martes, 16 de julio de 2013

LA REVOLUCIÓN LIBERAL Y LA  RESISTENCIA CONSERVADORA-PROGRESISTA  EN CUENCA

ANTECEDENTES:
Enrique Ayala Mora en su Manual de Historia del Ecuador. Época republicana (2008), señala tres periodos para esta época: I) El proyecto Nacional Criollo, entre 1830 y 1895; II) El Proyecto Nacional Mestizo, entre 1895 y 1960; III) Proyecto Nacional de la Diversidad, de 1960 al presente.
La coyuntura  de la Historia Regional que vamos a estudiar está ubicada cronológicamente entre 1895 y 1906, es decir en la transición de un período a otro, en la cual determinadas estructuras comienzan a erosionarse para dar paso a nuevos condicionamientos, económicos, políticos, sociales y culturales.
En lo económico y a nivel internacional en el siglo XIX se produjo la consolidación del capitalismo industrial, mientras el Ecuador se vinculaba al sistema mediante el modelo agroexportador, cuya consolidación interna facilitó el ascenso político del liberalismo como ideología dominante, a través  la lucha armada liderada por Eloy Alfaro.

Para entonces, en el campo político existían tres tendencias, liberalismo y conservadorismo, que venían luchando por la captación del poder del estado prácticamente desde 1830, año de la separación del Distrito del Sur de la Gran Colombia, para asumir el nombre de Ecuador, como república democrática, alternativa y centralizada; el Progresismo, o liberalismo católico,  como tercera opción política, surgió en el Azuay hacia 1860, en oposición al garcianismo, para consolidarse en el poder en 1883, cuando la Constituyente de ese año abrió un corto período constitucional tras la dictadura de Ignacio de Veintimilla.
Tres fueron los presidentes progresistas que gobernaron luego de la Constituyente de  1883: José María Plácido Caamaño, como presidente interino entre octubre de 1883  y  febrero de 1884; presidente constitucional de 1884 a 1888; Antonio Flores Jijón, entre 1888 y 1892; y, Luis Cordero del 1 de julio 1892 al 16 de abril de 1895.

El gobierno de Cordero se vio envuelto en un conflicto      que fue aprovechado por liberales y conservadores a fin de desestabilizar al gobierno progresista y buscar el ascenso de uno de sus líderes. En efecto, “A fines de 1894 saltó el escándalo de la “venta de la bandera”, que despertó una reacción nacional. Conservadores y radicales juntos demandaron primero explicaciones y luego la dimisión del Presidente de la  República. Éste, que desconocía los pormenores del asunto, renunció, dejando al país en medio de una crisis general en la que se dio el golpe de Estado que inició la Revolución Liberal” (1) E. Ayala M., Manual de Historia del Ecuador. Época Republicana, 2008, pág. 50

El Dr. Carlos Aguilar Vázquez, en su novela histórica, Los Idrovos, relata de la siguiente manera los sucesos de la época: “El 5 de junio de 1895, el pueblo de Guayaquil, proclamó la Jefatura Suprema del General Eloy Alfaro, residente entonces en el extranjero.- I la Guerra Civil tiñó de sangre el suelo de la Patria…La suerte de las armas le fue adversa al gobierno del Doctor Aparicio Rivadeneira*; i el improvisado ejército costeño de liberales recibió bautizo de gloria en los campos subandinos de Gatazo”(2) Carlos Aguilar V., Los Idrovos, en Obras Completas. Prosa, 1973, pág. 67*De acuerdo a la Constitución le sucedió al Dr. Cordero, el Vicepresidente Dr. Lucio Salazar, quien por enfermedad alternaba la presidencia con los doctores Carlos Mateus y Aparicio Ribadeneira, derrotado,   según Aguilar Vázquez,  por las fuerzas liberales en Gatazo.

A continuación señala: “Aquí en Cuenca, en 1895, desempeñaba el cargo de gobernador el Señor Doctor Don Benigno Astudillo; la Comandancia de Armas, el Coronel Antonio Vega Muñoz. Era Subdirector de Estudios Juan Bautista Vázquez i Administrador Apostólico de la Diócesis, Monseñor Benigno Palacios; pues el obispo, Doctor Miguel León*, entonces Rector de la Universidad de Cuenca**, había sido depuesto –descalificado, en el decir de sus contemporáneos- a petición de sus propios sacerdotes” (3) Aguilar Vázquez, Ob. citada, pág. 68. *El Dr. José Peralta reivindica la personalidad del Obispo León en uno de sus artículos del  libro  Tipos de mi Tierra, titulado el Obispo Loco.
**Desde su fundación en 1867 hasta las reformas implantadas por la Revolución Juliana, a partir de 1925,  se denominó Corporación Universitaria del Azuay, a partir de octubre de ese año y bajo el rectorado del Dr. Remigio Crespo T. pasó a denominarse Universidad de Cuenca.

Según el Dr. José Peralta a la sazón existían en Cuenca tres tendencias políticas: los clericalistas*, los  progresistas y los liberales. Descubierto el asunto de la bandera: “Sólo a los liberales nos negaron, tanto los progresistas como los clericalistas, todo derecho para protestar contra la infame profanación del emblema nacional; y fui terriblemente perseguido por haber publicado una hoja, Quomodo contabimus en la que exhortaba a mis conciudadanos que se abstuvieran de celebrar una festividad patriótica,  en esos días de vergüenza y luto para el Ecuador. También fueron perseguidos los señores Ullauri, Torres, Chica Cortázar y otros; y casi tuvimos que huir de la ciudad, donde nos encontrábamos entre dos formidables enemigos; como si dijéramos entre Escila y Caribdis, abismos implacables prontos a devorarnos sin misericordia” (4) José Peralta, Mis Memorias Políticas, 2001, págs. 90-91.* Seguidores de la política garciana, eran conocidos también como godos, terroristas o ultramontanos

