Universidad e ideologías: el rectorado de Benigno
Malo
Límites
temporales y espaciales
La coyuntura histórica que corre entre 1860 y 1875
en la que se fundó la Corporación Universitaria del Azuay, hoy Universidad de
Cuenca, se inserta en la segunda mitad del primer período republicano
denominado por Enrique Ayala Mora como ‘Proyecto Nacional Criollo,’ comprendido
entre 1830 y 1895 (2008). A partir de 1860 el país entró en un proceso de
dinámicas transformaciones sociales lideradas por la avasallante personalidad
de Gabriel García Moreno, cuyo nombre califica a la coyuntura conocida en la
historiografía tradicional como Garcianismo o Período Garciano, durante el cual
gobernaron tres presidentes: Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión y Javier
Espinosa.
Así mismo en este periodo logramos identificar
cuatro gobernadores del Azuay: Benigno Malo, Luis Malo, Carlos Ordoñez Laso y
Manuel Vega Dávila. El Cabildo, Ayuntamiento o Concejo Cantonal se encargaba
del cuidado de la ciudad, mientras que el Cabildo Catedralicio, presidido por
el obispo, velaba por la vida religiosa, espiritual y moral de los feligreses.
El clero animaba la vida cultural y las actividades económicas y financieras de
la población. La traza urbana no rebasaba los límites coloniales: al norte los
declives de Cullca, por el sur la Calle Larga o de la Ronda y El Barranco sobre
el Matadero, al occidente San Sebastián y al este San Blas, antiguas parroquias
de indios. Al sur se extendía el bello ejido que llamó la atención del adusto
Caldas en 1804, rodeado por las quintas y cuadras de San Joaquín y Monay. Más
distantes, las haciendas y los hatos completaban el paisaje entre urbano y
rural que conformaba, al decir de Claudio Cordero y Adrián Carrasco, la arcadia
soñada por los hidalgos morlacos. La población de la urbe oscilaba entre 20.000
o 25.000 almas y quizás la regional avanzaba a unos 70.000 habitantes.
Ideología
e ideologías
Según Rodrigo Borja Cevallos la ideología es “un
sistema de ideas, creencias y valores filosóficos-políticos sobre el fenómeno
humano y el fenómeno social” (Citado por Claudio Malo G, 2001, p.22), de tal manera
que habiendo diversas ideas, creencias y valores filosóficos-políticos,
diversas formas de pensar y diversas sociedades que conviven en diversos medios
geográficos y que se han sucedido en el tiempo, existen diversas ideologías,
que en una suerte de juego dialéctico nos permite afirmar que estas son hijas
del tiempo histórico, a la vez que influyen en este, a fin de dar paso a nuevas
ideas que logran el avance de la historia.
Para analizarlas y comprenderlas, a la luz de las ciencias
sociales, las ideologías pueden ser agrupadas en un determinado modelo de
pensamiento o de interpretación de las entidades humanas que corresponden a un
identificado contexto social e histórico, es decir, amplios paradigmas de
pensamiento comunitario. De mano del semiólogo ruso Lotman, María Rosa Crespo
propone una metodología de análisis de la cultura cuencana basada en la
semiótica, que establecería por lo menos cinco grandes códigos culturales (1993,
p.55). Dos de ellos nos interesan para nuestros fines: el código simbólico de
tipo medieval, también denominado de larga duración o feudal y el código
paradigmático o iconoclasta de la transición o de la modernidad que nos
permitirán analizar el marco social en el que se creó la Corporación
Universitaria y determinados aspectos ideológicos de su primer rector.
Marco
social para la creación de la Corporación Universitaria del Azuay
El sabio Caldas señaló que en casi todos los pueblos
de la América existían tres clases: nobleza, estado medio y plebe (1983). En
Cuenca de los Andes hacia 1804 esta era una realidad. Para finales de los
cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo XIX, la ‘Atenas del Ecuador,’
según Adrián Carrasco y Claudio Cordero “conservaba la misma sociedad que se
había constituido en los tiempos coloniales y que se había consolidado en los
primeros años de la República” (1982).
La sociedad cuencana colonial había basado su
quehacer económico en actividades primarias, agricultura, ganadería, artesanía
y un incipiente comercio interregional y de exportación vía la ‘Carrera de Lima,’
que no le permitió la acumulación de capital significativo. El cambio a una
economía más próspera se daría en la segunda mitad del siglo XVIII con el
primer auge de exportación de la cascarilla y otros productos vegetales. En
este siglo llegaron los académicos franceses, se erigieron la Gobernación y el
Obispado. La denominada nobleza o grupo hegemónico ejerció una ideología de
dominio, conducía la sociedad y la subordinaba, mientras que la clase media, la de los chazos, estaba más acomodada al
vivir político, social y religioso de las clases dominantes, en tanto que la
del indígena-campesino podría ser caracterizada como la ideología del servicio
y la resistencia.
