que fue don Francisco Talbot quien en 1916, por primera vez, describió el sitio e identificó el lugar como Duma-para, “Peguntándonos, dice, si no fue desde su pluma que se originó el nombre del complejo monumental que ahora investigamos” (Idrovo, 2015, p. 37).
Es más, al parecer Idrovo está convencido de que el término Dumapara es un neologismo creado por Talbot, ya que en la página 28, al referirse a “El Quichua y el Cañari”, de Octavio Cordero Palacios afirma que: “A partir de esta obra escrita poco después (1923) de la publicación de Francisco Talbot, en donde por primera vez se consigna el nombre de Dumapara, el sitio comienza a identificarse de esta manera” (Idrovo, 2015, p. 29).  A nuestro entender atribuye a Cordero Palacios la divulgación del término Dumapara, sin embargo, estimamos que debe estar claro, Tumapara o Dumapara es un toponímico regional de largo aliento histórico.
Casacono, Tamboviejo y Dumapara
Sobre los “Tambos Reales de Casacono”, que consta en la merced de tierras de Enríquez,  hemos identificado algunas referencias históricas. La primera cita documental que  encontramos sobre el término Casacono consta en  una merced de tierras que el cabildo de Cuenca hace el 5 de mayo de 1572 a Antonio de San Martín, decincuenta y  ocho quadras de tierra para sembrar entre Maribiña y Casacona en un lugar llamado Nabuenpata, en unos paredones del Inga, subidos los escalones del río de Casacono[4] yendo a Loxa, a mano izquierda”[5],  términos similares utilizará Francisco Enríquez catorce años más tarde para solicitar su merced de tierras en la misma zona: “media legua arriba de los Tambos Reales de Casacono, que están hacia mano yzquierda ansí como vamos desta ciudad para la de Loja, en el sitio que se dize Tumapara en unos paredones del Ynga questa sin perjuicio”.
Al parecer el topónimo Casacono o Cazacuna, hoy desaparecido de la geografía regional, abarcaba una zona mayor en la que se englobaban sitios como Tumapara o Dumapara, Nabuenpata, Callanaurco, Gaugualtula y otros, entre la confluencia de los ríos Chalcay y León hasta el pueblo de Cochapata, en el extremo suroriental de la zona, como lo veremos oportunamente.
Además de las ya citadas en las mercedes de tierras de San Martín y Enríquez, encontramos la que corre en “Testimonio de cómo el gobierno despachó cédula y comisión para reducir indios a sus pueblos”;  en el documento del 8 de octubre de 1618 se indica que el Licenciado Diego de Zorrilla, Oidor de la Real Audiencia de Quito, en cumplimiento de la reducción de indios de las provincias de Cuenca, Loja y otros partidos, dispuesta por el Virrey Príncipe de Esquilache, ordena y manda a don Sancho Fernández y Miranda, corregidor de la ciudad de Cuenca reducir a los indios que estaban dispersos en diversos lugares: “quemándoles las casas en que vivían en los dichos sitios, y que no les consintieran volver a ellos de manera alguna”.
Un grupo debía ser reducido a los tambos de Oña y otro al “de Nabún, donde se había de posar el Tambo Real de Casacono” en el que debía dejar tres casas para tambo y otras dos o tres para que vivan los tamberos.[6] Es de advertir que las reducciones de indios, como la que se realizó en 1573[7] y la que se efectuó en 1618, tenían entre otras finalidades las de despoblar zonas fértiles que en poco tiempo eran solicitadas mediante mercedes reales u ocupadas en virtud de composiciones de tierras, acaso con las tierras del Tambo Real de Casacono sucedió que pronto fueron incorporadas al hato o hacienda de Casadel, a raíz del traslado el sitio comenzó a denominarse “tamboviejo”, sustituyendo hasta nuestro días el histórico de Casacono o Cazacuna.
En un juicio por posesión de tierras, entre Ñamarin y Uduzhapa, en febrero de 1666 el demandante Joan Coronel de Mora, Alguacil Mayor de Cuenca, señala que las tierras en disputa  -Uduzhapa y Tasque-   se encuentran en “una caldera o joyada que está en el camino que va  del tambo de Casacono al de Oña”[8], es decir, entre los actuales cantones de Nabón y Oña, toda vez que el Tambo Real de Casacono fue trasladado a Nabún en 1618,  tal como hemos señalado en párrafo anterior, 48 años atrás.
