domingo, 11 de noviembre de 2018

Breves acotaciones en torno a Dumapara


Breves acotaciones en torno a Dumapara ¿ciudad cañari o tambo incásico?
En un corto artículo publicado en “Claves de la historia de Cuenca”*, enfrentados a otras lecturas y diversas fuentes documentales planteamos la posibilidad de encontrarnos manos a boca con otra historia, esto es, con una historiografía al margen de la “historia oficial”, aquella que corre escrita en los textos de enseñanza en base de las opiniones de “las autoridades”; así, nos permitimos reflexionar en torno a Guapondélig, Tomembamba y algunos otros topónimos que nos remitían a una cotidianidad  histórica que podía tambalearse frente a nuevas evidencias y propuestas historiográficas y documentales.
*Tomebamba. La otra historia…de las fuentes oficiales a las cotidianas,  2017, pps. 37-41
Así, Dumapara o Tumapara, la legendaria ciudad cañari o tambo inca, envuelta en un tupido velo de leyendas, interpretaciones historiográficas y criterios contrapuestos constituye uno de los sitios arqueológicos, y en consecuencia un corpus histórico, que invita al debate y la confrontación en aras de establecer un mediano acercamiento a su concepción fáctica y dilucidar dudas y contradicciones que constituyen hasta ahora su entorno.
Dejemos por ahora lo de Surampalli y Tomebamba a fin concentrarnos en algunos aspectos en torno a los cañaris –kañaris según Idrovo Urigûen- o situmas, que tuvieron como gobernante, en tiempos de la fundación castellana de Cuenca, entre otros, a “Duma (un cacique de Sígsig) testigo que fue de la fundación española de Tomebamba” (Burgos, 2003, p. 14), al respecto,  queremos pensar que esta expresión es una especie de metáfora o algo por el estilo,  utilizada por Burgos Guevara para referirse a la presencia del indicado curaca en la fundación castellana de Cuenca, puesto que al escribir sobre historia hay que  ser muy cuidadosos y precisos en las referencias, ya que  no quisíeramos, ni de broma, encontrarnos por ahí con alguien que sostenga  que “Tomebamba fue fundada por los españoles”, porque así lo dice Hugo Burgos, ubicándonos de pronto   en el  plano de otra historia!.
De Duma, al parecer y según Burgos, se derivó el topónimo Dumapara*, que “consta(n) como tambos y aposentos reales en la vecindad geográfica de Tomebamba-inca” (Burgos, 2003, p. 14). Ahora bien, Tomebamba ¿fue una “ciudad” o una “provincia” inca que se impuso por conquista al pueblo cañari? Luis Espinoza E., con acierto, se pronuncia por la segunda opción y ha logrado identificar en ella cuatro núcleos poblacionales, quizás preexistentes a la presencia inca: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba (Espinoza, 2010) mientras Burgos indica que “Los cronistas nos dicen que el pueblo cañari de la antigüedad basaba su territorialidad y cultura en tres epicentros: Hatun-cañar, Tomebamba y Cañaribamba” (Burgos, 2003, p. 14).
Mas, para nuestros fines no es suficiente señalar uno o más núcleos territoriales y culturales, sino que es necesario vincular a la sociedad cañari con un ámbito más amplio, relacionándola con la  estructura geográfica que la sustenta a fin de lograr una síntesis dialéctica entre  lo diacrónico y lo sincrónico  de este pueblo,  en consideración de  los fenómenos sociales en su  dimensión temporal y espacial que rebase una  visión coyuntural  a fin de insertar el análisis, la explicación y comprensión de su sociedad   en la proyección de la larga duración temporal y la amplitud geográfica regional. 
*La fuente lingüística e histórica de Burgos es Glauco Torres Fernández de Córdova, quien trae: Tumapata.s. residencia del cacique Tuma de los situmas, quien contrarrestó la invasión inka de Tupak Inka Yupanqui, en Diccionario Kichua-Castellano.Yurakshimi-Runashimi. Tomo I. 1982, pp 281. Es de advertir que el antiguo quichua o quechua carecía de t y, ante dificultades de pronunciación los castellanos la mudaron por d.