En el siglo XIX se registraron alrededor de nueve
sublevaciones indígenas campesinas en los campos azuayos y al comienzo de los
años veinte del siglo pasado se alzaron las famosas huelgas por los tributos y
la ‘Huelga de la sal.’
En cuanto a la ideología
de la educación, desde su fundación la ciudad contó con dos o tres escuelas de
primeras letras hasta la fundación del Colegio de los Jesuitas en 1638, que
funcionó hasta su expulsión. En este antiguo local inició sus actividades el
Seminario Conciliar en 1803. El Colegio de los Jesuitas y Seminario serían por
largo tiempo las dos entidades dedicadas a la formación de la juventud
cuencana, hasta la creación del Colegio Nacional en 1864.
Para nuestro criterio la universidad en Cuenca nació
tras un largo proceso histórico pues ya en 1812 se solicitó al gobierno español
su creación, según apuntó Claudio Malo, a pedido del Síndico Procurador de la
ciudad (2001, p.51). Cuando revisamos algunos
testimonios que sobre Cuenca constan en Compilación
de crónicas, relatos y descripciones de Cuenca y su provincia, encontramos
algunas referencias como la del ingeniero civil Sebastián Wisse que en 1848
dice sobre Cuenca: “Es la silla de un Obispado, i contiene una Universidad de
segunda orden, un Colegio, un Seminario i algunos Conventos” (1983, p.65). En
1857 el doctor Juan B. Guin, anota que posee “un Colegio donde se enseñan
gramáticas latina y castellana, filosofía, derecho civil, teología, cánones y
medicina” (1983, p.69) y en 1858 el Dr. Manuel Villavicencio indica que “El
Convento de los Jesuitas con algunas reformas sirve de colegio donde se estudia
Gramáticas latina y castellana, Filosofía, Jurisprudencia y Teología” (1983, p.75-76).
Considero que estas afirmaciones requieren una mayor investigación, mas, ahora
nos permiten presumir que así se fue perfilando la Corporación Universitaria
del Azuay. Con su creación Cuenca se encaminaría decididamente a la modernidad
gestada en los cambios sociales, económicos y políticos de los siglos XVIII y
XIX.
Esbozo
ideológico de Benigna Malo
El doctor Benigno Malo Valdivieso fue sin duda un
intelectual con sólido sentido práctico y un hombre decidido por el progreso
material en los más variados órdenes, siempre inquieto por aprovechar las
novedades de la técnica y la industria moderna, en palabras de Hernán Rodríguez
Castelo (2008, p.8). De personalidad polifacética, fue un estadista que pensó y
delineó para el país, desde los ministerios que ocupó en diversos gobiernos,
programas de colonización para el Oriente y Galápagos, especialmente con
europeos, incentivó el progreso industrial y el adelanto comercial, procuró el
arreglo de la deuda pública, la reparación de caminos y puertos, la
introducción de nuevas especies agrícolas y ganaderas, la utilización de
modernas técnicas agrícolas y el mejoramiento de la educación, mientras que,
para el futuro de la región, planteó la
extracción y comercialización de la cascarilla, con lo que inició el segundo
período de auge de este negocio, que reforzó el aburguesamiento social iniciado
en el siglo anterior y abrió la puerta al afrancesamiento de la sociedad local.
Malo también impulsó el comercio de los sombreros de toquilla y la fabricación
de textiles de algodón. Practicó el ensayo periodístico, fundó algunos
periódicos y colaboró en los principales de su época, propugnó como forma ideal
de gobierno el federalismo al estilo estadounidense, pero criticó su afán
imperialista, combatió a García Moreno y realizó profundos análisis
geopolíticos del país, Latinoamérica y el mundo.
Como político formó parte de varios gobiernos bajo
el lema de que “importaba más el servicio a la patria que el alineamiento con
el gobernante.” Abrazó la ideología política conservadora, pero al distanciarse
de García Moreno se adhirió al Progresismo liderado en el Azuay por Borrero
Cortázar y Cordero Crespo. La ideología educativa del doctor Malo procuró la
superación de métodos pedagógicos tradicionales y la implantación del estudio
de ciencias naturales y físicas, abogó por la educación de la mujer, las clases
trabajadoras, el ejército, los indígenas y el campesinado. Pero su preocupación
fundamental fue la creación de la Universidad Distrital, como un proceso de
independencia académica de la Región frente al poder centralista de la capital.