A fin de confirmar que el Tambo Real de Casacono fue trasladado a Nabón, en otro pleito por tierras encontramos lo siguiente, en un texto de notificación judicial: “En el pueblo de San Juan de Nabón, llamado Casacono, en dos días del mes de marzo de mil setecientos y ochenta (…)”[9] sigue el texto de la notificación. En el mismo juicio se designa a Nabón como “tambo”.
Nuevamente recurrimos a un pleito por la posesión de tierras en 1827, esta vez entre Francisco Tapia, propietario de Tamboviejo –antiguo Casacono- y Sebastián Serrano, dueño de la estancia de Dumapara -confundida con el tambo de Casacono- a fin de demostrar que esta estancia formó parte de la hacienda de “El Paso” y en la época colonial estaba considerada como “quesera” del hato para cría de ganado que poseía la familia Coronel de Mora.
En el expediente promovido por Francisco Tapia, el ciudadano Sebastián Serrano y Argudo dueño de la hacienda de “El Paso”, presenta un interrogatorio que deberá ser respondido por algunos testigos, mediante el cual trata de demostrar que la estancia de Dumapara, lindante con la tierras de Tamboviejo, le han pertenecido a él y a su padre; que el finado capitán Antonio Coronel del Mora y Cevallos,  propietario anterior de “El Paso” tuvo su quesera en tierras de Dumapara ;que  el antiguo camino viejo (Capagñan)  pasaba por el centro de Tamboviejo ;  y si el camino llamado real, que corre cerca de Dumapara, es de construcción de pocos años. Concurren cinco testigos quienes coinciden en lo sustancial por lo que vamos a transcribir una de las respuestas.[10] Paréntesis nuestro.
Declaración de Juan Manuel Quezada –blanco, de edad de más de setenta años–, quien a la:

quinta dijo que así mismo es cierto que el Capitán don Antonio Coronel de Mora[11], como dueño de la hacienda de Paso y de los sitios de Dumapara, había tenido su quesera de ganado vacuno y corral; que aunque el testigo no alcanzó en aquel tiempo, pero que el finado don Mariano Coronel de Mora, a quien le conoció, que éste como hijo legítimo del antes dicho don Antonio, permaneció bastante tiempo con dicha quesera; y el hijo de dicho don Mariano, nombrado don Pedro Coronel de Mora, destruyó y alzó dicha quesera; que tanto el ganado vacuno, como el yeguno de los expresados Coroneles se mantenían en dichos sitios de Dumapara, como igualmente en los de Tamboviejo por haber estado en aquel tiempo en verbo (sic) sitio, sin que se siembre cosa alguna y bajo el cuidado de los indígenas de cuenta.
Sobre este aspecto cabe indicar que en un plano de Dumapara elaborado por Antonio Fresco y reproducido por Anne Marie Hocquenghem, en la página 31, hacia el Occidente se señala una construcción no bien definida con el literal que reza: E.-  Corral?; la sospecha del arqueólogo español, debería ser tomada en cuenta e investigada a fin de confirmar o descartar que Dumapara fue una “quesera” o ganadería de propiedad de la familia Coronel del Mora.
En la sexta pregunta el testigo afirma que: por boca de su finada tía Gregoria Quezada y de otros muchos más ha oído que el      Camino Real Antiguo era por el centro de Tamboviejo, en donde había una casa de tambo para el alojamiento de los correos y pasajeros, y que el Camino Real que hoy se halla es de pocos años a esta parte respecto al antiguo; que así mismo ha oído el declarante por voz común de que al centro de Tamboviejo hay vestigios hasta la fecha de haber habido unos paredones del Inca, inmediato a la casa del indígena Bacilio Salazar a más de los paredones que existen en los sitios de Dumapara.[12]
De acuerdo a esta declaración y a las de otros testigos que comparecen en el proceso en la zona se encontrarían dos sitios arqueológicos e históricos, el de Dumapara y el de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono. Apoya nuestra presunción la merced de tierras de Francisco Enríquez ya aludida anteriormente.
