miércoles, 13 de junio de 2012

JAOQUÍN ANTONIO CALDERÓN Y SALAZAR: UN CUENCANO PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA

JAOQUÍN ANTONIO CALDERÓN Y SALAZAR: UN CUENCANO PRECURSOR  DE LA INDEPENDENCIA*
Por Manuel Carrasco Vintimilla

Los  lectores recordarán  que a raíz de los sucesos del 10 de agosto de 1809 se produjeron en la Real Audiencia de Quito algunos acontecimientos  que a la postre irían a desembocar en la lucha abierta y frontal por la independencia. Entre estos eventos se encuentran el asesinato de los próceres del 10 de Agosto, ocurrido  el 2 de Agosto de 1810, la llegada del Comisionado Regio, el teniente coronel don Carlos Montúfar,  el 9 de septiembre,  y  la constitución de una nueva Junta de Gobierno o Junta Superior.
Sin  embargo,…”las provincias de Cuenca, Loja y Guayaquil, instigadas por sus vigilantes autoridades, en particular la primera, dominada desde el año de nueve por su Obispo don Andrés Quintián uno de los  enemigos más fervorosos de la revolución, se negaban abiertamente a reconocer a las autoridades de la Junta Superior…” (1)
 Gabriel Cevallos García amplía el panorama al decirnos que la reacción monárquica,  no se hizo esperar. “Desde Bogotá, el virrey Amar y  Borbón; desde Lima, el Virrey Abascal; desde Guayaquil, el gobernador Cucalón; desde Cuenca, el  gobernador Aymerich. Dos virreyes y dos gobernadores conjugaron sus fuerzas de la siguiente manera: Abascal,  su fuerza despótica directa;  Amar y Borbón, su política doblada y tinosa; Cucalón, su crueldad, y Aymerich, su ambición por ser presidente de la audiencia de Quito. Un cuadro perfecto e invencible” (2)
Monseñor  Quintíán Ponte, continúa Cevallos García, sacudió  a la ciudad de Cuenca, a su vecindario, a sus elementos representativos, a su cabildo ya su gobernador.  Les impuso la tarea de avanzar sobre Quito, levantando antes un ejército armado con elementos bélicos pedido a Abascal y obtenido del Perú.
Este virrey, secundado por el obispo de Cuenca, pudo fácilmente armar dos ejércitos: uno que salió de Guayaquil con dirección hacia Quito, al mando de Arredondo; y otro que debía marchar desde Cuenca, a órdenes de Aymerich.
Cabe indicar que en los días del juzgamiento de Calderón Salazar se encontraba acantonado en la Ciudad el batallón de Artillería Real de Lima por lo que en los documentos se hace constar que las diligencias se realizan en “Cuenca del Perú”, cuando en realidad la Real Audiencia de Quito, la que pertenecía la Gobernación de Cuenca, estaba adscrita al Virreinato de Santa Fe de Bogotá.
Luego de los sucesos del 2 de agosto,  Manuel Arredondo, jefe de las tropas  de  zambos  limeños, al decir de J. Salvador Lara, protagonista, entre otros,   de los sangrientos sucesos del 2 de Agosto,  se había retirado a Guaranda, en cumplimiento de los acuerdos posteriores a la matanza de los barrios de Quito, en donde se mantenía firme con el apoyo del gobernador de Guayaquil, don Juan Vasco Pascual, y de don Joaquín de Molina que había llegado a Cuenca como Presidente de la Real Audiencia de Quito, en reemplazo del Conde Ruiz de Castilla. (3)
Roberto Andrade, uno de los más probos y serenos historiadores de los sucesos independentistas opina que una vez que se hizo cargo de la situación el Comisionado Regio “ En la sesión de 10 de Octubre se atrevió Montúfar a dar un paso gigantesco, consideradas las dificultades con que tenía que luchar: hizo lo que no pudieron hacer los patriotas del 10 de Agosto del año anterior, a pesar de que estuvo en el ánimo de todos: la Junta declaró >que era Junta superior gubernativa, sin obediencia al gobierno de Santa Fe, sino inmediatamente del Consejo de Regencia>, y que por consiguiente >asumía todas las facultades de la Capitanía General>. Acto continuo, en la sesión siguiente, proclamó con valor la absoluta emancipación de España.” (4)
Mientras esto sucedía en Quito : “Molina para dar mayor importancia a su gobierno, restableció en Cuenca la extinguida real  audiencia y nombró oidores; y lo que es más, organizó un bonito cuerpo de tropas, bien armado y equipado con el envío de dos mil fusiles y muchos auxilios pecuniarios que le hizo desde Lima el virrey Abascal”.(5)
Por otra parte, cabe indicar que en Quito también se organizó un cuerpo militar integrado por unos dos mil trescientos hombres mal armados y equipados. Carlos Montúfar, según nos dice P. F.  Cevallos,  hecho ya coronel por la Junta, fue también nombrado comandante en jefe de ese ejército.