Conocida la proclamación de la Jefatura Suprema de Alfaro en Guayaquil el 5 de junio de 1895, las fuerzas opositoras al liberalismo en el Azuay reaccionaron de la manera que se relata en la crónica que reproducimos a continuación, publicada en uno de los periódicos de la época:

REVOLUCIÓN LIBERAL Y LA RESISTENCIA CONSERVADORA-PROGRESISTA  EN CUENCA:
La pronunciación del 5 de junio en Guayaquil llegó a ser  conocida en Cuenca a mediados de Junio, según el Dr. José Peralta, quien dice haber recibido, en una de sus propiedades en el valle de Yunguilla,  una posta del Coronel Manuel Serrano*, “anunciándome el triunfo de la revolución en la costa, y llamándome con toda urgencia” (5) Peralta, Ibid, pág. 91. *Manuel Serrano fue un destacado militar y político orense, que  en 1895 comandaba la División del Sur; fue sacrificado junto con Alfaro el 28 de enero de 1912 en     Quito.

Según Aguilar Vázquez las autoridades cuencanas recibieron comisionados enviados desde Guayaquil por el caudillo liberal a fin de obtener que la ciudad plegara a la revolución, mas, el gobernador Astudillo se mantuvo en el criterio de respaldar el orden constituido que representaba el sucesor de Cordero por lo que el enfrentamiento militar se tornaba inminente.

Girón y el valle de Yunguilla se habían convertido en lugares donde operaban una centena de revolucionarios, entre ellos “hombres ricos y de buena posición social” militantes del liberalismo como José Félix Valdivieso, Herminio Arteaga, Mariano Ambrosi, los señores Álvarez y otros que se lanzaron a un pronunciamiento prematuro y descabellado, al decir de Peralta, pues no contaban con las armas necesarias para resistir un enfrentamiento con las fuerzas antiliberales, a la par que se pedía refuerzos y armamentos a Machala, mientras el Dr. Luis Malo Valdivieso comunicaba a los insurrectos que había logrado comprar a la guarnición militar de Cuenca, a la par que se difundió, por parte de un posta de Vega,  el rumor que 200 hombres de Machala apoyaban a los liberales, lo cual era falso, pero retardó el accionar militar del caudillo cuencano.*Seguimos estrictamente la relación del Dr. José Peralta, salvo cuando indiquemos otra fuente


Mientras Peralta se dirigía a Cuenca, recibió en el camino malas noticias; se le informaba que la conspiración del Dr. Malo había sido descubierta; se apresó a   él, al Dr. Pablo Chica Cortázar y otras personas adictas a la causa, por lo que se vio obligado a regresar a  Yunguilla, valle sobre el que aprestaba a operar Antonio Vega Muñoz, quien logró dispersar a los liberales complotados, dirigiéndose luego a Loja donde los partidarios de Alfaro se habían levantado en armas.

“En vista de estas circunstancias, el pequeño círculo liberal de Cuenca acudió directamente a conferenciar con Alfaro que se encontraba todavía en la ciudad de Guayaquil, y le comprometieron a enviar a dicha ciudad un contingente armado capaz de derrotar a las fuerzas enemigas comandadas por Antonio  Vega. José Peralta actúa como el principal delegado liberal, y Alfaro dispone la movilización de una fuerza armada a mando de los coroneles Manuel Serrano, Gabriel Arsenio Ullauri y José Luis Alfaro, a fin de que se dirijan a la Provincia del Azuay, siguiendo la ruta de la Provincia de El Oro”(6) Rafael Arízaga Vega, Antonio Vega Muñoz. El insurgente, 1989, págs. 79-80

Como consecuencia de esta incursión militar, el 23 de agosto de 1895 se produjo el enfrentamiento militar conocido como la Batalla de Girón, con el triunfo de las fuerzas liberales; fue una verdadera carnicería en la que murieron cerca de doscientos hombres de las fuerzas antiliberales, la muerte más sensible fue la del Comandante Manuel Mosquera, militar de gran valía, compañero de Vega por largos años, al decir de Arízaga Vega.
Con este triunfo, los liberales tomaron posesión de Cuenca en medio de una sorda resistencia de todas las clases y grupos sociales*; Alfaro ordenó la desocupación militar de la ciudad y envío al General Leonidas Plaza Gutiérrez en calidad de pacificador .*Todavía perdura en la memoria social el valor de ciertas mujeres del pueblo que comandadas por el cura de San Blas, Vicente F. Alvarado conformaron un batallón de choque  que , utilizando ciertas armas sui géneris como el agua de ají , combatieron bravíamente en los enfrentamientos que se dieron entre liberales y conservadores-progresistas; consideradas como heroínas, por unos, beatas y pelanduscas, por otros, su presencia militante es ya parte de la historia de nuestra ciudad.

A día siguiente-nos dice Aguilar Vázquez- en uno de los Salones del Seminario Conciliar, los escasos liberales de Cuenca acordaron: constituirse en plebiscito. Presidió la reunión el Dr. José Peralta i actuó como Secretario el Escribano Público, don José Crespo Arévalo. El liberalismo se inauguraba en un claustro. Graduase en el Seminario, con las solemnidades curialescas propias  de tan devoto nacimiento a la vida pública. (7) Aguilar, Ibid. pág. 72. Se dedigna gobernador al Dr. Luis Malo V.

Según el Dr. Peralta  la venida de Plaza obedecía a que: “Dos meses antes había recrudecido tanto la división entre los liberales del Azuay que el Jefe Supremo juzgó necesario enviar al general Leonidas Plaza Gutiérrez en calidad de pacificador de Cuenca y con plenos poderes para llenar plenamente su misión” (8) Peralta, Ibid, pág. 128. Cabe indicar, según la misma fuente, que Plaza fue recibido por una multitud de conservadores, progresistas y liberales disidentes en medio de vivas atronadoras, “resultó un triunfo para el bando clerical,  si se  ha de juzgar por los extremos de satisfacción y alegría de los conservadores”; aún siento vergüenza, dice, cuando observa a un distinguido conservador agacharse para sacarle las espuelas al general, mientras otro le servía el aguamanil con la toalla al brazo.
Se viven días de intensa tensión, en gran parte provocada por los cambios en la administración; fueron depuestos funcionarios liberales, designados otros del bando opuesto, luego reintegrados los liberales, en fin, entonces como ahora gran parte de la lid política giraba en torno a los intereses burocráticos.