Una región “está constituida más allá de las homogeneidades que presenta el espacio físico   que la limita, puesto que se trata de una construcción en el tiempo, cuya dinámica moviliza factores que van desde lo económico hasta lo cultural” (Idrovo y Gomis, 2009, p. 11). Como anotan los autores de nuestra referencia, una región es un corpus social que puede aglutinar los territorios más diversos desde un punto de vista geográfico, a fin de sincretizar en análisis e interpretaciones de carácter geohistòrico –tiempo y espacio-  las diversas realidades de las sociedades humanas del pasado o el presente.
Desde este punto de vista nos parece legítimo hablar de la región de los pueblos cañaris en el Austro ecuatoriano, cuya presencia ha sido señalada por Espinoza y Burgos como hemos visto con anterioridad. Sin embargo, pensamos que el cuarto cuerpo social, en el caso de Espinoza y tercero en el caso de Burgos, -Cañaribamba-  queda limitado al subtropical valle de Yunguilla y sus anexos occidentales, por lo menos así piensa Cordero Palacios, quien al referirse brevemente a las relaciones geográficas de 1582, enviadas por el corregidor Antonio Bello Gayoso al Virrey del Perú,  dice: “El Padre Juan Gómez, por lo que hacía a Cañaribamba –hoy El Pucará, Chahuarurcu, El Pasaje y Machala- dijo: “Y en cuanto al lenguaje que hablan, que se dice Cañar, es toda una, aunque diferencia este pueblo de los demás pueblos Cañares en algunos vocablos, empero todos se entienden sin que haya otro lengua entre ellos” (Cordero Palacios, 1981, p. 18).
Ahora bien, la historia oficial ha consagrado la denominación de “cañaris” para  los pueblos, que entraron en contacto con los castellanos al momento de la conquista, sin embargo,  al parecer, existe una  crónica que se dice ha sido escrita por Alonso Castro de Lovaina en 1582 titulada “Gobierno de los situmas antes de los señores yngas comenzasen a reinar y trata quienes fueron y mandaron en aqueste valle”, debe entenderse, en el valle de Cañaribamba, del que Torres Fernández de Córdova anota: Kañaripanpa.s. top. Nombre kichua del gran centro situma cerca de la cabecera cantonal de Santa Isabel (Torres Fernández de Córdova, 1982, p. 136), denominado en lengua situma Ganielbamba. (Así mismo situma cambia a siduma, finalmente,  duma)
Con esta visión sobre Cañaribamba o Ganielbamba  se reduce notablemente el ámbito de la presencia cañari en la hoya del río Jubones pues margina una extensa zona, ubicada al Oriente del valle de Yunguilla –Cañaribamba-  que se extiende en torno al río León y sus tributarios, en la que se encuentran numerosos vestigios arqueológicos aún no bien estudiados y en franco proceso de deterioro por la acción del medioambiente y la mano humana, y que acaso debió estar también habitada por cañaris o situmas por lo que vamos a exponer a continuación.
Según Bolívar Cárdenas don Luis Juca (Xuca) fue cacique de Paccha y San Bartolomé de Arocxapa que, de acuerdo al criterio del padre Alfonso Jerves, debió tratarse del cacique Don Luis que asoma en el acta de fundación de Cuenca. –Bolívar Cárdenas E. Caciques Cañaris. 2da edición. Casa de la Cultura Núcleo del Azuay.2010, pp. 56-
A propósito de este cacique Deborah L. Truhan, con relación a la reducción de indios en 1573, dispuesta por el Licenciado Francisco de Cárdenas, Oidor de la Real Audiencia de Quito, refiere que “don Luis Juca fue señor de una unidad política extensa que agrupó unos cinco pueblos de la sierra, más los cuyes y  bolos de pie de monte5”, haciendo extensión de su jurisdicción hasta Gima. –De repartimiento a reducción. La experiencia colonial del pueblo de San Francisco de Paccha. (Corregimiento de Cuenca), en Universidad y Verdad # 17, Universidad del Azuay, 1995, pp 97-. A continuación anota que “Don Luis Juca había venido de San Luis (Cumbe o Tarque), donde anteriormente mandaba su provincia. También se trasladaron los pueblos de Tarcán (una parcialidad de Tarque), Gima y Pichacay (Santa Ana) cuyos caciques fueron sujetos a él de igual manera”-  Truhan, pp 98-100-. Es decir un arco de tierras que en términos actuales iría desde Santa Ana, pasando por Cumbe y Tarqui, que al parecer fue el centro del dominio político de don Luis, hasta Gima y sus entradas al Oriente.