Para terminar este acápite, el 19 de febrero de 1848 en la parroquia de Nabón, del cantón Girón, se efectúa una diligencia judicial, a cargo del Alcalde y su Asesor, funcionarios posiblemente del cantón Girón, a fin de determinar el sitio de Casacono y otros relacionados con Cochapata, así mismo en un pleito por tierras entre vecinos e indígenas del lugar. Se designaron peritos, seguramente entre conocedores de los lugares en cuestión, quienes “dijeron que el sitio en el que se hallaba el Sr. Alcalde se denominaba por notoridad (sic) Tamboviejo de Casacona”.[13]
Tamboviejo y Dumapara
Sobre Tamboviejo Idrovo escribe:

Se trata de un pequeño caserío localizado al occidente de Dumapara, pero a poquísima distancia del mismo. No se han realizado reconocimientos, investigaciones arqueológicas, etnohistóricas o etnográficas sobre el lugar, pero podría suponerse que, una vez abandonado el primer sitio, nuevos edificios construidos en el período colonial temprano pudieron sustituir al primero, lo cual amerita igualmente varias preguntas: ¿hasta cuándo funcionaron las instalaciones inkaicas en Dumapara? ¿Fueron las mismas destruidas durante las guerras en el ocaso del Tawantisuyo? ¿Sobrevivieron durante algún tiempo más, empleadas como parte de la infraestructura vial del Qhapaqñan que los españoles continuaron utilizando? (Idrovo, 2015, p. 48). 

Sobre este párrafo comentamos: resulta ineludible investigar en torno a Tamboviejo a fin de confirmar o desvirtuar que en este sitio posó el Tambo Real de Casacono, al parecer Idrovo sospecha que Tamboviejo-Casacono fue ocupado en el período colonial temprano, mientras la documentación estudiada por nosotros demuestra lo contrario y finalmente “la estructura vial que los españoles  continuaron utilizando” no es la del Tambo Real de Casacono, si no la que los españoles abrieron  raíz del traslado del tambo de Casacono a Nabún (Nabón) en 1618, acercando la vía a las míticas ruinas de Dumapara, tal como conocemos ahora.
Ahora bien ya hemos visto que “Tumapara”, escrito luego con “d”, asoma en la merced de tierras solicitada por Enríquez en 1586, en la que queda muy clara la distinción entre los dos sitios, Tambos Reales de Casacono y Dumapara, incluso el doctor Idrovo aludiría a esta solicitud en la página 100 de su Tomebamba. Arqueología e Historia de una ciudad imperial, como ya hemos anotado. Luego Dumapara es citado como quesera del hato de “El Paso” por don Pedro Coronel del Mora en 1708, condición que es confirmada por los testigos de Sebastián Serrano y Argudo en el juicio entablado por Francisco Tapia en 1827 cuando declaran que Dumapara fue quesera de los descendientes de don Pedro Coronel de Mora, luego la sentencia del juez dictada en Girón en 1828, con lo que demostramos que Dumapara, Tumapara o Tumapata, en fin como se escriba, no es un topónimo surgido de la pluma de don Francisco Talbot Niemes si no que ha estado presente en la documentación colonial, acaso en pocas ocasiones, o tal vez falta investigar en este sentido a fin de comprobar con mayor certeza la presencia de esta designación geográfica, acaso cañari, en nuestro corpus histórico-cultural letrado a partir del siglo XVI. Más allá de las significaciones toponímicas, un nombre de un sitio o lugar nos remite a realidades geohistóricas con profundo contenido humano, económico, social y cultural.
En el caso de Dumapara sabemos que hay diversas designaciones, acaso cañaris, acaso quichuas que nos remiten a una realidad: en 1586 fue identificado como un sitio, en que solicitaba al cabildo de la ciudad, 58 cuadras “para hacer sementera” para el sustento de la mujer y los hijos de Francisco Enríquez, servidor del rey de España en la Gobernación de Yaguarzongo y Pacamoros, solicitante,  además, de la vecindad en Cuenca del Perú en la que al parecer pretendía residir definitivamente; que el sitio, al hoy que conocemos como Dumapara estaba “media legua arriba de los  Tambos Reales de Casacono”. En consecuencia, se trataba de dos lugares cercanos pero distintos en cuanto a su ocupación humana y su función social, la solicitud es clara, “en el sitio que se dice Tumapara, en unos paredones del inga, que están sin perjuicio”.