LA CAMPAÑA MILITAR DEL SUR:
Un nuevo proceso bélico se inició en el Azuay la noche del 23 de  mayo de 1896 cuando se conoció que un grupo de revoltosos se habían reunido en San Blas con el ánimo de terminar con los liberales. Fue comisionado, por el general Plaza,  el coronel Gabriel Arsenio Ullauri a fin de que  combatiera el amago de rebelión; en efecto, fueron capturados algunos revoltosos, entre ellos el cura Vicente Alvarado, uno de los organizadores de los batallones de mujeres que participarían  bravíamente en los sucesos posteriores que viviría la ciudad.

Sobre este asunto Peralta narra lo siguiente: “Llamé por teléfono a Plaza y le di aviso de que la intentona había fracasado por completo, y que teníamos algunos prisioneros más, cuando volví a escuchar al que me había contestado, conocí que no era el comandante general, y manifesté mi disgusto por el engaño. –Soy, yo, el sobrino de Plaza- replicó el desconocido- mi tío no está aquí; a las once de la noche  se fue para Guayaquil” (9) Peralta, Ibid, pág.137.

Después del 23 de Mayo Vega Muñoz y Muñoz Vernaza organizaron, con gentes de Gualaceo, Paute, artesanos de Cuenca, Azogues y Biblián una guerrilla que tras recibir la bendición de la Virgen del Rocío comenzó una escalada hacia el Norte, perseguida por las fuerzas liberales comandadas por Otoya; el objetivo de los rebeldes era unirse en el centro del país con guerreros comandados por Lizarzaburo y Costales, que se habían levantado en la provincia de Chimborazo.
Tuvieron algunos enfrentamientos victoriosos, aprovechándose de la poca formación y pericia militar del ejército liberal que había sido enviado desde Guayaquil para sofocar la revuelta. Así, se registran las victorias de Guangopud, Pangor, Tanquis y otros sitios chimboracenses.

Después de Tanquis, dice Aguilar Vázquez, comenzaron las agrias discusiones sobre partición del botín de guerra: dinero, armas, municiones i prisioneros. La disensión entre los Jefes i soldados de la victoriosa tropa agravóse al extremo de que el 22 de separáronse  las dos partes de aquel reducido Ejército: la del Centro marchó a Ligto i la del Sur a Punín. Rota la unión continuaron las deserciones. (10) Aguilar, Ibid. pág. 56

“Las desavenencias entre las fuerzas antialfaristas se agudizaron peligrosamente, y luego de no llegar a un acuerdo respecto a la decisión de atacar o no a la ciudad de Riobamba, Antonio  Vega resolvió disolver sus tropas y regresar a Cuenca, pues no quería de ninguna manera ser causa de la división que cada día se agravaba más” (11) Arízaga Vega, Ibid. pág. 92. En efecto campesinos y artesanos seguidores de Vega regresaron a su tierra entonando una triste canción: “El curuchupa”.

En conocimiento del avance de Vega Muñoz sobre la ciudad los liberales comisionaron a Peralta a fin de que en Guayaquil consiga refuerzos; en un rápido viaje al puerto consiguió el envío de 500 hombres al mando del coronel Valles Franco que debían unirse a las fuerzas liberales que ocupaban Cuenca comandadas por Belisario Torres*, más periodista que militar, quien, al decir de Peralta recibió el asesoramiento de dos militares conservadores “de tuerca y tornillo”, en expresión suya, quienes prepararon estratégicamente la supuesta resistencia que, como es lógico, favoreció el embate de Vega, unido a la colaboración de civiles, clérigos,  mujeres e incluso niños, que combatieron desde el interior de la ciudad a favor de  las tropas comandadas por Vega y Muñoz Vernaza el 5 de julio de 1896; tenían como trincheras las torres de las iglesias, las ventanas y balcones de las casas, las acequias  que corrían por las calles, en fin, la ciudad misma preparada para masacrar a los liberales.* En la campaña militar  de 1912 Belisario Torres fue vencido en Huigra, tomado prisionero se le envío al Panóptico en Quito, donde fue asesinado tres días antes del sacrificio de Alfaro y  sus compañeros.

“Una víctima ilustre sucumbió en la mañana del 5 de julio –escribe Peralta-, asesinada por mano cobarde y a traición. Cuando arreció el combate, el doctor Luis Malo* habíase encerrado en su almacén para esperar ahí el desenlace del drama;  pero alguien en la casa del gobernador, lo acechó en su retiro y le descargó un tiro mortal por las espaldas. En seguida abrió las puertas a las hordas fanáticas, las que saquearon dicho almacén, por sobre la caliente sangre de la inmolada víctima. Y lo raro fue que, después de pocas horas, personal íntimamente ligadas con el difunto, enviáronle coronas y tarjetas de oro al coronel Vega, cuyos soldados acababan de enlutar, mediante el asesinato de dicho gobernador del Azuay, una de las familias más honorables del país” (12) Peralta, Ibid. pág. 154.*El Dr., Luis Malo Valdivieso desempeñaba al mismo tiempo el rectorado de la Corporación Universitaria del Azuay, hoy universidad de Cuenca. Existe cierta confusión sobre el segundo apellido del Dr. Malo, en algunos textos se le atribuye como segundo apellido el de Valdivieso, pero otros le dicen Malo Andrade.