Ahora bien, en un juicio por disputa de tierras entre Joan Coronel de Mora, Alguacil Mayor de la ciudad, y Juan  Sánchez de las Heras y Quezada,  del 25 de febrero de 1666 encontramos que, en un alegato presentado por Coronel del Mora, la parte contraria ha presentado como prueba “Una escritura de venta que hicieron los indios de Paccha al Licenciado Juan Suarez de Ocampo, Presbítero difunto, del sitio y cuadras de Uduzhapa y Tasque, en conformidad de Real Provisión de Amparo” –Causa de querella seguida por Joan Coronel de Mora contra Juan Sánchez de las Heras y Quezada,1666, archivo privado del autor (para facilitar la lectura hemos actualizado la ortografía)
Un poco más adelante se lee que el sitio “que los dichos caciques vendieron es en las tierras calientes donde dicen tenían su sementeras de coca y ají y otras legumbres conforme contiene dicha provisión, que son las dichas tierras de Uduzhapa y Tasque, una caldera o  joyada que está en el camino que va del tambo de Casacono al de Oña y poseyó el dicho Licenciado Juan Suarez, con cercas sin pasar de ellas, fundando un cañaveral de caña dulce de castilla” –Ibid-
En resumen, en una fecha que todavía no conocemos, don Luis Juca o sus descendientes, Luis Andrés Juca y doña Úrsula Yurma, caciques reducidos al pueblo de Paccha, vendieron las tierras calientes de Uduzhapa y Tasque, situadas al Sur de Gima, lugar identificado en el estudio de Débora Truhan como término del dominio de los Juca,  pero que, según los testimonios constantes en la causa de querella seguida por Joan Coronel de Mora contra Sánchez de las Heras*, estaban  también estas tierras calientes  sujetas a dichos caciques por lo que presumimos que la influencia política del clan Juca avanzaba hasta cerca de Oña. *Es un extenso documento, cuyo análisis e interpretación merece un estudio más amplio, queda como reto para el futuro
A  ocho kilómetros al sur de la cabecera cantonal de Nabón, en la confluencia de los ríos León y Challcay  se asientan las casi míticas ruinas de Dumapara, cuya presencia fue dada a conocer por don Francisco Talbot en las primera década del pasado siglo; como hipótesis proponemos que Dumapara puede constituir un núcleo geo-histórico que se sumaría a los ya indicados por Espinoza, en un caso, o por Burgos, en otro, para perfilar con mayor precisión la presencia  de  los pueblos cañaris en la hoya del río Jubones y en la región Austral del Ecuador, puesto que en su entorno se localizan algunos centros arqueológicos de interés como son las ruinas de Uduzhapa, también estudiadas por Talbot, la fortaleza de Chunasana, semejante a la del cacique Duma en el Sigsig, el cerro de Sucurrumi o el Queso, la loma de Castillo, Anculoma, en la cabecera de El Paso, los vestigios de Zhiña  y otros más que por el momento se nos escapan.
La zona cañari de Dumapara gira en torno al eje hidrográfico del río León, cuyas fuentes se encuentran en el nudo Portete-Tinajillas, que cierran por el norte la hoya, desde donde avanza al suroccidente para unirse con el Rircay, en las inmediaciones de Cañaribamba, para formar el Jubones que desagua en el Pacífico; por la orilla izquierda el río León tiene como tributarios a los ríos Chalcay,  Oña y Uchucay, estos dos  últimos,  vínculos geográficos y culturales con Saraguro, hasta donde podría avanzar la influencia cañari, cuyo extremo occidental lo encontramos en Yacuviñay, en las cercanías de Zaruma, referencias que nos permiten un amplio esbozo de lo que podríamos denominar Dumapara Cañari.
Francisco Talbot cree haber encontrado en Dumapara una extensa y populosa ciudad: “Una hora de recorrer ligeramente a caballo las principales ruinas de aquellos que al parecer fueron soberbios edificios, cuyas paredes se levantan todavía a un metro sesenta centímetros de altura, y se viene al convencimiento de que aquellas son restos de una gran ciudad perdida en la noche de los tiempos” (Talbot, s/f, p. 318).