Fracasadas las gestiones mediadoras iniciadas  por comisionados  del gobernador de Guayaquil, Juan Vasco Pascual, y  convencida la Junta Superior de que Arredondo no desocuparía Guaranda resolvió que Montúfar le desalojase por la fuerza. (6)
“Batió con facilidad a Arredondo, apostado en Guaranda, que se retiró en desorden hacia la costa. Amenazado por el presidente Molina, sucesor de Ruíz de Castilla, quien se había atrincherado en Cuenca, avanzó hasta Caspicorral, poniendo en fuga a las avanzadillas realistas, y se aprestaba a reconquistar la capital azuaya cuando surgió, en su retaguardia, el movimiento divisionista de los sanchistas, partidarios del marqués de Villaorellana, viejo opositor de Selva Alegre” (7)
A fin de completar el marco histórico en el  cual habrá de actuar don Joaquín Antonio Calderón y Salazar, veamos lo que nos narra Roberto Andrade: “Una de las primeras providencias de Montúfar fue organizar un cuerpo de tropas, compuesto por quiteños; púsolo a órdenes del Sargento Mayor Francisco Calderón, y lo acuarteló en el mismo local donde se  hallaba  la tropa panameña. Don Francisco Calderón había venido de la Habana, su patria, y se hallaba de Oficial Real y Tesorero de Cuenca, cuando estalló la revolución en Quito. Negóse, en cierta ocasión, a suministrar dinero pedido por el gobernador Aymerich, y tal fue la razón por la que fue mandado preso a Guayaquil: de allí lo remitieron a Quito, en compañía de otros, uno de los cuales, apellidado Salazar, Alcalde Ordinario de Cuenca, murió en Ambato”.(8)
Conviene recordar al lector que el 16 de agosto de 1809 “se recibió en Cuenca un posta comunicando los sucesos de Quito y pidiendo que el cabildo envíe un Vocal para la Junta Suprema, según lo acordado en el Acta Constitutiva de la Junta de Quito”. (9)
Conocidos los sucesos de Quito la población de Cuenca se dividió en dos bandos  irreconciliables. Uno liderado por el gobernador Aymerich y el obispo Quintián Ponte, que planteaba el desconocimiento a la Junta Suprema de Quito y la inmediata reacción armada. Otro encabezado por don Fernando Salazar y Piedra, don Francisco Calderón y don Juan Antonio Terán que estaba por el reconocimiento a la Junta quiteña. Se dividió la población de Cuenca, decimos, como dividida estaba la ciudadanía toda de la Real Audiencia a raíz de los sucesos del 10 de agosto, o quizás antes, en realistas y rebeldes o insurgentes.
Muñoz Vernaza amplía la escueta información que da Andrade en torno a la prisión de F. Calderón y Salazar cuando nos dice que luego del 16 de agosto se conformó en Cuenca una Junta auxiliar, para combatir a la de Quito. Esta, dominada como estaba por el obispo Quintián y el gobernador Aymerich “recibió y abrió un papel irrespetuoso y subversivo, aprobando tácitamente el intruso gobierno de Quito, del Alcalde Ordinario don Fernando Salazar, y otro del Contador Oficial Real don Francisco Calderón, dirigido al gobernador….. . Fueron judicialmente reconocidos y en atención al grave delito cometido se ordenó se les arreste en la cárcel pública si comunicación, y con embargo de bienes.”(10)
El Dr. Doctor Alberto Muñoz V. en sus “Memorias de la revolución de Quito” anota que “Don. Fernando Salazar y Piedra no pudo resistir, por más tiempo, al brutal martirio de que le hicieron víctima Aymerich y Cucalón. Preso en medio de numerosa escolta en tránsito para Quito falleció al rigor de los tormentos, en las áridas llanuras de Huachi, el campo infausto de los patriotas” (11) El mismo autor  anota además que a raíz de la llegada de la notificación de los patriotas del 10 de agosto, se desató en Cuenca una verdadera campaña de terrorismo en contra de los quiteños que en ella residían y de todo vecino que manifestase la más mínima simpatía por la causa de Quito.