Sin embargo, hay otras versiones sobre la muerte de Malo, así: “El Gobernador de la Provincia, Dr. Luis Malo, inquieto por la suerte de su hijo Carlos, quien combatía en el Cuartel contiguo a su casa, por el triunfo de las armas liberales, diriguióse en su busca, saliendo al portal por la puerta de la tienda de un platero, inquilino suyo, que era la más cercana a la vieja casona, detrás de cuyas columnas de cal i ladrillo disparaban sus últimos proyectiles, junto con la tropa de Línea, los escasos civiles adictos al Partido Liberal. Enfervorizó el doctor el Dr. Malo con su presencia a los defensores del Cuartel, reconfortó sus debilitadas fuerzas i cuando disponíase a entrar en su vivienda, una bala certera, disparada del lado opuesto de la Plaza, le hirió de muerte, en los umbrales mismos de la célebre orfebrería*” (13), Aguilar Vázquez, Ibid. pág. 81
*La casa del Dr. Malo estaba situada en la que hoy es calle Sucre, frente a la Plaza de Armas, hoy Parque Calderón, donde se levanta  el     edificio del Banco de Fomento; el Cuartel ocupaba el sitio en donde se construyó el Palacio Municipal, en la misma cuadra de la calle Sucre.

No hay acto más cruel e inhumano que la guerra, ni se diga cuando guerrean bandos de la misma comunidad,  del mismo país, cuando los  vecinos de una ciudad pequeña, aislada y fanatizada de lado y lado como en  la Cuenca de fines del XIX se enfrentan rabiosamente. Un día antes de la trágica muerte del Dr. Malo se dio otro episodio de tragedia y sin razón: para tomar la ciudad el Coronel Vega desplegó avanzadas encargadas de medir las fuerzas liberales.

“Una de las avanzadas al mando del mayor Francisco Guillén, cayó prisionera, siendo inmediatamente conducida al Cuartel de Policía”…...“Ocurriósele al Coronel León Valles obtener revelaciones de sus prisioneros i apeló para conseguirlas a un juego cruel. Ordenó a sus esbirros que hicieran el simulacro de fusilar  al Jefe capturado, para que este revelara el número de las tropas atacantes i el plan de combate, en las amarguras del supremo trance.” Luego de un breve diálogo en el que Guillén demostró su hombría, negándose a revelar nada, mas sucedió que a última hora se incorporó al pelotón un soldado que no estaba enterado de la supuesta treta y,  “Resonó un toque de atención. El tambor y la corneta anunciaron a la muerte. Se oyó la voz de fuego i el Mayor Francisco Guillén, héroe de la campaña del Norte, se desplomó pesadamente sin vida” (13) Aguilar Vázquez, Ibid. pág.  75-76.*El Dr. Peralta tiene otra versión sobre este crimen: dice que Valles Franco sostuvo, en el Consejo de Guerra que se le siguió, que obedeció una orden verbal de Belisario Torres, Comandante Militar de la Plaza; que este hecho alejó a los dos jefes liberales, quienes años más tarde mantuvieron una agria polémica de mutuas acusaciones en torno a este suceso.


Paulatinamente cesaron los fuegos…-dice Aguilar V.- Eran las diez de la mañana… Belisario Torres, José Félix Valdivieso, José Peralta, León Valles, caían prisioneros. – El General Antonio Vega Muñoz, rodeado por su estado mayor i al frente del Escuadrón Sagrado toma posesión de la ciudad a toque de corneta, victoriado por las multitudes, aplaudido por los niños i mujeres, bendecido por los sacerdotes.- La ciudad era un solo clamor” (14), Aguilar V. pág. 83. * Según Peralta fue maltratado y amenazado con el fusilamiento, que se hubiera llevado a cabo a no ser porque antiliberales sensatos se convirtieron en guardianes de su integridad, entre ellos el Coronel Aurelio Vázquez
  
El 7 de Julio, en el mismo local del  Seminario Conciliar, donde meses atrás se reunieron los liberales para el establecer  “orden regenerador”, se convocó a una Junta a la que acudieron los padres de familia, como se estilaba en aquellos tiempos, a fin de redactar un acta, al mejor estilo de los años de la independencia, en la cual, en lo esencial se agradecía a la Divina Providencia por haberles favorecido con el triunfo, se reconocía el valor de Vega, de Muñoz Vernaza y de los hombres que habían luchado bajo su mando, y otros asuntos de rigor.

Se terminaba la sesión deshaciendo el orden establecido por los liberales al designar al Dr. Rafael María Arízaga como Jefe Civil y Militar  de la provincia, quien  había iniciado el movimiento con una proclama publicada el 16 de mayo; se renovó la administración de justicia, se cambió a concejales y otros funcionarios; civiles, eclesiásticos i militares dieron  inicio a la ardua tarea de conformar un ejército aguerrido y católico, pues se conocía que Alfaro comandaba un ejército de 3.000 veteranos que avanzaba por el abra del río Jubones. El señorío de Cuenca, hombres y mujeres del pueblo confeccionaban  uniformes, preparaban pólvora, recogía armas, monjas de claustro preparaban banderitas azules,  escapularios y detentes*, los Salesianos confeccionaban cartuchos para los fusiles, mientras los Hermanos Cristianos reparaban las armas. Unos pocos sacerdotes que no estuvieron de acuerdo con esos preparativos abandonaron la ciudad.* Los detentes, según Peralta, eran imágenes y medallas  de Jesús, la Virgen o de santos que supuestamente impedirían el estrago de los proyectiles y las armas blancas.

Se fundó el periódico “La Patria Ecuatoriana”, convertido por diestras plumas azuayas en trinchera de defensa y  ataque ideológico, fundamentado en el insulto y la diatriba, según Aguilar Vázquez.

