miércoles, 9 de octubre de 2019


Universidad e ideologías: el rectorado de Benigno Malo


Límites temporales y espaciales
La coyuntura histórica que corre entre 1860 y 1875 en la que se fundó la Corporación Universitaria del Azuay, hoy Universidad de Cuenca, se inserta en la segunda mitad del primer período republicano denominado por Enrique Ayala Mora como ‘Proyecto Nacional Criollo,’ comprendido entre 1830 y 1895 (2008). A partir de 1860 el país entró en un proceso de dinámicas transformaciones sociales lideradas por la avasallante personalidad de Gabriel García Moreno, cuyo nombre califica a la coyuntura conocida en la historiografía tradicional como Garcianismo o Período Garciano, durante el cual gobernaron tres presidentes: Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión y Javier Espinosa.
Así mismo en este periodo logramos identificar cuatro gobernadores del Azuay: Benigno Malo, Luis Malo, Carlos Ordoñez Laso y Manuel Vega Dávila. El Cabildo, Ayuntamiento o Concejo Cantonal se encargaba del cuidado de la ciudad, mientras que el Cabildo Catedralicio, presidido por el obispo, velaba por la vida religiosa, espiritual y moral de los feligreses. El clero animaba la vida cultural y las actividades económicas y financieras de la población. La traza urbana no rebasaba los límites coloniales: al norte los declives de Cullca, por el sur la Calle Larga o de la Ronda y El Barranco sobre el Matadero, al occidente San Sebastián y al este San Blas, antiguas parroquias de indios. Al sur se extendía el bello ejido que llamó la atención del adusto Caldas en 1804, rodeado por las quintas y cuadras de San Joaquín y Monay. Más distantes, las haciendas y los hatos completaban el paisaje entre urbano y rural que conformaba, al decir de Claudio Cordero y Adrián Carrasco, la arcadia soñada por los hidalgos morlacos. La población de la urbe oscilaba entre 20.000 o 25.000 almas y quizás la regional avanzaba a unos 70.000 habitantes.
Ideología e ideologías
Según Rodrigo Borja Cevallos la ideología es “un sistema de ideas, creencias y valores filosóficos-políticos sobre el fenómeno humano y el fenómeno social” (Citado por Claudio Malo G, 2001, p.22), de tal manera que habiendo diversas ideas, creencias y valores filosóficos-políticos, diversas formas de pensar y diversas sociedades que conviven en diversos medios geográficos y que se han sucedido en el tiempo, existen diversas ideologías, que en una suerte de juego dialéctico nos permite afirmar que estas son hijas del tiempo histórico, a la vez que influyen en este, a fin de dar paso a nuevas ideas que logran el avance de la historia.
Para analizarlas y comprenderlas, a la luz de las ciencias sociales, las ideologías pueden ser agrupadas en un determinado modelo de pensamiento o de interpretación de las entidades humanas que corresponden a un identificado contexto social e histórico, es decir, amplios paradigmas de pensamiento comunitario. De mano del semiólogo ruso Lotman, María Rosa Crespo propone una metodología de análisis de la cultura cuencana basada en la semiótica, que establecería por lo menos cinco grandes códigos culturales (1993, p.55). Dos de ellos nos interesan para nuestros fines: el código simbólico de tipo medieval, también denominado de larga duración o feudal y el código paradigmático o iconoclasta de la transición o de la modernidad que nos permitirán analizar el marco social en el que se creó la Corporación Universitaria y determinados aspectos ideológicos de su primer rector.
Marco social para la creación de la Corporación Universitaria del Azuay
El sabio Caldas señaló que en casi todos los pueblos de la América existían tres clases: nobleza, estado medio y plebe (1983). En Cuenca de los Andes hacia 1804 esta era una realidad. Para finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo XIX, la ‘Atenas del Ecuador,’ según Adrián Carrasco y Claudio Cordero “conservaba la misma sociedad que se había constituido en los tiempos coloniales y que se había consolidado en los primeros años de la República” (1982).
La sociedad cuencana colonial había basado su quehacer económico en actividades primarias, agricultura, ganadería, artesanía y un incipiente comercio interregional y de exportación vía la ‘Carrera de Lima,’ que no le permitió la acumulación de capital significativo. El cambio a una economía más próspera se daría en la segunda mitad del siglo XVIII con el primer auge de exportación de la cascarilla y otros productos vegetales. En este siglo llegaron los académicos franceses, se erigieron la Gobernación y el Obispado. La denominada nobleza o grupo hegemónico ejerció una ideología de dominio, conducía la sociedad y la subordinaba, mientras que la clase media, la de los chazos, estaba más acomodada al vivir político, social y religioso de las clases dominantes, en tanto que la del indígena-campesino podría ser caracterizada como la ideología del servicio y la resistencia.