En otra parte de su narración R. Andrade cuenta que: “Movióse Montúfar de Guaranda, y fue a acantonarse en Caspicorral. Molina expidió en Guayaquil una proclama, elogiando a sus habitantes por haberse mantenido ilesos, mientras ardía el fuego cerca de ellos, y se trasladó a Cuenca, de donde envió a Cañar al Gobernador Aymerich, a contener el  avance de Montúfar. En Cuenca había también patriotas, los que mantenían correspondencia secreta con el ejército de Quito, y trabajaban cuanto les era posible por que sus convecinos se resolvieran a acoger en la paz a los quiteños”. (12)
En este ambiente social vino a actuar Don Joaquín Antonio Calderón y Salazar, quien había nacido en Cuenca y era hacendado en Chopsi, términos del pueblo de San Sebastián del  Sigsig. (13). Según Jesús  Paniagua  estaba casado con la quiteña doña Teresa Mejía y tenía negocios en Quito. (14)
Mientras las tropas de Montúfar permanecían en las actuales provincias de Chimborazo y Cañar Calderón fue a visitarlo y  “daba luces y arbitrios para la entrada a Cuenca”, según el testimonio  de Fray Ramón Piedra y Serrano, constante en el  proceso que se le seguiría en Cuenca y en el cual también  testificaron en contra de Calderón y Salazar vecinos del Sigsig.
Fueron estos: don Mariano Sáez, su hermana Catalina, el esposo de ésta, don Juan  José de la Febre, Matías Brito, Andrés Guzmán y el sargento, aunque también se le dice subteniente, Justo Hato, quien lo capturó el Guasuntos, como se verá más adelante.
Doña  Catalina Sàenz manifestaba en su declaración  que Calderón había dicho “que cuando tuviesen  noticias de haber llegado –Montúfar-  en el puesto de Paredones le comunicasen a fin de pasar entre otros a darle un abrazo por que era su amigo íntimo y tenia correspondencia con él”. Su esposo  don Juan José de la Febre  manifestaba que “el dicho Calderón movió conversación refiriendo que don Carlos Montúfar estaba ya inmediato a esta ciudad,  que él lo sabía por que tenía  correspondencia con él y que no ignoraba cuanto hacía y venía a hacer, que tenía que presenciar para que se le impartiera de esta ciudad noticia de su llegada a ella para venir a darle un abrazo”.
Matías Brito, en su declaración afirmaba que Calderón “le refirió que Montúfar era su amigo y condiscípulo y que le había escrito la hora buena por su venida y que contestó agradecido, que por estos motivos había de salir a encontrarlo en el camino aunque fuese en madrugada”.
Al parecer Calderón y Salazar no estaba solo en sus conjuras, en el testimonio de  Matías Brito se deja constancia de que el declarante le manifestó a Calderón que Montúfar no podía entrar en Cuenca por que la ciudad estaba opuesta a los quiteños,  a lo que contestó: “que el año pasado estuvieron engañados los de Cuenca y por tanto se opusieron, pero en el presente habían conocido el bien y estaban llanos a recibirlo los principales sujetos de esta ciudad como eran doña Luisa Andrade, don Miguel Malo, don Manuel Andrade, don Ignacio Pazmiño y otros muchos que el declarante no hace memoria”.   Mientras que Mariano Sáenz  atestiguaba en el sentido de que Calderón le había dicho que “varios individuos de esta provincia tenían amistad y correspondencia con Montúfar y que en esa razón serían premiados y engrandecidos”.
 En otra parte del proceso  constan los nombres, además de los ya citados,  de don Fernando Valdivieso, alcalde  ordinario de primer voto, don Xavier Maldonado, don  Manuel Rada, don Joaquín Crespo, don Manuel Malo, don Manuel Chica, el doctor Baltasar Chica, los doctores Crespo y Salazar y  “demás sujetos” que estarían prestos para recibir a Montúfar. Algunos de los nombres citados por los testigos que depusieron contra Calderón Salazar, según el Dr. Muñoz Vernaza, estuvieron comprometidos con la posición de la Junta quiteña a partir de los sucesos del  10  de agosto.
Sin embargo, a excepción de don Ignacio Pazmiño, ningún otro implicado por los declarantes en el consejo de guerra que se le instauró a Calderón Salazar, al parecer, fue investigado. En lo relacionado con Pazmiño  se deja la siguiente constancia de que fue “desterrado a la ciudad de Guayaquil por implicado en el delito de insurgente” Un poco más adelante  se añade que el Presidente Molina informa al subteniente Agustín Peña, encargado de receptar las declaraciones en el proceso que se instaura en contra de Calderón Salazar,   que  “es efectiva la remisión al reo Pazmiño a la capital de Lima por el bergantín Machete según se me avisa por el Señor Gobernador de Guayaquil”.