LA BATALLA DE CUENCA: El 20 de agosto –nos dice Arízaga Vega- Alfaro  y sus tropas acamparon en Yanuncay y allí el viejo caudillo preparó con su Estado Mayor el ataque a la ciudad. En dicho sitio recibió una comisión de paz, integrada por el cónsul de Nicaragua y otros extranjeros que le llevaron una carta de Vega solicitándole un arreglo pacífico, propuesta que fue negada por el líder liberal, quien dio un ultimátum a los revoltosos que debían rendirse sin ninguna condición, a la vez que ofrecía garantías siempre que se entregaren todas las armas, condicionamientos que fueron rechazados por Vega Muñoz.



Vega y sus estrategas, aprovechando que la campiña cuencana estaba dividida por altos cercos de piedra, que servían como trincheras inexpugnables, prepararon la defensa de la ciudad por el frente Sur;  mas, en la noche Alfaro, guiado, según se dice por campesinos e indígenas, apostó parte de sus fuerzas en el Noroccidente de la ciudad, de tal manera que la mañana del 22 se inició la dura batalla por tres frentes de guerra: el Sur, Balzay, y  el Cebollar, en donde fueron diezmados los temibles negros esmeraldeños comandados por el coronel José María Concha, mientras que en Balzay rendía la vida el legendario guerrero vegista, Luis Galvez –el chaso Galvez*-.
*Era oriundo de Cañar y había peleado a las órdenes de Vega desde la Campaña Restauradora en contra de Veintimilla, destacándose por su temerario valor.

La batalla se inició al amanecer y adquirió caracteres épicos a lo largo del día; se peleaba con bravura y coraje por parte de los bandos contendientes. Peralta se enteraba del curso de la contienda en la cárcel por medio de informaciones que le presentaba sus carceleros. “En  esos momentos, entre las tres de la tarde, hubo muchos toques de corneta en la plaza,  y los militares prisioneros me explicaron que eran órdenes de concentración de las fuerzas combatientes, lo que valía tanto como una retirada general ante el empuje del enemigo. Vega y su estado Mayor estaban a caballo delante de la casa de gobierno; y, repetidos varias veces los toques de retirada, partieron dichos jefes hacia la parte oriental de la ciudad, sin duda para tomar la ruta de Gualaceo y el Sigsig”* (15) Peralta, Ibid, pág. 169.* Sobre la huida de Vega ver también: Aguilar Vázquez y Arízaga Vega.

“En mi concepto la batalla está perdida –me dijo el comandante Terán, hombre serio y de excepcional rectitud en su conducta-, les había yo anunciado y no quisieron oírme. Señor, si aquí no hay más soldado que Célleri*; los demás ya los ha visto Ud., todo se reduce en ellos a discursos y aires de Napoleón… El combate recrudece: ¿lo oye Ud.? ¡Y el Estado Mayor huye! Por esto, porque los conozco no he querido tomar parte en nada; ayer me comprometió mi amigo Célleri*, diciéndome que los prisioneros corrían peligro de ser asesinados por los pillastres que estaban en la reserva; y acepté este puesto, que,  en resumidas cuentas,  no es sino de carcelero, pero de un carcelero que sabría morir en defensa de sus presos.-  ¡Oh, lo reconocemos, Señor Terán!, le contesté estrechándole la mano. ¿Pero cree Ud. que Vega abandona a los suyos, mientras se baten todavía?, le pregunté.- No lo creo, lo estoy viendo; y, si así no fuera, juzgaría que se le calumnia a don Antonio, me contestó; y fue a  la prevención de donde le llamaban con urgencia”  (16) Ibid.* Se trata de Daniel Célleri,  cura guerrero a quien Peralta rinde tributo en su artículo El Comandante Deprofundis,  publicado en Tipos de mi Tierra

La guerra estaba ganada, el Obispo León, con doña Zoila Vega Muñoz y Herlinda Toral de Pozo, hermana y cuñada de Vega, consiguen la mediación de Arcesio Pozo, amigo y partidario de Alfaro, para negociar la entrega de la ciudad. El 23 de agosto entró en Cuenca Alfaro y el ejército victorioso, no hubo desmanes ni saqueos, pues Alfaro había garantizado la seguridad de los vencidos, comprometiéndose a abandonar la ciudad los más pronto; en efecto, “...el día 27 marchó todo el ejército vencedor con dirección a Guayaquil, y él –el general Alfaro- salió el último para Quito con el batallón Ayacucho, sin que se haya producido el menor atropello ni la más leve violencia contra la ciudad y sus habitantes”.(17) Arízaga Vega, Ob. Citada, pág. 107. Quedaba como gobernador de la provincia don Virgilio Morla, caballero guayaquileño avecindado en Cuenca por mucho tiempo.

“Y Cuenca respiró también al comprender que las prédicas frenéticas de ciertos clérigos fanáticos contra Alfaro eran pura fantasía, y que el “hereje” y masón era ante todo un hombre de sensibilidad y de conciencia, incapaz de tolerar, menos de ordenar atropellos y matanzas.”(18) Ibid, pág. 109

MUERTE EN LA TARDE*: Muchas aguas correrán bajo los puentes levantados sobre las aguas del Tomebamba: el  del Vado, el  de Juana de Oro, el de Todos Santos o el Camal, el de Inga Chaca o el Vergel; muchas aguas, decimos, correrán  entre los episodios de la batalla de Cuenca y el trágico fin de Antonio Vega Muñoz, el 10 de diciembre de 1906, luego de su captura en la hacienda Ayancay.*Hemos tomado este subtítulo del  libro  del Dr.  Rafael Arízaga Vega, Antonio Vega Muñoz, el Insurgente.

