miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN: apuntes  para su historia.      IV.1
Manuel Carrasco Vintimilla
HUMANISMO Y PEDAGOGÍA:
Difícil resulta, en referencia a Cuenca, encasillar a sus intelectuales en corrientes de pensamiento, en “ismos” de toda índole. Esto quizás desde la eclosión de aquella singular generación a la que Cevallos García señala como integrante del discipulado de Solano y los Clérigos Vintimilla –Mariano y Custodio- , aquella que ganó para la ciudad el apelativo de Atenas.
Hubo, indudablemente, ilustrados, románticos, positivistas, idealistas, en suma, seguidores y cultores de las corrientes filosóficas, artísticas y literarias que, a su tiempo, venciendo las formidables barreras de los Andes, el aislamiento secular y la carencia de medios y gentes propicias, llegaban a la recoleta urbe a fin de constituirse en patrimonio cultural de reducidos grupos de élite, integrantes de un conglomerado  social entre rural y urbano, que, al decir de Claudio Malo G., se deleitaba en el cultivo del “gay decir”.
Come quiera que fuese la clasificación de corrientes, movimientos e ismos en el mundo de las letras, las ciencias y las artes, la verdad es que aquí se forjó un apretado y sólido núcleo de gentes que siendo curuchupas, liberales o progresistas, en el siglo XIX,  o autocalificándose, y siendo calificados también, como liberales, conservadores, socialistas y comunistas, en el siglo XX, han compartido ciertas posiciones vitales, determinados modos de ser, de ver y hacer las cosas.
De estas condiciones ha surgido una manera de ser espiritual más  menos común, la cual pese a todas las diferencias, especialmente en el orden político, que, para nosotros, no han pasado de las luchas por el poder local y de las formas de entender y practicar las relaciones entre grupos o conglomerados sociales, bien puede ser denominada como humanismo.
Humanismo teñido de positivismo de índole social, con orientación científica o de carácter pedagógico; humanismo de tintes idealistas, de izquierdas o de derechas, o de corte existencialista, es lo que de alguna manera regía la vida, espiritual de la morlaquía entre finales de los años cuarenta y e inicios de los cincuenta, cuando se refunda la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Universidad.
Si las palabras nos permiten, podríamos definir a este humanismo como un quehacer sui géneris, como una vocación por lo clásico y lo renacentista, a la vez que, con profundos tintes de modernidad.
Pero, como lo afirma Malo Gonzáles, eran personas que por afición se habían dedicado mediante la lectura a enriquecer su espíritu en las áreas de la literatura, historia, filosofía y otras disciplinas, pero no contaban con un centro apropiado para la formación disciplinaria y sistemática y por tanto “llevaban sobre sus hombros y cerebros las limitaciones de la autodidaxia” al decir del Malo Gonzáles.
Por ello, recogiendo la tradición cultural humanista de sus gentes y tratando de sistematizar dentro de los lineamientos pedagógicos de la época, es que Álvarez Gonzáles, primer decano de la refundada facultad, en la co9nferencia pronunciada en la sesión inaugural, manifiesta:
Lo que con ella tratamos es, en definitiva, buscar los caminos para entender al hombre. A hora, no se puede entender, hemos dicho, al  hombre sin el conocimiento de la Historia. Y no sólo de la Historia, sino de la Historia en un sentido más amplio, como Historia de las actividades culturales, artísticas y literarias del hombre. Por eso, señores, nuestra Facultad, ésta que estamos inaugurando, constará de las tres secciones fundamentales de Filosofía, Historia y Literatura.
Desde que se suprimió la Facultad de Filosofía en 1867 los estudios más afines a los realizados en un centro académico de tal naturaleza se los seguía en la Facultad de Derecho y en el Seminario Mayor, de ahí que la mayoría de nuestros escritores, poetas y en general humanistas pertenecían el foro o al clero.
Incluso en la formación y ejercicio de la docencia se daba un  caso curioso; los maestros de primaria, hoy educación básica, recibían su formación en los  normales Manuel J. Calle, las Salesianas y el Normal Católico Miguel Cordero Crespo,  mientras que la docencia secundaria estaba a cargo casi exclusivamente de abogados.
Con este elemento, a decir de Claudio Malo G., era difícil organizar una facultad de filosofía, si se quería hacer bien las cosas, por ello se buscó el aporte extranjero, aprovechando la dictadura franquista que, al perseguir a la inteligencia española, la había volcado en buena parte  a América, produciendo uno de los procesos migratorios más  fructíferos para nuestras tierras.
En relación con estas ideas, Gabriel Cevallos García rememora lo siguiente: Bueno, Carlos Cueva Tamariz siempre tenía esa idea y cuando me fui por primera vez a España me dijo: ve la posibilidad de conseguir profesores españoles. Yo me empeñé en eso y además en ver cómo se organizaba y funcionaba una facultad de filosofía. En cuanto regresé  a Cuenca le entregué un plan al Dr. Cueva. Después  él se fue de Ministro de Educación en el gobierno de Galo Plaza y desde el Ministerio hizo algunas gestiones, valiéndose de amigos comunes nuestros y de Paco Álvarez. Fue así como se consiguió su participación. Llegó a Cuenca, inicialmente solo. Al año siguiente vinieron Fradejas, López Rueda, Silvino y claro entró Hugo Ordóñez y entraron los demás.

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