Por la confesión que se le tomó a Calderón Salazar en el proceso y respondiendo a preguntas que le hacía el juez Peña, resultaban  implicados en la conjura Fray José María Mantilla, confesor de la Sra. Rosalía Jara, a quien servía Calderón en el cuidado de sus haciendas,  el  presbítero José  Joaquín Chiriboga, que al parecer vino con Montúfar desde Quito, Ricardo Hurtado, tío de Calderón, y sus hijos a quienes se les siguió causas por delitos de estado, habiéndose concluido de ellas que “según el espíritu de las deposiciones de testigos que Joaquín Calderón, oriundo de esta ciudad y casado en Quito, ha sido uno de los seductores contra la justa causa y a favor de los hechos de Quito. Que sus juntas las tenía con los seductores y con estos se congregaba en su casa para tratar sobre los principios revolucionarios, celebrándolos según los papeles que entre ellos sacaban. Que por la junta de Calderón se había perdido el citado padre Mantilla. Que últimamente se pasó Calderón acompañado del presbítero don José  Chiriboga, también seductor y quiteño a la parte de Montúfar y sus tropas en ocasión  que se hallaban en el asiento de Alausí para invadir a esta ciudad”.
 Acaso podía resultar ingenuo que Calderón pretendiera recibir y respaldar a Montúfar tan sólo con el apoyo de unos pocos principales  por lo que en sus conversaciones con los hermanos Sáenz, La Febre, Brito y otros que depusieron en su contra se dice  que “tenía prevenidos mil y más hombres de todos los pueblos de su jurisdicción para favorecer a Montúfar”. En otra parte afirma Mariano Sáenz que  Calderón había manifestado “que Montúfar traía doce a catorce mil hombres con armas contra Cuenca de las ciudades de Caracas, Santa Fe, Popayán, Socorro, Pasto y Quito y que era imposible que Cuenca pudiera resistir a tanta gente”.
¿Era esta afirmación de Calderón una muletilla a fin de acobardar a los cuencanos o ya existía en germen la idea de unidad hispanoamericana para derrotar a los chapetones?
En estos términos iba la campaña proselitista de Calderón  a favor de los quiteños en el Sigsig por lo que fue denunciado  ante el Presidente de la Real Audiencia, don Joaquín Molina y Zuleta, quien el 13 de marzo de 1811 dispuso que el Subteniente de Artillería Agustín Peña, del Regimiento Real de Lima, “proceda a tomar declaraciones y practicar las demás diligencias concernientes a tomar proceso contra Joaquín Calderón, reo de alta traición que se halla preso en esta  para que visto en consejo de guerra sea juzgado conforme a ordenanzas”. Debía sustanciar  el  expediente  el Teniente Asesor de la Gobernación don  Juan López de Tormaleo, mientras  el reo escogió como defensor  al teniente Juan Suárez del mismo regimiento.
Mientras Montúfar operaba al Norte de las provincias Azuayas, Joaquín Calderón se encontraba ya en la mira de los españoles. Así, en el proceso se deja constancia que el 8 de enero de 1811 el Gobernador de Cuenca don Melchor de Aymerich había dictado orden de prisión contra Calderón de quien se decía “ existía en la jurisdicción de Paute”: Posteriormente Calderón había comentado con el testigo Matías Brito que  don Francisco Serrano “le denunció al Señor Gobernador y que habiéndole hecho comparecer su señoría le satisfizo con las mismas verdades hasta convencerle por lo que no le hizo daño alguno y sòlo le pidió que no le refiriese en la calle”, entendemos que se refería a la inmediata llegada de Montúfar a la ciudad.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
Por lo menos cinco vecinos del Sigsig depusieron en su contra manifestando que Calderón había dicho que “tenía razón el caballero Montúfar para venir a Cuenca y quitar  cuatro cabezas y especialmente del Ilustrísimo Señor Obispo, la del Señor Gobernador, la de don Antonio García y la del Señor Teniente de Asesor de este Gobierno”…..que “don Antonio García corría de cuenta de don Francisco Calderón quien había prometido desollarlo poniéndole  en la plaza mayor por que era su enemigo y había sido la causa para su destierro” .
A fin de proporcionar un sustento político y económico a  la causa de Montúfar decía que “la venida de éste era útil y beneficiosa por que pretendía la tranquilidad de todos y que se mantuviesen libremente en sus posesiones absolviéndoles de todos los derechos que pagaban, dejándoles libre y franco el comercio  de aguardiente y tabaco, sin pagar el real derecho de alcabala”….