En el país, se convocó a la primera Asamblea Constituyente liberal en 1896, que terminó dictando la primera constitución liberal; eligió para presidente al general Eloy Alfaro, quien inició las tibias reformas liberales, en un ambiente político de enfrentamiento del liberalismo dividido en dos fracciones: radicales y moderados, que a la postre se reconocerían como alfaristas y placistas. Se lleva adelante una serie de obras públicas, se firma contrato para la construcción del ferrocarril. En 1901 entrega el poder a Leonidas Plaza Gutiérrez, con lo que profundiza la división del liberalismo; Plaza llevó a cabo algunas reformas liberales, a la par que aplicó una política de acercamiento al conservadorismo. Además de la lucha interna el liberalismo tuvo que enfrentar sublevaciones conservadoras en centro y norte de país, dirigidas por el directorio del  partido desde Quito.

En 1905 Plaza entregó el poder a su antiguo opositor Lizardo García, gerente del poderoso banco Comercial y Agrícola de Guayaquil; a fines de  ese año una revuelta militar terminó con el gobierno de García propiciando un segundo período de gobierno para Alfaro, quien “llevó adelante un programa que planteaba la institucionalización definitiva del  Estado Laico, la conclusión del ferrocarril y la puesta en marcha de medidas destinadas a proteger y desarrollar la industria nacional. Ante la expectativa nacional se volvió a hablar de reforma social” (19)  Ayala Mora, Ob. Citada, pág. 64.

Mientras,  Cuenca vivía una aparente paz pese a la aparición de periódicos opositores como “La Prensa Libre” - en abril de 1897-  y “El Mensajero”- mayo del mismo año-  desde los cuales se combatía al gobierno y al partido liberal.
Morla se retiró de la Gobernación; fue reemplazado por  José Félix Valdivieso y  se designaba a Ullauri Jefe Militar, ambos muy allegados a  Peralta,  lo que al parecer disgustó a la oposición morlaca que recrudeció la violencia;  en los primeros días del mes de diciembre de  1898 “se intentó en Cuenca apoderarse del cuartel por la fuerza, siendo derrotados los insurgentes y hechos prisioneros,  en otros, Alejando Ortiz y Pio Vicente Corral. En el frustrado asalto intervinieron también Antonio Vega, Rafael María Arízaga, Alberto Muñoz Vernaza –estos dos últimos, Senadores de la república- .
El día del asalto se encontraba ya en Cuenca  Manuel Antonio Franco, al mando de los batallones “Quito”, “Pichincha” e “Hijos de la Muerte”, ya que había sido nombrado por Alfaro Comandante General de la Provincia. Franco llegó a Cuenca presidido de una siniestra fama, especialmente por el asesinato de Víctor León Vivar” (20) Arízaga Vega, Ob. citada pág. 113.

Entre 1898 y 1906 la vida de Cuenca  oscila entre  la paz bucólica  y el agitado sobresalto de la política y la insurrección;  marcado el ritmo vital de la urbe por las incidencias de la política nacional y comarcana que, en el segundo caso, alterna el dominio liberal entre las facciones locales encabezadas por  las familias Malo y Valdivieso. Hay que destacar la presencia de Manuel Antonio Franco que, como se ha dicho, fue designado por Alfaro Comandante General de la Provincia y como tal se convirtió prácticamente en una autoridad por encima del gobernador Valdivieso con quien parece mantuvo una tensa relación.

Calificado de tirano, poseedor de una personalidad que fluctúa entre el militarote despótico y agresivo en el trato a los opositores políticos y el clero, trasformado de pronto en hombre culto, de buenas maneras, amante de la música y la buena mesa cuando visitaba la casa de una distinguida dama costeña que por entonces residía en la urbe, Manuel Antonio Franco se ha labrado en el imaginario popular un sitio designado como el  asesino de Víctor León Vivar, el profanador de la iglesia en Riobamba, acusado del crimen contra el padre Moscoso en la misma ciudad, eterno aspirante a la presidencia de la república; se le atribuye la célebre sentencia: “Si no encuentro la puerta abierta, entraré por la ventana”. 

Antes de la época de la dominación del General Manuel Antonio Franco –dice Aguilar Vázquez-  la ciudad de Cuenca contaba con algunas calles con solado* de piedra menuda del río. Existían también los portales i aceras en las calles principales. El primer Concejo liberal de 1895, presidido por el doctor José Peralta, laboró mucho por la higienización urbana, con el establecimiento de la actual Casa de Rastro i la pavimentación de pocas calles  En fin, anota otros detalles poco significativos  que buscaban la modernización de la urbe que para entonces: “El desaseo era el propio de las poblaciones con desagües a flor de tierra i sin abastecimiento de agua potable” (21) Aguilar Vázquez, Ob. Citada, págs. 191-192.* Revestimiento de un piso con ladrillo, losas u otro material

Ante esta situación Franco elaboró un plan de ornato público que contemplaba: construcción y mantenimiento de aceras; pavimentación de calles; y, mejoramiento de la plaza de marcado. El plan fue ejecutado por indígenas “mingados” a los que se sumaban presos políticos –artesanos y jovencitos de la ciudad-  y ebrios consuetudinarios, dirigidos personalmente por él.
Por ser de actualidad transcribimos lo siguiente: “Propúsose dotar a los vecinos de San Francisco –se refiere a la plaza- de una Casa de Marcado; i una minga colosal, reunida a la fuerza por los Tenientes Políticos, caporales de todo abuso, noveló la mentada plaza bajo la dirección del único ingeniero liberal de Franco, el doctor Romualdo Bernal, quien también hubo de sufrir los vejámenes del General” (22) Ibid.  Fue así como,  por obra y gracia de la “tiranía constructora”, al decir del Dr. Aguilar, Cuenca comenzaba, en lo material a dejar atrás los largos siglos coloniales, para acercarse a la modernidad de los años del XX.