Y la describe: “Entre estas preciosas y sagradas ruinas, lo que más asombra es una enorme gradería en una colina semicircular con un pequeño montículo al frente, y entre éste y aquella, una hermosa planicie al abrigo del viento, de ciento sesenta y cinco metros de diámetro, como que sirviera de plazoleta de ese famoso coliseo que atestigua la existencia de un pueblo culto y de refina civilización. No será exagerado calcular que allí se congregaban en las fiestas, cómodamente para presenciar los espectáculos, más de cinco mil personas” (Talbot, s/f, p. 138). La población urbana de la ciudad de Duma-para, dice, pudo fluctuar entre cincuenta y sesenta mil habitantes; y la rural en ciento cincuenta mil, dado el sinnúmero de ruinas enormes que se encuentran a cada paso, en unos tres kilómetros de radio, siendo la más compacta la comprendida en el arco que va del noreste al sur, iniciando en Anculoma*  *Para nuestro concepto este topónimo cercano a Duma para ha  desaparecido, pues el que cita Idrovo en su informe   se encuentra en la cabecera de la hacienda El Paso a más de 3 km de distancia de Dumapara
Realiza Talbot  una detallada descripción, dimensiones incluidas, de la colina escalonada, a la que denomina coliseo, de cuatro monumentales edificios y otras dependencias de la magnífica ciudad y anota: “Muy cerca de esta pequeña ruina se observan vestigios de otras mayores y que han sido destruidas por la ignorancia; pues, a principios de este siglo, Doroteo Quezada, utilizó las piedras de estos sagrados muros para levantar cercas divisorias. Así es como desaparece la clave de la prehistoria patria; así es como a los historiadores se les obliga a fantasear en las nebulosidades del pasado y a deducir caprichosas consecuencias. Ah, la ignorancia! (Talbot, s/f, p. 140).
Dumapara está situada: “tres kilómetros más o menos, al norte del pueblo de Cochapata y a las faldas de una colina denominada actualmente Totorillas, cuya mayor altura es de 2.760 metros sobre el nivel del mar, se levantan con dirección al sur y desafiando al tiempo y al olvido, las grandes ruinas de Duma-para, en una extensa planicie que gradualmente desciende hasta la profunda y estrecha quebrada de Rafqui, cruzada por el camino de Cuenca a Loja” (Talbot, s/f, p. 137) y a ocho kilómetros al sur de la cabecera cantonal de Nabón.
El camino de Cuenca a Loja al que se refiere Talbot  es “el  Camino Real nuevo que va para la ciudad de Loja y otros lugares*”  que posiblemente fue abierto a raíz del traslado que se hizo del tambo de Casacono a Nabún (Nabón) en 1618;  al occidente de las ruinas de Dumapara se encuentra el pueblo de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono (Carrasco V., 2015, p. 74). *Expediente promovido por Francisco Tapia, 1827, archivo privado del autor
Al parecer en el siglo XVI la zona ubicada en el vértice de los ríos León y Chalcay era conocida como Casacono – Casacuna: estar helando (Cordero, 1968, p. 14), según el lingüista Francisco Lojano, en conversación con el autor,  Casacono significaría  la zona de transición entre las frías tierras de Nabón y las  cálidas de la “caldera  u hoyada de Uduzhapa”, como denominaban en la colonia a esta última, situada entre los tambos de Casacono y Oña, en donde Talbot ubicara en  1921 en la loma llamada Ingapirca, entre muchas ruinas, dos preciosos edificios incásicos, como para reafirmar la importancia histórica de Dumapara, enmarcada en la  subregión de Casacono, cuyo nombre se ha perdido para la historia.