Que “don Carlos Montúfar venía a esta ciudad a hacer muchos beneficios y quitar los pechos para que puedan vivir más desahogadamente”. Paniagua Pérez nos dice que “se prometían cambios en la moneda que pasaría a ser de <cartón> en lugar de la tradicional de oro y plata” a fin de evitar su fuga ante las escasas exportaciones y las abundantes importaciones que realizaba la provincia, además que  las Cajas Reales pasarían  a llamarse Cajas Públicas (15)  
En efecto Juan José de la Febre en su declaración hacía constar que “le oyó al tal Calderón expresar que don Carlos Montúfar venía a esta ciudad y provincia con el designio de recoger toda la plata y oro acuñado en bruto para introducir en la Caja Pública, que para el manejo de compras y ventas correría la  moneda de la corona con el mismo valor de la plata y oro”
Por su parte Mariano Sáenz ampliaba su declaración en contra de Calderón añadiendo que “las Cajas reales habían de ser comunes, que todo el dinero que hoy se estaban chupando los chapetones se había de recoger en esta caja del común, como también que el que quiera comprar una finca o un caliente,  que de tal parte a tal parte quería y se los adjudicaría y que por esta compra habría monedas de cartones”.
Entendemos que subsistían ciertos conflictos en torno a la tenencia de tierras, las formas o maneras de adjudicar las propiedades y acaso en relación con los españoles. Esto lo deducimos por lo que se dice a la compra de fincas, a la que se agrega que “que las posesiones de haciendas, fincas, cuadras, estancias y casas tendrían nueva composición bajo la designación de dicho don  Carlos Montúfar, sin otra necesidad que pedirle y señalar los límites”.
Al mismo tiempo  cuestionaba la legalidad  de la autoridad del Virrey de Lima y de  don Joaquín de  Molina y Zuleta  toda vez que  “ Montúfar traía sus despachos del  Supremo Consejo de Regencia con la comunicación de aquietar la provincia de Quito y que el Excelentísimo Señor Don Joaquín de Molina vino desde España en su compañía hasta Cartagena sin despacho ninguno de la Regencia,  limpio y soplado,  sin traer el real despacho de Presidente, que de Cartagena   partió a Lima en donde el Excelentísimo Virrey de aquella capital le nombró presidente sin tener autoridad para ello y que por este motivo no le veríamos jamás, ni podía entrar en este ciudad y que el criado  se había hecho amo, hablando este último por el   Excelentísimo Virrey de Lima”.
En el ambiente político de la época corría una sorda oposición contra los “chapetones” considerados “hechuras de Godoy”, quien,  de acuerdo a la percepción de los criollos,  había entregado España a Napoleón Bonaparte. Uno de los testigos depone que Calderón  “de ese modo estaba alborotando y seduciendo  tanto a los blancos como a los indios a los que éste prometía que él sería Protector de ellos”,  al tiempo que agregaba  que ”era conveniente que los criollos  gobernasen  los pueblos  por que los chapetones eran perjudiciales como hechuras de Godoy y por esta causa habían perdido la .península y que intentaban vender las Américas, entregando al francés y que estos son los fundamentos  que tenían los de Quito para oponerse”.
De la lectura del extenso proceso seguido contra Calderón se deduce que no existía, o por lo menos no se planteaba abiertamente, un intento de “independencia”, entendida como un rompimiento  con España. Al parecer el juego político hacia 1811 se desenvolvía en un intento de asumir los criollos el poder, la soberanía, ofreciendo el  respaldo al monarca considerado legítimo, Fernando VII, representado entonces por el Consejo de Regencia, del que Montúfar era Comisionado, frente al dominio de los “chapetones” designados por Manuel Godoy, valido de la Corte de Carlos IV, a quien se le  atribuía haber entregado la península a Napoleón. Sin embargo los chapetones o realistas asumían también la defensa de la legitimidad de Fernando VII, mirando con desprecio y abominación la constitución de las juntas americanas.
Así,  Matías Brito manifiesta que  Calderón Salazar le había expresado  “que Montúfar no venía a perjudicar al público si no tan solamente contra los chapetones por que estos aspiraban puramente a sacar todo el dinero con perjuicio del público y del rey sin adelantar cosa  alguna a favor de su Majestad y  el común, que era lo mismo que alegaba la ciudad y con razón por que era evidente y debiendo persuadir al declarante en su relato le leyó varios papeles hechos en Quito con este mismo objeto”.