Así, llegamos a los primeros días de diciembre de 1906, gobernaba el país don Eloy Alfaro, quien había sido reconocido como presidente constitucional  por la Asamblea Legislativa de ese año,  que dictó ´la constitución considerada “la carta magna del liberalismo”. Liberales disidentes, conservadores y progresistas del Austro consideraban al presidente como usurpador de la voluntad soberana del pueblo y a su gobierno como inconstitucional, por lo que la conspiración volvió a sentirse en los campos de Azuay y Cañar, esta vez, dirigida políticamente por Gonzalo S. Córdova compadre y antiguo servidor de Alfaro, pero disidente a fin de militar en las filas del placismo como Ministro de Gobierno durante la primera presidencia de Plaza Gutiérrez.
En el campo militar, la campaña debía ser comandada por  Antonio Vega Muñoz quien, luego de una azarosa vida después de su retirada tras la derrota de agosto de 1896, se había apartado a sus predios de Gualaquiza.
Posteriormente sufrió el exilio en Perú, Panamá y Colombia, de donde regreso a reunirse con los suyos para vivir en una propiedad de Gualaceo, cuando fue tentado por Córdova para embarcarse en una sublevación, que,  al decir de su incitador,  contaba con el apoyo de Ulpiano Páez y otros jefes de alta jerarquía del ejército.

Luego de una serie de peripecias sufridas en los campos de los cantones orientales del Azuay y entre Azogues y Cañar,  los sublevados debían reunirse en una de las haciendas de Ayancay, de propiedad del Dr. Córdova, para enfrentar a las tropas regulares comandadas por Ulpiano Páez, que desde Riobamba habían sido desplazadas con la finalidad aplastar este nuevo intento subversivo.
El domingo 9 de diciembre los hombres comandados por Vega, en un corto enfrentamiento armado, fueron vencidos por las tropas de Páez; se decidió huir para evitar la captura, pero a último momento Vega ordenó: “- Nadie se mueve de aquí. Es mi deber sacrificarme por la juventud y me sacrifico”.
Luego de conferenciar con el Comandante Aurelio Vázquez, quien le manifestó que todo estaba perdido, Vega replicó que le  quedaba un último recurso, a la vez que le indicaba un revolver que tenía escondido en la bota derecha. Comandante y General se despidieron para siempre. (23) Ibid. pág. 359.

Hacia las seis de la tarde del   9 de diciembre se presenciaba el primer acto del drama que sólo concluiría al día siguiente: “El General Vega i sus compañeros rindieron armas ante el Comandante General del Distrito. En uno de los ángulos del patio, hallábase el Caudillo, sereno, la mirada fija en el vencedor. No desplegó los labios. Parecía su propia estatua. Páez avanzó hacia él con afabilidad i le saludó primero no como vencedor sino como amigo…” (24) Ibid, pág. 360.
Primer acto del drama, porque escrito está que a Páez y a Vega les unían estrechos lazos consanguíneos, como  señalan  Aguilar Vázquez –pág. 354-; Arízaga Vega –pág. 143-; y Peralta –pág. -409- en cada una de las obras utilizadas en estas crónicas.

El segundo acto del drama se desarrollaría el día 10 de diciembre de 1906 cuando desde Ayancay Páez ordenó la marcha de los prisioneros, custodiados por hombres de los  batallones  vencedores, hasta Cuenca.
 “El General Vega caminaba en medio de dos de sus Oficiales i compañeros de armas: el médico lojano Clodoveo R. Castillo a la derecha i don Augusto Arteaga a la izquierda; debidamente custodiados 42 prisioneros de guerra seguían sus pasos. A las tres de la tarde la cabeza del batallón comenzó a desfilar por el Rollo.- Faltarían pocos metros, de cuatro a seis, para entrar en la calle Santander*, a causa de una irregularidad de la carretera, desigualáronse los tres primeros prisioneros; entonces fue cuando el Caudillo levantó el poncho con las manos i desvió la derecha a la cabeza…Sonó un disparo, cayendo el general a las puertas de la ciudad ingrata. El proyectil habíale destrozado la frente. Un individuo del pueblo, el sastre Manuel Nieto, recogió el revolver caído de las manos de Vega. (25) Aguilar Vázquez, págs...} 361- 362. * Hoy Gran Colombia.

NOTAS:
-       La familia del Coronel Vega Muñoz  no aceptó su muerte como un suicidio e inmediatamente atribuyó al gobierno central y a las autoridades locales el asesinato del jefe militar azuayo; los liberales alfaristas por su parte insistieron en el suicidio, iniciándose un agria polémica  cuyas secuelas acaso se sientan hasta nuestros días

-       Al parecer los desacuerdos provienen de las posiciones políticas de la época que indudablemente  provocan diferentes pareceres en la percepción de los hechos,  a lo  que se debe sumar ciertas contradicciones entre peritos, médicos legistas y testigos que formaron parte del juicio indagatorio iniciado al día siguiente de la muerte de Vega; el juez instructor dispuso el sobreseimiento definitivo de la causa,  confirmado por la Corte Superior de Cuenca

-       A nuestro parecer se “politizó” la muerte del Coronel Vega, pero no podía ser de otra manera dado el contexto en el cual se produjo; hoy, como ocurre con todo suceso que involucra a políticos y gente de  prestancia,  desde un punto de vista estrictamente histórico resulta difícil acercarse a “la verdad histórica” y el hecho quedará para ser juzgado e interpretado de acuerdo al criterio personal de quien lo conozca.

-       El desastre de Ayancay, calificado así por Arízaga Vega, según nuestro criterio obedeció a dos circunstancias evidentes: a) Acaso, en la memoria de artesanos y campesinos, que formaban, el fuerte de las huestes de Vega, se conservaba aún el recuerdo de la tarde del 22 de agosto de 1896 cuando con un pequeño grupo de íntimos colaboradores abandonó la lucha al considerar que la batalla estaba perdida, quizás sin advertir a sus partidarios de esta decisión, quienes, posiblemente continuaron en la brega hasta ser vencidos por las fuerzas de Alfaro, por lo que al recorrer los campos del oriente azuayo y de Cañar se adhirieron pocos hombres   y en algunos pueblos  le cerraron las puertas, ya no contaba tampoco con el apoyo de  las cholas  guerreras. b) Una desastrosa sequía asolaba los campos australes y el fantasma del hambre azotaba a campesinos y artesanos,  quienes posiblemente antepusieron el instinto de supervivencia a los intereses políticos de los grupos dominantes. 