Cabe indicar que estudios realizados por Antonio Fresco y Jaime Idrovo (Fresco, citado por Idrovo, 2015, p. 44), confieren a Dumapara el carácter de tambo incásico como parte del Capagñan, al que también se ha referido Guamán Poma de Ayala con el nombre de Casacuna o Casacono. Sin embargo, en nuestras referencias documentales hemos encontrado lo siguiente en alusión  al tambo colonial de Casacono: “Xavier Quiroga, testigo en el expediente promovido por  Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por los linderos entre Tambo Viejo y Dumapara (1827), dijo “que sabe el declarante de que el camino real antiguo fue por el centro de Tambo Viejo y que pasaba por delante de la casa del finado Basilio Salazar y caminando una poca distancia para atrás, estaba la casa del tambo que servía para hospicio de todos los caminantes para la ciudad de Loxa y otros lugares”.[1]  
En el mismo expediente encontramos la declaración de Juan Manuel Quezada – blanco de edad de más de setenta años-  quien “A la quinta dijo que así mismo es cierto que el Capitán don Antonio Coronel de Mora*, como dueño de la hacienda de Paso y de los sitios de Dumapara, había tenido su quesera de ganado vacuno y corral; que aunque el testigo no alcanzó en aquel tiempo, pero que el finado don Mariano Coronel de Mora, a quien le conoció, que éste como hijo legítimo del antes dicho don Antonio, permaneció bastante tiempo con dicha quesera; y el hijo de dicho don Mariano, nombrado don Pedro Coronel de Mora, destruyó y alzó dicha quesera;  que tanto el ganado vacuno, como el yeguno de los expresados Coroneles se mantenían en dichos sitios de Dumapara, como igualmente en los de Tamboviejo por haber estado en aquel tiempo en verbo (sic) sitio, sin que se siembre cosa alguna y bajo el cuidado de los indígenas de cuenta*.
Juan Julián Mendieta- blanco de edad de más de setenta años-  dice “que ha visto con sus propios ojos existir hasta la fecha alguna parte del corral donde dicen se encerraba el ganado de dicho Coronel”. En efecto, en el  Plano 1 Tambo de Dumapara de Antonio Fresco reproducido por Hocquenghem, al Occidente de los vestigios se observa una construcción indeterminada a la que el arqueólogo ha señalado como corrales? –pp 31 de la Red vial incásica en el Sur del Ecuador-
 *Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor. Hemos actualizado la ortografía del texto transcrito.
* Sobre el Capitán Antonio Coronel de Mora y Seballos (sic) ver, M Carrasco V.  El Paso una hacienda tradicional en el Centro Sur del Ecuador, en A la sombra de Clío, pp 89, 2015
En la sexta pregunta el testigo afirma que “por boca de su finada tía Gregoria Quezada y de otros muchos más ha oído que el Camino Real Antiguo era por el centro de Tamboviejo, en donde había una casa de tambo para el alojamiento de los correos y pasajeros, y que el Camino Real que hoy se halla es de pocos años a esta parte; respecto al antiguo, que así mismo ha oído el declarante por voz común de que al centro de Tamboviejo hay vestigios hasta la fecha de haber habido unos paredones del Inca, inmediato a la casa del indígena Bacilio Salazar a más de los paredones que existen en los sitios de Dumapara* Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor.
De acuerdo a esta declaración y a las de otros testigos que comparecen en el proceso en la zona se encontrarían dos sitios arqueológicos e históricos, el de Dumapara y el de Tamboviejo, antiguo tambo de Casacono. Apoya nuestra presunción la merced de tierras de Francisco Enríquez que la copiamos en extenso a fin de afirmar nuestro criterio:
En este cabildo dio petición Francisco Enríquez por la cual pide e dice que por haber permanecido en esta ciudad ha venido a ella y ha estado mucho tiempo de donde ha acudido y servido a su Majestad en lo que por la justicia real le ha sido mandado en el socorro de la Gobernación de Yaguarzongo e Pacamoros,  y así está para acudir a servir como lo ha hecho y para el sustento de su mujer e hijos tiene necesidad de tierras para hacer su sementera, para lo cual pide se le haga merced de le recibir por vecino de ella y hacerle merced de le proveer cincuenta y ocho cuadras de tierra,  media legua arriba de los Tambos Reales de Casacono,  que están hacia mano izquierda así como vamos de esta ciudad para la de Loja,  en el sitio que se dice Tumapara en unos paredones del Inga que está sin perjuicio,  y por los dichos señores visto el dicho pedimento dijeron que en nombre de esta ciudad le recibían por vecino de ella y le proveían treinta cuadras de tierras en la parte e lugar donde las pide con que sea sin perjuicio de terceros y de los naturales,  y mandaron que se le dé título de ellas,  lo firmaron al pie de dicho cabildo”-Quinto Libro de Cabildos 1579-1587. Versión del Dr. Juan Chacón Z. Archivo Histórico Municipal (Cuenca). Xerox del Ecuador S. A. Cuenca 1983
* Para mejor comprensión del texto hemos actualizado la ortografía y los signos de puntuación.