 ¿Para qué quería Enríquez un sitio en el que había unos paredones del Inga? ¿Para hacer sementera y “huaquear” los posibles tesoros que los paredones podían esconder? ¿Fue esta también la razón por la cual los Coronel de Mora la mantenían como “quesera” del hato de ganado vacuno y caballar de El Paso? ¿Fue esta la razón por la que Talbot escribe: “Admira que desde el año de 1534, en que Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar, por orden de Francisco Pizarro, vinieron desde Piura a Quito, por Loja y Cuenca, nada se haya dicho de la existencia de las ruinas de Duma-para, menos de lo que pudieron haber sido, ni de la raza que las construyera”? (Talbot, s.f., p. 137).
Por otra parte, resulta más que evidente que Casacono, donde posaban los Tambos Reales, pasó a ser conocido como Tamboviejo a partir del traslado que se realizó en 1618 al sitio denominado Nabún, donde se desarrolló históricamente el actual centro cantonal de Nabón.
Dumapara y el Capagñan
Cabe también pensar que los conquistadores, Almagro y Benalcázar, como piensa Talbot,  acaso no vieron Dumapara porque el tambo del Capagñan, en caso de que circularan por este tramo[14], se encontraba media legua más abajo hacia el occidente y luego, el sitio de Dumapara fue acaso despoblado en 1573-74, con la reducción que se hizo de los súbditos del cacique don Luis Juca (Truhan, 1995), al pueblo de Paccha por orden de Visitador General y Oidor de la Real Audiencia de Quito, licenciado Francisco de Cárdenas, mientras permanecía activo el que otrora fuera Tambo Real de Cazacuna o Casacono, hasta la nueva reducción de indios realizada en 1618, cuando se trasladó el tambo de Casacono a Nabún -Nabón-, ocho kilómetros al norte, a fin de dejar libres esas tierras para ser incorporadas al hato de Casadel, del que dependía Tamboviejo,  lo que obligó a un nuevo trazado del Camino Real Colonial por la “quesera” del hato de “El Paso”, trazado nuevo que pasó cerca de “los paredones” de Dumapara, mientras que con el paso del tiempo el Tambo Real incásico pasaba a denominarse Tamboviejo de Casacono y finalmente Tamboviejo, donde también “al centro de Tamboviejo hay vestigios hasta la fecha- 1827-  de haber habido unos paredones del Inca, inmediato a la casa del indígena Bacilio Salazar a más de los paredones que existen en los sitios de Dumapara”, como reza la declaración de Juan Manuel Quezada en el juicio por tierras entre Tapia y Serrano.
Ahora bien, desde Uhle, González Suárez, Antonio Fresco, Ricardo Espinosa, “el caminante” hasta Jaime Idrovo han identificado a Dumapara como el tambo incásico del Capagñan, atribuyéndole ser el de Cazacuno, citado por el cronista Guamán Poma; con acierto Hocquenghem afirma que:

el sistema de tambos fue restablecido en parte por las autoridades españolas, como lo indica en 1543 Vaca de Castro (Ed. 1908). Los tambos coloniales por lo general fueron las mismas estructuras que usaron los incas, aunque no siempre. La lista de tambos de Guamán Poma de Ayala es la colonial y nos parece, en ciertos casos, arriesgado atribuir el nombre de uno de los tambos citados por este cronista a un sitio arqueológico particular (Hocquenghem, 2009, p. 31).

Sin embargo, las evidencias documentales presentadas por nosotros nos autorizan a sostener que el incásico Tambo Real y el colonial Tambo de Casacono estuvieron ubicados hasta 1618 en el mismo sitio, denominado luego Tamboviejo y que Dumapara, dos o dos y medio kilómetros al este, no fue tambo ni en el incario, ni en la Colonia. De aquí que nos parezca acertado lo que Idrovo Urigüen señala en sus “Conclusiones preliminares”:

Los nombres con los que identificamos a los distintos conjuntos y elementos del Complejo Arqueológico y Monumental de Dumapara forman parte de una aproximación histórica y funcional a este tipo de ocupaciones, que se relacionan con la presencia Inka en los Andes septentrionales, los mismos que generalmente y este es el caso de Dumapara, se superponen a antiguos asentamientos aborígenes, en este caso identificados con la etnia o nación Cañari (Idrovo, 2015, p. 127).

Las conclusiones preliminares
Preciosas y sagradas ruinas, dice Talbot del Complejo Arqueológico y Monumental, al que califica de gran ciudad que se extiende hacia el sur por un área recorrida a caballo de aproximadamente una hora, es decir, alrededor de una legua castellana, esto es como 4.190 metros, extensión que con mucho rebasa el actual perímetro del complejo arqueológico estudiado por Idrovo, no cabe duda que en Dumapara se produjo una simbiosis cultural cañari ,inca y  castellana que requiere un mayor esfuerzo investigativo.