Existía, en ciertos sectores de la población, una evidente oposición a los lejanos virreyes de Lima y Santa Fe,  en cuanto Matías Brito atestigua que: “también le oyó decir que el expresado don Carlos Montúfar  trajo el proyecto de de levantar tropas en esta ciudad y provincia con el objeto de seguir  hasta la capital de Lima para conquistarla por que estaba alzada a costa de que los excelentísimos señores virreyes del Perú y Santa Fe habían tratado o convenido entregar estas tierras a la  dominación francesa que es lo que descubrió la ciudad de Quito,  por que recelosos de esta traición salieron cuatro hombres enmascarados y bien armados al camino y sorprendieron al conductor de correos de esta carrera y sacaron de la valija un pliego dirigido por el señor Virrey de Lima a el de Santa Fe  por mano del señor Gobernador de esta ciudad en el que trataba de la entrega de esta América a los franceses.,  que Quito  había decidido defender la América levantando tropas para atacar a Lima con la ayuda de los ingleses y de Buenos Aires”.
Recordemos que el 20 de julio de 1810 se conformó en  Santa Fe una junta gubernativa similar a la de Quito por lo   que al referirse a las víctimas del 2 de agosto Calderón había manifestado que “Santa Fe había tenido mucho sentimiento por las muertes de Quiroga, Morales y Salinas por cuyo motivo había ordenado vistiesen luto sus habitantes y que erigiesen estatuas de metal para eternizar sus nombres, poniendo al lado de ellos dos leones con ademán  de furiosos para descifrar que los europeos los habían destruido”.
Montúfar era presentado  por Calderón presto a reivindicar la memoria   de las víctimas del 2 de agosto de 1810: “dijo también el mismo Calderón que traía Montúfar fresca la llaga por la muerte de Morales, Salinas, Quiroga, significando con vivas expresiones que fueron estos unos hombres eminentes y que venía Montúfar a expresarles en esta ciudad”.
Definitivamente Calderón era partidario valiente y decidido de la causa de Montúfar. En el testimonio rendido por Andrés Guzmán se dice: “que por el mes de diciembre próximo pasado con motivo de estar reclutando en el dicho pueblo del Sigsig el sargento Rendón hombres para las tropas de esta ciudad oyó el declarante que  seducía a cuantos podía,  expresando que estaban recogiendo hombres por que no querían recibir en Cuenca a Montúfar cuando era un buen hombre y venía como comisionado real  a hacer muchos favores”.
Según parece la entrada de Montúfar a Cuenca obedecía a un plan muy bien elaborado puesto que Fray Ramón Piedra y Serrano en su declaración revela algunos otros aspectos de la conjura. En efecto depone que “residiendo de cura en el pueblo  de Guasuntos, donde se hallaba el ejército de Quito, próximo a invadir Cuenca,  repentinamente asomó dicho Joaquín Antonio Calderón asociado del Doctor don Joaquín Chiriboga y de Don Javier de la Piedra a quienes acompañaba Don Carlos Montúfar,  quien venía dando sus providencias en el  anexo de Achupallas y luego pasaron a la provincia de Alausí”. En otra parte de su declaración refiere que “el ejército de esta plaza en la mayor parte se hallaba con sus capitanes listos a rendir las armas luego que se aproxime el ejército de Quito al frente del punto de Cañar y que no habría derramamiento de sangre por que a la vista y con la seña de un pañuelo rojo se cumpliría lo pactado”.
En efecto, aquello de que “Montúfar estaba inmediato a esta provincia” expresado por casi todos los testigos que depusieron en el consejo de guerra seguido en contra de Calderón Salazar era una evidencia aceptada por relistas e insurgentes. Es así que Muñoz Vernaza indica que “.- Cuando la expedición desgraciada de don Carlos llegó a Cañar, avanzando hasta el nudo de Caspicorral, fue grande el desconcierto que se produjo en la ciudad; y el Ilmo Obispo, creyéndose, como lo estaba, muy comprometido con los partidos, temió con justicia la represalia de las fuerzas patriotas. Cuenta la tradición que habiendo circulado la noticia de que éstas se acercaban a Cuenca, y que de un momento a otro  la ocuparían, se alarmó de tal manera el Sr Quintián que por la noche abandonó apresuradamente la ciudad, dirigiéndose a pie vía  de Naranjal, hasta la hacienda cercana de  San José, propiedad de la familia Farfán, a donde llegó sin uno de su zapatos.”(16)
A lo que agrega Cevallos García que tal situación se produjo el 18 de febrero (1811) y el 19 Molina presentó la renuncia de su cargo, pero algún párroco realista, acaso el del valle,  provocó una manifestación de campesinos en su favor con lo que reasumió el cargo.