La primera referencia documental que hemos encontrado sobre la zona consta de una merced de tierras que el cabildo de Cuenca hace el 5 de mayo de 1572 a Antonio de Sanmartín, de “cincuenta 8 quadras de tierra para sembrar entre Maribiña y Casacona en un lugar llamado Nabuenpata, en unos paredones del Inga, subidos los escalones del río de Casacono yendo a Loxa, a mano izquierda”[2]Este trecho del Camino Real partía de “los Tambos Reales”, hoy Pumapungo, hacia el sur, por la actual avenida Huayna Cápac, el puente Ingachaca-Vergel- rumbo a Loja; el primer tambo documentado es el de Maribiña o Mariviña, cerca de Jima, segundo el de Casacono* y tercero el de Oña. * Queda pendiente un estudio más amplio sobre el Tambo de Casacono y la región así denominada entre los siglos XVI - XIX
Ahora bien, este Nabuenpata podría ser la actual  Dumapara o un sitio cercano y el río Casacono el río  León; si viajamos de norte a sur, a mano izquierda del río León están los paredones del Inga, es decir, Dumapara.; hacia 1708 en una composición de tierras que hiciera el Depositario General de Cuenca, don Pedro Coronel del Mora, al señalar los linderos del hato de El Paso indica que en él caben “tres queseras llamadas Charqui, la una, la otra Dumapara y la otra Zhingata” (Carrasco, 1998, p. 88). Es esta la primera referencia documental que  encontramos al iniciar la investigación sobre la hacienda El Paso y sus tierras aledañas hacia 1998 sobre Dumapara, acaso denominada anteriormente como Nabuenpata, en la subregión de Casacono, a la que  hemos agregado nuevas referencias documentales conforme avanzamos en nuestra tarea historiográfica.
En síntesis, hemos comentado la posesión de Espinoza sobre los territorios de la provincia incásica de Tomebamba, levantada acaso sobre una situación cultural y territorial preexistente entre los cañaris: Hatun-Cañar, Pumapungo, Molleturo y Cañaribamba, mientras que Burgos Guevara, basado en cronistas señala: Hatun-Cañar, Tomebamba y Cañaribamba. Nuestra reflexión va en el sentido de que Cañaribamba, situada al suroccidente de la provincia del Azuay, tiene como centro el valle de Yunguilla y los territorios occidentales hasta el Oro, por lo que queda un vasto territorio presumiblemente cañari en torno a la subcuenca del río León y sus afluentes cuyo centro podría girar en torno a Dumapara, sea  una ciudad, como plantea don Francisco Talbot o un tambo incásico, como quieren Fresco e Idrovo Urigüen porque abarca una extensa zona arqueológica e histórica aún no bien explorada y conocida en la que habría mucho que investigar.
Para comenzar, Talbot se plantea: “¿Ciudad? ¿En qué tiempo fue construida? ¿Quiénes la construyeron? ¿Cómo se llamaban sus moradores? ¿Fue anterior a la conquista de los incas? ¿Qué hicieron los incas con ella? ¿La edificaron ellos? ¿Y entonces, por qué no ha quedado siquiera la tradición? ¿Si construida por los incas, y llegados inmediatamente los españoles, dónde las crónicas sobre esa gran ciudad?
Y ahí está Dumapara, prácticamente un topónimo más del cantón Nabón porque acaso fueron proféticas las palabras que escribió Talbot como epílogo de su artículo: “Porque nada se ha de hacer ni conseguir, creo inútil recomendar al Gobierno y a las sociedades científicas, la conservación y el estudio de esas ruinas. Por eso no lo hago” (Talbot, s/f, p. 141).
¿CAÑARIS O SITUMAS? Según la hipótesis de Glauco Torres Fernández de Córdova la denominación arcaica fue Si-Duma, pero como las lenguas aborígenes no tienen “d” por facilidad los cronistas la escribieron con “t”, por tanto, escribieron situma en lugar de siduma; si quiere decir luna, según Calancha y duma, dominio de, lo que vendría a ser dominio de la Luna, es decir, un pueblo que adoraba a la luna, como lo han señalado algunos investigadores (Torres Fernández de Córdova, 1982, p. 250).
¿Cuándo y cómo se cambió de situma a cañari? La hipótesis trata de explicar, cuando Huayna Cápac arriba a las tierras de Hatun-Cañar ante lo gélido de la temperatura exclama: cañari, que podría decir, en esta tierra hace un frio que quema; en el quichua peruano quemar campos o prender fuego  se decía canarini, mas como aquí se utiliza la ñ se conforma el verbo reflexivo cañarini, con el  que se  habría apodado al pueblo en donde hacía un frío que quema, siendo ésta una propuesta lingüística válida.