Quizás valga la pena retomar las inquietudes de Francisco Talbot Niemes: ¿en qué tiempo fue construida Dumapara? ¿Qué pueblo o etnia la levantó? ¿Surgió con anterioridad a la conquista incásica? ¿Fue obra del incario y por qué no fue conocida historiográficamente en tiempos coloniales? y de nuestra cosecha: ¿es válida la propuesta de Glauco Torres Fernández de Córdova, a la que hemos aludido en líneas anteriores?  
Si bien, en el informe de Idrovo y al parecer en el estudio de Fresco, se sostiene que la estructura arquitectónica de las construcciones corresponde al estilo incásico, nos llama la atención, al igual que al autor del libro que comentamos: “la ausencia total de cerámica inca, a excepción de contados fragmentos sobre los cuales tenemos dudas” (Idrovo, 2015, p. 79), afirmación repetida varias ocasiones en el texto que comentamos. Sobre este particular afirma que:

(…) nos encontramos con un cuerpo cerámico de piezas fundamentalmente utilitario –domésticas, en donde se privilegian los recipientes para líquidos, ollas para la cocción, representados por un total de 86 fragmentos con hollín, localizados en las “kallancas asociadas y la kancha lateral”, más 17 en las excavaciones en el “Cementerio”, al igual que cuencos y otros recipientes de servicio de alimento (Idrovo, 2015, p. 107).

En conclusión dice, estaríamos tratando, tanto en el caso de “las Kallancas” como en “el Cementerio” y el “Promontorio”, de actividades domésticas que escapan a una función religiosa o militar, especialmente en el primer caso, aunque en el segundo, la presencia de las sepulturas y pozos de ofrenda confirman este hecho, pero asociado a la presencia de grupos humanos que vivían en el lugar, sin que la producción alfarera, marque una diferencia entre ambos factores ” (Idrovo, 2015, p. 107-108). En resumen, ante la ausencia de cerámica inca, se afirma la presencia cañari en el sitio, por lo que “se vuelven ahora más que nunca imperiosas nuevas excavaciones especialmente en la “Residencia Inka” y en las Qhollqas”, en donde se supone debería hallarse materiales culturales de procedencia inkaica” (Idrovo, 2015, p. 107-108), nuevas excavaciones que deben apuntar también Tamboviejo o antiguo Casacono, acotamos nosotros.
Las afirmaciones anteriores del arqueólogo Idrovo confirman nuestra tesis: Dumapara no fue en ningún momento de su historia un tambo incásico, ni un tambo colonial,  por lo que se afirma la presunción de don Francisco Talbot al pensar que se trata de un centro poblado,  posiblemente de origen cañari, decimos , cuyos sitios ceremoniales y militares debían encontrarse en un ámbito geográfico mayor, como puede ser el caso del cerro conocido como “el Queso”, al este de Dumapara, y el Castillo, como fortaleza militar a cuyo extremo norte se encuentra una portada antiguamente denominada Ingapirca, hoy de propiedad de Graciela Vintimilla. Es también posible que en la laguna de Cado se haya ubicado un centro ceremonial de los cañaris, porque estamos de acuerdo con la afirmación de “que nos encontramos frente a una forma de organización social de tipo Kurakazgo que sin duda formaba parte de un área mucho mayor, concebida como un señorío que incluía los actuales cantones de Nabón, almenos una parte de Girón y Santa Isabel, al igual que Oña en el extremo Sur” (Idrovo, 2015, p. 138), propuesta coincidente con la nuestra  que corre en el artículo titulado “Breves acotaciones en torno a Dumapara ¿ciudad cañari o tambo incásico?”, aún inédito.
Por lo expuesto en este estudio, Dumapara es un sitio cañari-inca atravesado por el Camino Real Colonial, que merece un estudio interdisciplinario; anunciamos la  posibilidad de ampliar este trabajo con nuevas acotaciones en torno a “Algunas reflexiones históricas sobre Nabón”.