En 1851 como ministro del Interior y Relaciones Exteriores logró la creación de
las universidades de Cuenca y Guayaquil, pero ante las convulsiones políticas
del país el Decreto quedó sin efecto.
En 1857 volvió a las funciones públicas como
Subdirector de Estudios del distrito del Azuay y reclamó al poder central la
creación de la Universidad del Azuay, planteó su creación con el personal
docente de los colegios y las funciones de rector y vicerrector como cargos
honoríficos. En el discurso inaugural de la Corporación Universitaria del Azuay
se refería al programa de estudios señalando “que la enseñanza en todos sus
ramos se halla al nivel de la que se da en Quito y tal vez la exceda en
algunos, como en el de idiomas vivos y en el de música” (1868). Avalaba la
enseñanza que se impartía en los colegios de Cuenca al argumentar que el nombre
de universidad viene de universalidad, la universalidad de la enseñanza y de
los conocimientos, así decía que Cuenca “posee esa universalidad de
conocimientos y no se entendía la necesidad gravosa de hacer un viaje a su
capital, no en busca del saber, porque ya sabe lo suficiente, sino en pos de la
borla de Doctor” (1868). En fin, era un alegato largo, claro y contundente en el
que se demostraba el sacrificio económico y social que debían realizar los
estudiantes para asistir a la Universidad en Quito. En temas de educación, el
Ecuador, argumentaba, no estaba a la altura de los tiempos, pues para él una
sola universidad era ya un anacronismo.
En 1867, por gestiones de Luis Cordero Crespo
(1833-1912), expidió la ley que estableció la Corporación Universitaria del
Azuay y fue designado como su primer rector Benigno Malo Valdivieso. El 1 de
enero de 1868, dice Rodríguez Castelo, se instaló la Junta Universitaria del
Azuay y al término de esta se leyó el discurso inaugural del rector (2008, p.102),
quien no pudo pronunciarlo personalmente impedido por una grave enfermedad.
Así, la vida jurídica del alma máter
se inició en octubre de 1867, mientras la existencia académica comenzó el 1 de
enero de 1868. Más adelante, durante el
rectorado del doctor Gabriel Cevallos García (1913-2004) el 31 de enero de 1968
“en sesión solemne celebrada en el Teatro Carlos Cueva Tamariz, con la presencia
de altos funcionarios del gobierno nacional, delegaciones de todas las
universidades ecuatorianas y de instituciones científicas y culturales se
suscribió el acta del centenario para recordación perenne del tributo de
pleitesía a la Universidad” (Espinosa, 2001, p.237-238). En el acta firmada en
el seno del Consejo Universitario se especificaba que el Instituto de Docencia
Superior “fue legalmente creado por decreto del Congreso Nacional, el 15 de
octubre de 1867 y realmente erigido a la vida universitaria el primero de enero
de 1868” (Espinosa, 2001, p.238), en suma, se declaraba a 1968 como el año del
primer centenario de la Universidad de Cuenca.
El pensamiento universitario de Malo titubea entre
el valor de la razón y el lábaro de la fe y dice Rodríguez Castelo “que cuando
se supera los límites de lo racional y entra en la región de lo sobre natural
se necesita marchar a la luz de la fe y con la antorcha de la revelación en la
mano” (2008, p.105), dibujando la filosofía de la universidad católica. Por muchos
años una Universidad Católica sería la de Cuenca, concluye. Una universidad
católica, pero no al estilo de la soñada por Honorato Vázquez (1855-1933), pues
en realidad Vázquez soñaba con una ciudad universitaria en la que “los señores
consagran su tiempo a la vigilancia de sus haciendas y al cultivo de las letras.” Uno era el poeta soñador, otro el intelectual práctico que pensaba en una
universidad que formara doctores, técnicos, biólogos, botánicos, en fin,
profesionales que sirviesen al desarrollo de comunidad. En su discurso de
inauguración de la Corporación Universitaria del Azuay exclama: “Y para que
nade faltase a la belleza de las formas de nuestra Universidad, sólo sería de
desear que arrojara una mirada hacia la educación de nuestras clases obreras”
(Malo, 1868) reconociendo que mucho se ha hecho por la instrucción letrada y
reclamaba que si acaso el trabajador no merecía educarse, sería una gloria para
Cuenca que tomará la iniciativa de proclamar la igualdad del laboratorio y el
taller, y concluye su discurso interrogando “¿No sería un gran paso de progreso
en la moralidad y en las ideas, colocar a igual altura el cincel de Vélez y la
pluma de Solano?”
Cuenca, enero de 2018
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