En el siglo XIX se registraron alrededor de nueve sublevaciones indígenas campesinas en los campos azuayos y al comienzo de los años veinte del siglo pasado se alzaron las famosas huelgas por los tributos y la ‘Huelga de la sal.’ En cuanto a la ideología de la educación, desde su fundación la ciudad contó con dos o tres escuelas de primeras letras hasta la fundación del Colegio de los Jesuitas en 1638, que funcionó hasta su expulsión. En este antiguo local inició sus actividades el Seminario Conciliar en 1803. El Colegio de los Jesuitas y Seminario serían por largo tiempo las dos entidades dedicadas a la formación de la juventud cuencana, hasta la creación del Colegio Nacional en 1864.
Para nuestro criterio la universidad en Cuenca nació tras un largo proceso histórico pues ya en 1812 se solicitó al gobierno español su creación, según apuntó Claudio Malo, a pedido del Síndico Procurador de la ciudad (2001, p.51). Cuando revisamos algunos testimonios que sobre Cuenca constan en Compilación de crónicas, relatos y descripciones de Cuenca y su provincia, encontramos algunas referencias como la del ingeniero civil Sebastián Wisse que en 1848 dice sobre Cuenca: “Es la silla de un Obispado, i contiene una Universidad de segunda orden, un Colegio, un Seminario i algunos Conventos” (1983, p.65). En 1857 el doctor Juan B. Guin, anota que posee “un Colegio donde se enseñan gramáticas latina y castellana, filosofía, derecho civil, teología, cánones y medicina” (1983, p.69) y en 1858 el Dr. Manuel Villavicencio indica que “El Convento de los Jesuitas con algunas reformas sirve de colegio donde se estudia Gramáticas latina y castellana, Filosofía, Jurisprudencia y Teología” (1983, p.75-76). Considero que estas afirmaciones requieren una mayor investigación, mas, ahora nos permiten presumir que así se fue perfilando la Corporación Universitaria del Azuay. Con su creación Cuenca se encaminaría decididamente a la modernidad gestada en los cambios sociales, económicos y políticos de los siglos XVIII y XIX.
Esbozo ideológico de Benigna Malo
El doctor Benigno Malo Valdivieso fue sin duda un intelectual con sólido sentido práctico y un hombre decidido por el progreso material en los más variados órdenes, siempre inquieto por aprovechar las novedades de la técnica y la industria moderna, en palabras de Hernán Rodríguez Castelo (2008, p.8). De personalidad polifacética, fue un estadista que pensó y delineó para el país, desde los ministerios que ocupó en diversos gobiernos, programas de colonización para el Oriente y Galápagos, especialmente con europeos, incentivó el progreso industrial y el adelanto comercial, procuró el arreglo de la deuda pública, la reparación de caminos y puertos, la introducción de nuevas especies agrícolas y ganaderas, la utilización de modernas técnicas agrícolas y el mejoramiento de la educación, mientras que, para  el futuro de la región, planteó la extracción y comercialización de la cascarilla, con lo que inició el segundo período de auge de este negocio, que reforzó el aburguesamiento social iniciado en el siglo anterior y abrió la puerta al afrancesamiento de la sociedad local. Malo también impulsó el comercio de los sombreros de toquilla y la fabricación de textiles de algodón. Practicó el ensayo periodístico, fundó algunos periódicos y colaboró en los principales de su época, propugnó como forma ideal de gobierno el federalismo al estilo estadounidense, pero criticó su afán imperialista, combatió a García Moreno y realizó profundos análisis geopolíticos del país, Latinoamérica y el mundo.
Como político formó parte de varios gobiernos bajo el lema de que “importaba más el servicio a la patria que el alineamiento con el gobernante.” Abrazó la ideología política conservadora, pero al distanciarse de García Moreno se adhirió al Progresismo liderado en el Azuay por Borrero Cortázar y Cordero Crespo. La ideología educativa del doctor Malo procuró la superación de métodos pedagógicos tradicionales y la implantación del estudio de ciencias naturales y físicas, abogó por la educación de la mujer, las clases trabajadoras, el ejército, los indígenas y el campesinado. Pero su preocupación fundamental fue la creación de la Universidad Distrital, como un proceso de independencia académica de la Región frente al poder centralista de la capital. En 1851 como ministro del Interior y Relaciones Exteriores logró la creación de las universidades de Cuenca y Guayaquil, pero ante las convulsiones políticas del país el Decreto quedó sin efecto.