Luego, hay otras interpretaciones: cañaris, utilizaban los incas para referirse a guardias; conformaron las huestes de Huáscar; fueron con Túpac Yupanqui y luego con Huayna Cápac, mitimaes llevados a diversas regiones del Perú. En una visita a Cajamarca conocimos la comunidad de Porcón, que, según el guía turístico, descendían de los mitmas cañaris encabezados por el curaca homónimo. Los cañaris fueron ubicados por Huayna Cápac en el Cusco en el valle de Yucay y otros lugares como grupos domésticos. (Burgos, 2003, p. 16).
Para terminar, queremos reafirmar nuestra propuesta: al enfrentarnos a otras fuentes, documentales y bibliográficas, podemos encontrarnos con “otra historia” como lo que parece suceder con Dumapara, considerada por muchos como el tambo de Casacono, cuando al parecer el asentamiento incásico se encontraba en el actual Tamboviejo, unos pocos kilómetros al Occidente de las “míticas ruinas”; acaso Dumapara fue la gran ciudad, posiblemente cañari, conocida por Talbot,  que sobrevivió a la “quesara” colonial de los Coronel de Mora y a la depredación de sus materiales iniciada a comienzos del siglo XX.
Por otra parte, hemos tratado de demostrar que los dominios del cacique  don Luis Juca se extendieron más hacia el Sur de Jima, los bolos y los cuyes, perfilando una nueva región de ocupación cañari al margen de las conocidas Hatun-Cañar, Cañaribamba y Tomebamba; acaso su influencia cultural se extendía a la actual provincia de Zamora, en donde por lo menos identificamos Tutupali, topónimo cañari según Cordero Palacios.-pp. 322, El Quichua y el Cañari, 1981-
Queda aún mucho por investigar en torno a Nabón, Dumapara, Casacono y otros sitios de valor histórico y cultural cuya historia se pierde y confunde con la leyenda y equivocadas interpretaciones.
Abril de 2015- junio de 2018
Fuentes:
Merced de Tierras hecha a Antonio de San Martín, (5 de mayo de 1572, Archivo privado del autor).
Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara (1826, Archivo privado del autor).
Bibliografía:
Burgos, H. (2003). La identidad del pueblo Cañari. Quito: Abya Yala.
Carrasco V., M. (2015). Nabuenpata, Nabún, Nabón. A la sombre de Clío. Cuenca: Cátedra Editores.
Carrasco V., M. (2015). El Paso: una hacienda tradicional en la Sierra Centro-Sur del Ecuador. A la sombre de Clío. Cuenca: Cátedra Editores.
Cordero C., Luis. (1968). Diccionario Quichua-Español. Español-Quichua. Cuenca: Universidad de Cuenca.
Cordero Palacios, O. (1981). El Quichua y el Cañari. Cuenca: Departamento de Difusión Cultural de la Universidad de Cuenca.
Espinoza, L. (2010). Tomebamba la provincia inca. consultado en línea en:  http://cuencacultural.blogspot.com
Hocquenghem, A. M. (2009). La red vial incaica en la región sur del Ecuador, consultado en línea en:  http://www.hocquenghem-anne-marie.com
Idrovo, J. y Gomis, D. (2009). Historia de una región formada en el Austro del Ecuador y sus conexiones con el norte el Perú. Quito: América Latina.
Idrovo, J. (2015). Dumapara. Un sitio kañari-inka atravesado por el Qhapaqñan. Ciudad: Editorial. Gráfica Lituma. Cuenca
Talbot, Francisco. (s/f). Las ruinas de Duma-para” en Octavio Sarmiento Abad, Cuenca y yo, tomo IV. Cuenca: Editorial Amazonas.
Torres Fernández de Córdova, G. (1982). Diccionario Kichua-Castellano. Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, núcleo del Azuay.



[1] Expediente promovido por Francisco Tapia contra Sebastián Serrano y Argudo por linderos entre Tambo Viejo y Dumapara, 1827, Archivo privado del autor.
[2] Merced de Tierras hecha a Antonio de San Martín, 5 de mayo de 1572, Archivo privado del autor.

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