Notas críticas:
1.- En la página 45 encontramos el siguiente comentario: “(2) Por lo visto, Fresco no ha recorrido o no conoce la zona, puesto que el río León se halla al sur de Dumapara y por lo mismo, bastante más hacia  el sur  de Nabón”
Para nuestro concepto el río León, nace con el nombre de río Nabón,  recoge las aguas de un  ángulo geográfico que se forma entre el Nudo Portete-Tinajillas-Silván y la Cordillera Oriental; a su paso por Zhiña se denomina León o Leonhuayco, sus aguas corren de Norte a Sur hasta su unión con el río Uduzhapa,  desde donde comienza a derivar al Occidente para unirse con el río Ridcay y formar el Jubones que desemboca el Océano Pacífico, en la Provincia de El Oro. A su paso por la cabecera cantonal de Nabón y Dumapara, el río León se encuentra hacia el Occidente de estos dos sitios geográficos; para llegar a Dumapara o a Tamboviejo desde el centro cantonal hay que atravesar el río Chalcay, tributario del León por la banda izquierda, debía ser vadeado por la ruta del Capagñan y del Camino Real Colonial a la altura de Chalcay.
2.-  Del Plano de Nabón, elaborado por el IGM, dice, se han obtenido los siguientes datos geográficos de interés para la zona:
- “.Charcay o Cochapata (Charcay de Cochapata). Rio Charqui. Al parecer se  trata de un error de imprenta, puesto que son dos sitios diferentes, en cambio queda la duda si el segundo vocablo hace referencia a  una laguna en cuyos alrededores existían terrazas agrícolas y, si ambos elementos en el lugar actual del poblado o en su periferia .De otro lado la palabra Charqui indica una práctica andina ancestral consistente en la desecación de la carne. ¿Se realizaba la misma en el lugar, o almenos en las tierras más frías?” –pag.47-
La verdad que no alcanzamos a comprender tanta confusión : Chalcay, así consta en los documentos coloniales, es una localidad cercana a la cabecera cantonal de Nabón, junto al río del mismo nombre, ubicada al Norte de Dumapara, pasando el indicado río; aunque hay otro sitio con la misma denominación, cercano a Tamboviejo y Dumapara, probablemente sea conocido como Chalcay de Cochapata; Cochapata, es parroquia del cantón Nabón, se localiza a 3 km aproximadamente al Sur de Dumapara, es posible que en la época aborigen existieran las terrazas de cultivo, de cuya práctica se habría derivado el nombre actual; el río Charqui no consta en la hoja geográfica del IGM; el caserío de éste nombre antiguamente formó parte del hato ganadero o hacienda de El Paso como quesera, según lo afirma Pedro Coronel de Mora, como hemos visto en líneas anteriores; es posible que en esta estancia se secaba la carne de res en tiempos coloniales. Debemos advertir que en la hoja geográfica del IGM los dos sitios de Nabón y el rio constan como Charcay, nombre de una localidad  y rio de  la provincia de Cañar.

3.-  “Tambo Grande, Lomas de Shuna; la ubicación del lugar coincide con la de Dumapara. Por lo mismo, es posible que sí existiera en la memoria colectiva la noción de un Tambo de importancia regional, identificado con este Complejo arquitectónico, aunque, claro, se trata de una designación general que no incluye tampoco el nombre original del mismo. En cambio la palabra Shuna no se halla en ninguno de los diccionarios de Kechua consultados ni en el referente al kañari escrito por Octavio Cordero Palacios, pese a ello se supone que se trata de una denominación de origen local o quizás incluso, una deformación de Shiña que se habría producido en este paraje” –pag.47-
No hemos logrado ubicar en la hoja geográfica del IGM un sitio con la denominación de Tambo Grande; no sólo en la memoria colectiva subsiste el recuerdo de un tambo de importancia en la zona, ya hemos visto que permanece también en la documentación de la época. Recordamos a Tamboloma, en el antiguo camino de herradura de ingreso por el Norte a Nabón, posiblemente ese camino fue parte del histórico Capagñan y del Camino Real colonial.
En lo que respecta a Shuna conviene decir que así se denominaba la estancia que heredó doña Isabel Carrasco Serrano, cuando se dividió la hacienda de El Paso, luego del fallecimiento de su madre doña Dolores Serrano Gonzales; consideramos que no puede ser una derivación de Zhiña, pues en Toponimias Azuayas, de Oswaldo Encalada, hemos encontrado: Shunan. (Nombre Cañari)- Localidad de Chordeleg, parroquia del Cantón Gualaceo, 1990, pag. 295, lo que nos exime de mayor comentario.