Luego vendrá la derrota de Montúfar en Paredones frente a las fuerzas comandadas por Aymerich, el retiro del Comisionado a Quito en donde es recibido como victorioso y finalmente se produciría  la división  de los patriotas en montufaristas y sanchistas.
El lunes 18 de marzo a las once de la noche- tal vez haya un error en esta fecha por que el juicio se inicia el 13- , declara Fray Ramón Piedra y Serrano,  fue  allanado el convento de  Pomallacta, por el sargento Justo Hato, quien lo registró en búsqueda de Calderón, que al no encontrarlo en el lugar pasó a Guasuntos en donde le  prendió junto con   Francisco Piedra, pero que este sujeto fue puesto en libertad poco después.
En otra parte del proceso consta que “don Agustín Peña, Juez Fiscal en esta causa, hizo comparecer ante sí a don Justo Hato, subteniente de caballería….”Preguntado si conoce a Joaquín Calderón y sabe en donde se halla. Dijo que conoce a Joaquín Calderón, paisano residente en esta ciudad, que sabe se halla preso, pues él mismo lo prendió en el convento de Guasuntos, provincia de Alausí”. Aclarando que fue a perseguirlo por comisión verbal del Señor Presidente.
 Jesús Paniagua, basado en los documentos que hemos trabajado, dice: “Se le hizo consejo de guerra el 20 de mayo de 1811 y el fiscal, auque le consideró culpable, se avino a tener clemencia y solicitar una pena de 10 años de prisión, además de la confiscación de sus bienes aplicados por la Real Cámara”.
Conviene decir que Calderón Salazar negó las acusaciones en su contra. Acusó al obispo Quintián Ponte de ser su enemigo por cierto litigio de tierras, venta de una cuadra en el Usno, que le había ganado. Dijo que se había unido a Montúfar para solicitarle un pasaporte o salvo conducto a fin de continuar a Quito donde tenía a su mujer e hijo. Que las cartas, dirigidas a su tío fueron escritas por cuanto Montúfar le amenazó y le obligó a hacerlo  bajo presión.
No había ningún interés en mantener  preso en Cuenca a Calderón -continúa Paniagua-, probablemente eso hubiese sido motivo de disturbios entre sus partidarios, por ello el 26 de junio de 1811 se decide enviarle a Guayaquil para embarcarlo rumbo a España y ponerlo a disposición del Consejo de Regencia.
En efecto, el 28 de Junio de 1811 se dicta la siguiente providencia, que la transcribimos en extenso a fin de que el lector pueda apreciar el rigor y la injusticia con la que fue juzgado y  sentenciado nuestro precursor:
 “vista esta causa con la sentencia dada por el Consejo de Guerra el 27 de mayo de 811 y en consideración a que Joaquín Antonio Calderón resulta ser un verdadero revolucionario, seductor y cómplice en el alzamiento de Quito, por la adicción que tiene a todas sus máximas y aún ha tratado de dar ayuda a aquellos insurgentes para que extiendan sus criminosos atentados e insurrección a esta leal ciudad, según resulta probado, para evitar las fatales consecuencias de la seducción de este reo pueda traer partido para la mala causa. Y teniendo en consideración lo ordenado por la ley, libro cuarto de las Municipalidades, sin embargo del real indulto concedido por las Cortes con fecha 15 de octubre del año próximo pasado de 810, para evitar los gravísimos males que seguramente se deben esperar de la permanencia de este reo en la provincia y aún en otra cualesquiera de estos dominios, remítase a la Plaza de Guayaquil con el correspondiente oficio e inserción de este auto al Señor Gobernador para que se sirva en primera ocasión dirigirlo a España a disposición del Supremo Consejo de Regencia al que se dará cuenta con testimonio íntegro de esta causa y el correspondiente informe por duplicado para que  en su vista se sirva aquel Supremo Consejo tomar la providencia que estime más de justicia, quedando por lo tanto y hasta sus resultas en secuestro los bienes que le están embargados”

La salida para la ciudad costera tuvo lugar el 14 de agosto, junto a él se envió a otros dos presos, Manuel Rivera y Antonio Bustamante, afirma Paniagua Pérez. Desde Guayaquil pasó a Panamá y después a la Habana, donde permaneció cinco meses hasta que fue enviado a la Coruña en el bergantín “General Palafox”. De la ciudad gallega fue remitido a Cádiz en el barco “San José”, en aquella ciudad, de forma sospechosa, pudo acogerse al indulto de las Cortes.
En efecto, en la carta dirigida desde Astorga por don Manuel Mallo a don Pedro Cevallos, se dice que “de allí a poco se le puso en libertad, extrayéndose de la Secretaría de del despacho de Gracia y Justicia su proceso y dando al fuego por el oficial de ella, diputado de las llamadas Cortes, Don José Mexía, también Quiteño”.