-       Junio 10 de 2013.
 
“CRONICA DE LA SITUACION Cuenca, Agosto 6 de 1895 No. 2
Anteayer tuvo lugar en la plaza mayor la revista de las tropas organizadas para la defensa de la ciudad, que la hizo el Comandante de Armas de la Provincia, Coronel Sr. Dr. Alberto Muñoz V.
A la una de la tarde principió la marcha de los varios cuerpos que, saliendo de su respectivos cuarteles, se dirigieron a ocupar sus puestos en la plaza mayor. Formaban dichos cuerpos, la "Guardia de Honor”, compuesta de los jóvenes de la Universidad, con su jefe el Sor. Dr. David Neira; la Columna "Comercio", al mando del Coronel Sor. D. Pablo Chacón; el Cuerpo de Policía, con su Jefe el Intendente de la Provincia, Sor. Dr. Moisés Arteaga; el Batallón "Azuay" formado por lo más selecto de nuestros artesanos, al mando del Coronel Sor. Dr. Miguel Prieto; el Batallón "Guardia Nacional No. 39" al mando del Coronel Sor. Dr. Héctor Bravo; un cuerpo de "Ambulancia" compuesto de médicos distinguidos y hábiles practicantes de la Universidad, con su jefe el rector del Colegio Nacional, Sor. Dr. Eugenio Malo T.; y muchas personas pertenecientes a distinguidas familias que a caballo, rodeaban al Comandante de Armas de la Provincia.
El número efectivo de la fuerza se acercó a 600 hom­bres, sin tomar en cuenta guardias que quedaron en los respectivos cuarteles, y una avanzada de exploración y reconocimiento, que formada en gran parte, por jóvenes de la Universidad y de los Colegios, marchó hacia el Sur, al mando del Coronel Jefe de Operaciones de la Provincia, Sor. Dr. Francisco Guillermo Ortega.
Formadas las tropas, el Coronel Sr. Dr. Alberto Muñoz V., como Jefe Militar de la plaza, arengó en breves y bien cortadas frases a cada uno de los cuerpos, enalte­ciendo el ardoroso entusiasmo con que habían acudido al primer llamamiento, para rechazar con las armas aquella menguada expedición de Machala, acaudillada por pérfi­dos hijos de este mismo suelo; y que, en torno de tan abnegados jefes y soldados participaría de los laureles de la victoria en esta lucha del honor y la justicia.
Prolongados y estrepitosos "vivas" de la tropa se dejaron oír en la contestación a las palabras dirigidas por su digno Jefe.
Luego desfilaron los cuerpos debidamente armados, por las principales calles de la ciudad, regresando después a la plaza mayor, de donde partieron en el mayor orden a sus respectivos cuarteles. En seguida, quedó llamado al servicio activo el numeroso y  entusiasta Batallón "Azuay", formado por nuestros más inteligentes artesa­nos que, en su mayor parte, han sido veteranos; a fin de contar con la fuerza respetable y lista para un momento dado.
Esta espléndida manifestación  ha puesto en claro la enérgica actitud de nuestra sociedad. Se trata ahora de lo más sagrado: la religión y la patria; y a este grito y bajo esta bandera corren a agruparse todos los ciudadanos, sin distinción de edad ni posición. El dinero ha principiado a ofrecerse con profusión. Miles de sucres han consignado ya dignísimos patriotas. Un grupo  de respetables  hacendados ha ofrecido el pago anticipado del cuatro por mil sobre el valor de sus propiedades. En un momento, en un círculo de patriotas se colectó una suma respetable para hacer un agasajo público a las tropas.
Se ha herido el honor y el patriotismo, y no se excusa­rán sacrificios; y cuando llegue la hora del conflicto, Cuenca, se levantará como un solo hombre para castigar a estos pérfidos invasores, que tratan manchar con sangre hermana, este querido suelo, que en hora mengua­da es también el suyo.
Ayer, a las cinco de la tarde, tuvo lugar una solemne procesión con la hermosa efigie de la Virgen del Rosario, que saliendo de la iglesia de Santo Domingo, recorrió las principales calles de la ciudad. La concurrencia fue numerosísima. El inmenso gentío que desfilaba, en el mayor orden, ocupaba más de cinco cuadras, distinguiéndose el crecido número de señoras y caballeros. Esta sociedad sabe, como lo sabe la República que Dios protege el triunfo de nuestra causa; y por esto, acude creyente y ardorosa a implorar en las calles y plazas ese favor de lo alto que aniquila y desbarata las maquinaciones de los perversos.
La marcha ordenada y solemne de la procesión se inte­rrumpió por algunos instantes a consecuencia de un alboroto formado por mujeres del pueblo. Era el caso que, preparándose para dirigir al público la palabra desde el balcón de la Casa de Gobierno, el orador sagrado Sor. Dr. Vicente Alvarado, se insinuó la idea de colocar a la tropa en lugar adecuado para que pudiera oír de cerca la alocución dirigida principal­mente a ella. Para esto hubo necesidad de ordenar un movimiento retrógrado, a consecuencia de la gran aglomeración de gente que obstruía la calle principal. Observado esto por algunas mujeres, creyeron que se trataba de alguna operación militar, y esto originó las carreras y alarma de muchas hasta que persuadidas de lo ocurrido por las advertencias de todos, se restableció completamente la calma.
Para conocimiento del público y de la Nación, continua­remos dando cuenta de todo lo relativo a esta situación de resuelta y ardorosa expectativa”.
·   Las fuerzas conservadoras cantaban el Himno Restaurador, con letra de Deifilio Larriva y música de José María  Rodríguez.