4.- Loma de Pururo o Queso; de Pururo o Puru= calabaza, cosa vacía, mientras que la identificación como “Queso” le viene de la forma que adquiere la  cima del cerrillo, con la reproducción ideal de este producto lácteo. Es además conocido el sitio como un lugar en donde se halla abundante cerámica prehispánica, al igual que restos óseos. Se localiza más o menos a un kilómetro al sur de Dumapara” –págs. 47-48-b
No hemos escuchado la denominación de Pururo de este cerro; en El Paso le conocíamos como “queso” por su forma semejante a este producto; en la hoja geográfica del IGM encontramos la Loma  Sucurrumi, al Noreste de Dumapara que a nuestro criterio es el cerro generalmente conocido como Queso.
5.- Gurudel; Traducido por Octavio Cordero Palacios como “Lugar de Cochapata, Cañari”.
Octavio Cordero Palacios en El Quichua y el Cañari, pag. 257 trae el término como Garudel; en la hoja geográfica del IGM consta como Loma Garudel
5.- En la página 83, en la parte final de la descripción del sitio el Cementerio, escribe…”desciende más de 400 m. en lo que parece ser una serie de deslizamientos de suelos que se proyectan hacia la cuenca del río Nabón. –pag.83-.
En Nuevos estudios sobre el Azuay Aborigen, bajo la coordinación de Napoleón Almeida, Universidad del Azuay, 1991, pag. 54, encontramos la transcripción de unos datos geográficos de la Dra. Guadalupe Larriva de Ávila: “Su hidrografía está formada por las redes fluviales que forma el río Nabón, que nace en las alturas de Allparupashca, se enriquece con las aguas que provienen de riachuelos y quebradas que bajan desde el nudo                        de Tinajillas y las alturas del Silván, sus aguas se dirigen al oeste y forman el río León”; en un acápite anterior ya hemos indicado que el río León, nace al Norte del valle con el Nombre de Nabón, como lo indica la Dra. Larriva,  luego toma el nombre de León o Leonhuayco y  sus aguas corren al Occidente de Dumapara que está bastante al Sur del río Nabón.
6.-  En la página 38 transcribe una parte del texto de Talbot Niemes:” La población urbana de la ciudad de Duma-para pudo fluctuar entre cincuenta y sesenta mil habitantes; y la rural en ciento cincuenta mil dado el sinnúmero de ruinas enormes que se encuentran a cada paso, en unos tres kilómetros de radio, siendo la más compacta la comprendida en un arco que va del noreste al sur, principalmente en Ancu-Loma”.
En la página 55 Idrovo manifiesta la necesidad de “extender el área de prospección y de estudios arqueológicos almenos en un kilómetro a la redonda de la zona nuclear” por la cantidad de vestigios que se distinguen a nivel superficial, dice, y continúa “En referencia a lo expuesto debemos recordar que Talbot pone como límite supuesto del área del área de Dumapara el punto conocido en la época como Ancu Loma, tratándose de un cerrillo localizado en el sitio El Paso, por detrás de la Loma del Queso, a donde se accede por vía carrozable, ya sea desde Nabón o Cochapata en cerca de 40 minutos; aunque claro, si se camina desde el Complejo arqueológico, la distancia se acorta considerablemente”
Consideramos que Idrovo está errado en su apreciación al atribuir que el “arco que va del noreste al sur” se localice  entre Dumapara y Ancu Loma, el “cerrillo  localizado en El Paso”, puesto que entre estos dos sitios existe una distancia superior a los 3 kilómetros de radio  que indica Talbot; en la hoja geográfica del IGM se observa a Anculoma al Este de Dumapara, en la cabecera Oriental de El Paso ; en el extremo Occidental corre el río Chalcay, que cambia de rumbo en la estrecha garganta de Guayllas para rendir tributo al rio León aguas abajo,  por un angosto callejón rodeado por los flancos del Castillo y Sucurrumi; en El Paso, en  el estrecho callejón del río, ni  en sus verticales acantilados hemos observado construcciones prehispánicas, por lo que deducimos que el sitio al que alude Talbot como Ancu-Loma,  se encuentra al Sur del Complejo Arqueológico estudiado por Jaime Idrovo, quizás al término de la planada que se extiende en dirección a Cochapata y acaso sea  conocido hoy como Media Loma.
Cuenca, 24 de agosto de 2018.