Por lo irregular de su puesta en libertad se consideró que no era conveniente que viviese en Cádiz y se pensó remitirle a Mallorca, cosa que no llegó a hacerse. En cambio se solicitó para él el puesto de recaudador de rentas de Chiclana y se le concedió en febrero de 1813; pero ese mismo año la Regencia le concede pasaporte para volver a su tierra quiteña. Tal pasaporte no se llegó a entregar nunca y es cuando aparece en escena en Astorga “pobre y sospechoso”, Y allí permaneció hasta 1817 sin que se le diera empleo alguno, ni se le señalase cantidad con la que subsistir y que el había solicitado sobre la tesorería de León, nos dice Jesús Paniagua, a quien seguimos en esta parte. 
 Agregaremos  que Joaquín Antonio Calderón y Salazar fue doblemente perseguido por sus ideas y acciones. La primera vez aquí en Cuenca, su tierra natal. La  segunda,  en la lejana Astorga en donde le descubrió don Manuel Mallo (17), expulsado de la Corte española, quien ve  a Calderón Salazar como “persona harto inquieta y sospechosa” y sobre todo encuentra en él el chivo expiatorio, cuyo sacrificio  le puede abrir las puertas de  la tan ansiada reconciliación con el rey, “su señor y amo” de quien, dice, ciertos émulos le tienen alejado.
Finalmente hemos de anotar que la documentación en torno a Don Joaquín Antonio Calderón Y Salazar y la época en la que le tocó actuar en su tierra natal es extensa y no ha sido transcrita en su totalidad. Hemos utilizado para este trabajo sustancialmente los documentos referentes al Consejo de Guerra que se le inició en marzo de 1811.

Notas:
1.-Cevallos Pedro Fermín,  Resumen de la historia del Ecuador desde sus orígenes hasta 1845, Clásicos Ariel Nº 79, s/f
2.- Cevallos García Gabriel, Historia del Ecuador, Gráficas Hernández, 1987
3.- Cevallos, Pedro Fermín, Resumen de la historia del Ecuador desde sus orígenes hasta 1845, Clásicos Ariel Nº 79, s/f
4.- Andrade Roberto. Historia del Ecuador. Primera Parte. Corporación Editora Nacional, 1982
5.- Cevallos, Pedro Fermín, Resumen de la historia del Ecuador desde sus orígenes hasta 1845, Clásicos Ariel Nº 79, s/f
6.- Cevallos, Pedro Fermín, Resumen de la historia del Ecuador desde sus orígenes hasta 1845, Clásicos Ariel Nº 79, s/f
7.- Salvador Lara, Jorge, Breve Historia Contemporánea del Ecuador, Fondo de Cultura Económica, 1994
8.- Andrade Roberto. Historia del Ecuador. Primera Parte. Corporación Editora Nacional, 1982
9.- Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, en Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, 1984
10.- Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, en Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, 1984
11.- Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, en Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, 1984
12.- Andrade Roberto. Historia del Ecuador. Primera Parte. Corporación Editora Nacional, 1982
13.- Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de Estado. A.G.I., Quito 219. Las citas de testigos y otras que no tengan notas corresponden  a la documentación que en  microfilm trajimos del Archivo General de Indias en 1979.
14.- Paniagua Pérez, Jesús, Juan López Tormaleo y Joaquín Calderón, entre Astorga y América, en Astórica 7, s/f
15.- Paniagua Pérez, Jesús, Juan López Tormaleo y Joaquín Calderón, entre Astorga y América, en Astórica 7, s/f
16.- Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, en Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, 1984
17.-  Suponemos que Manuel de Mallo, quien escribe la carta delatora sobre Calderón y Salazar, era aquel otraora mozo neogranadino  de quien  Rufino Blanco Fombona, en sus Mocedades de Bolívar dice que “ascendió de simple Guardia de Corps a favorito de la reina”.-“Don Manuel Mallo, Guardia de Corsp, mayordomo de semana en Palacio, era a la sazón –en desgracia pasajera de Godoy, en cuanto a hombre de alcoba-  el favorito de la insaciable María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV”.- Para 1816 gobierna España Fernando VII, hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma que viven en el exilio, por lo que se entenderá fácilmente el extrañamiento de Mallo en Astorga, lejos de la Corte a la que había mancillado y a la que pretendía volver tras de la delación a Calderón Salazar, pobre víctima de sus convicciones y las circunstancias.

Cuenca, Julio del 2003.


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