En 1857 volvió a las funciones públicas como Subdirector de Estudios del distrito del Azuay y reclamó al poder central la creación de la Universidad del Azuay, planteó su creación con el personal docente de los colegios y las funciones de rector y vicerrector como cargos honoríficos. En el discurso inaugural de la Corporación Universitaria del Azuay se refería al programa de estudios señalando “que la enseñanza en todos sus ramos se halla al nivel de la que se da en Quito y tal vez la exceda en algunos, como en el de idiomas vivos y en el de música” (1868). Avalaba la enseñanza que se impartía en los colegios de Cuenca al argumentar que el nombre de universidad viene de universalidad, la universalidad de la enseñanza y de los conocimientos, así decía que Cuenca “posee esa universalidad de conocimientos y no se entendía la necesidad gravosa de hacer un viaje a su capital, no en busca del saber, porque ya sabe lo suficiente, sino en pos de la borla de Doctor” (1868). En fin, era un alegato largo, claro y contundente en el que se demostraba el sacrificio económico y social que debían realizar los estudiantes para asistir a la Universidad en Quito. En temas de educación, el Ecuador, argumentaba, no estaba a la altura de los tiempos, pues para él una sola universidad era ya un anacronismo.
En 1867, por gestiones de Luis Cordero Crespo (1833-1912), expidió la ley que estableció la Corporación Universitaria del Azuay y fue designado como su primer rector Benigno Malo Valdivieso. El 1 de enero de 1868, dice Rodríguez Castelo, se instaló la Junta Universitaria del Azuay y al término de esta se leyó el discurso inaugural del rector (2008, p.102), quien no pudo pronunciarlo personalmente impedido por una grave enfermedad. Así, la vida jurídica del alma máter se inició en octubre de 1867, mientras la existencia académica comenzó el 1 de enero de 1868. Más adelante, durante  el rectorado del doctor Gabriel Cevallos García (1913-2004) el 31 de enero de 1968 “en sesión solemne celebrada en el Teatro Carlos Cueva Tamariz, con la presencia de altos funcionarios del gobierno nacional, delegaciones de todas las universidades ecuatorianas y de instituciones científicas y culturales se suscribió el acta del centenario para recordación perenne del tributo de pleitesía a la Universidad” (Espinosa, 2001, p.237-238). En el acta firmada en el seno del Consejo Universitario se especificaba que el Instituto de Docencia Superior “fue legalmente creado por decreto del Congreso Nacional, el 15 de octubre de 1867 y realmente erigido a la vida universitaria el primero de enero de 1868” (Espinosa, 2001, p.238), en suma, se declaraba a 1968 como el año del primer centenario de la Universidad de Cuenca.
El pensamiento universitario de Malo titubea entre el valor de la razón y el lábaro de la fe y dice Rodríguez Castelo “que cuando se supera los límites de lo racional y entra en la región de lo sobre natural se necesita marchar a la luz de la fe y con la antorcha de la revelación en la mano” (2008, p.105), dibujando la filosofía de la universidad católica. Por muchos años una Universidad Católica sería la de Cuenca, concluye. Una universidad católica, pero no al estilo de la soñada por Honorato Vázquez (1855-1933), pues en realidad Vázquez soñaba con una ciudad universitaria en la que “los señores consagran su tiempo a la vigilancia de sus haciendas y al cultivo de las letras.” Uno era el poeta soñador, otro el  intelectual práctico que pensaba en una universidad que formara doctores, técnicos, biólogos, botánicos, en fin, profesionales que sirviesen al desarrollo de comunidad. En su discurso de inauguración de la Corporación Universitaria del Azuay exclama: “Y para que nade faltase a la belleza de las formas de nuestra Universidad, sólo sería de desear que arrojara una mirada hacia la educación de nuestras clases obreras” (Malo, 1868) reconociendo que mucho se ha hecho por la instrucción letrada y reclamaba que si acaso el trabajador no merecía educarse, sería una gloria para Cuenca que tomará la iniciativa de proclamar la igualdad del laboratorio y el taller, y concluye su discurso interrogando “¿No sería un gran paso de progreso en la moralidad y en las ideas, colocar a igual altura el cincel de Vélez y la pluma de Solano?”
Cuenca, enero de 2018

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