Bibliografía:
Carrasco V., Manuel. (2015).  El paso: una hacienda tradicional en el Centro Sur del Ecuador. A la sombra de Clío. Escritos de historia de toda una vida. Cuenca: Cátedra Editores.
Chacón Z., J. (1983).  Quinto Libro de Cabildos 1579-1587. Cuenca, Xerox del Ecuador..
Hocquenghem, A. M. (2009). La red vial incaica en la región sur del Ecuador, consultado en línea en: http://www.hocquenghem-anne-marie.com
Idrovo, J. (2000) Tomebamba. Arqueología e Historia de una ciudad Imperial. Cuenca: Banco Central del Ecuador.
Idrovo, J. (2015). Dumapara. Un sitio kañari-inka atravesado por el Qhapaqñan. Nabón: Fundación Inka / Municipio de Nabón.
Talbot, Francisco. (s/f). Las ruinas de Duma-para” en Octavio Sarmiento Abad, Cuenca y yo, tomo IV. Cuenca: Editorial Amazonas.
Torres Fernández de Córdova, G. (1982). Diccionario Kichua-Castellano. Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, núcleo del Azuay.
Truhan, D. (1995). De repartimiento a reducción. La experiencia colonial del pueblo de San Francisco de Paccha. (Corregimiento de Cuenca), Universidad y Verdad # 17, pp. 93-121.
Mapa elaborado por Francisco Fienco

 




[1] Quinto Libro de Cabildos 1579-1587, versión del Dr. Juan Chacón Z., pp. 516. 
[2] En efecto Glauco Torres en su Diccionario Kichua-Castellano-Yurakshimi-Runashimi, indica que Tuma o Dumma fue el último cacique independiente de los situmas o cañaris y rendido ante Túpac Yupanqui mandó a construir en Tumapata su tierra, un hermoso palacio para el inca y sus tropas, seguramente, dice, los arquitectos del Cusco habrán dirigido esas obras, para las que los Cañaris no estaban aún preparados.
[3] Copia de la sentencia dada por el Alcalde del Cantón de Xirón, Don Juan Ordóñez, en el pleito seguido con Dn. Sebastián Serrano y Dn. Francisco Tapia por Dumapara, agosto 12 de 1828.
[4] El río de Casacono posiblemente sea el río León que atraviesa la zona de norte a sur y corre al occidente de Dumapara.
[5] Merced tierras solicitada por Antonio de San Martín al Cabildo de Cuenca, 5 de mayo de 1572, archivo del autor.
[6] Documentos, de la Revista del Archivo Nacional de Historia, Sección del Azuay, # 10, Cuenca, 1996, pp. 176-181. Véase: Carrasco V. Manuel. (2015). Nabuenpata, Nabún, Nabón.  A la sombra de Clío. Escritos de historia de toda una vida.
[7] Véase: L. Truhan, Deborah. (1995). De Repartimiento a reducción. La experiencia colonial del pueblo de San Francisco de Paccha (Corregimiento de Cuenca), en Universidad y Verdad # 17.
[8] Causa de querella seguida por Joan Coronel de Mora contra Juan Sánchez de las Heras y Quezada, 1666. Archivo privado del autor. Para facilitar la lectura hemos actualizado la ortografía.
[9] Juicio por las tierras de Chalcay entre doña María Coronel del Mora y don Manuel Ordóñez Morillo, febrero de 1780, archivo del autor.
[10] Quizás convenga aclarar que las tierras del actual cantón Nabón hoy se presentan erosionadas, con pocas zonas fértiles, en el pasado aborigen y en el período colonial temprano, debían ser fértiles, con abundantes pastos naturales, bosques y agua porque en ellas se establecieron numerosos hatos para la cría de ganado vacuno, caballar y mular.
[11] En 1748 vende la hacienda Guagualtula a su hijo natural Fernando.
[12] Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por los linderos de Dumapara y Tamboviejo, Cuenca Nov. 2 de 1827, archivo del autor.
[13] Diligencia judicial del 19 de febrero de 1848, archivo del autor. Nabón fue parroquia de Girón hasta el 7 de julio de 1987, fecha de su cantonización; Cochapata es una de las parroquias del cantón Nabón.
[14] Max Uhle al parecer identifica 3 caminos que conducen del sur al norte en esta región: uno hacia el occidente, otro por el centro, acaso el de Casacono –Dumapara dice él- y un tercero al este de Oña y cerca de Zhingata, al este de la hacienda “El Paso”.