martes, 29 de mayo de 2012

ACOTACIONES SOBRE HISTORIA DEL ECUADOR

ACOTACIONES EN TORNO AL LIBRO “HISTORIA  DEL ECUADOR”, ESCRITO POR EL DR. CARLOS FERNÀNDEZ DE CÒRDOBA
MANUEL CARRASCO VINTIMILLA.
Es, se dice en la presentación del libro, “el fruto tanto del meticuloso esfuerzo individual como del trabajo mancomunado en equipo” del Doctor en Historia y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito, Carlos Espinosa Fernández de Córdoba,   quien “ha consultado, a lo largo de varios años cientos de libros, artículos y documentos de primera mano en bibliotecas en Ecuador y en el extranjero” para entregarnos una historia actualizada del Ecuador que refleje “no sólo los últimos avances en la investigación y metodología histórica sino las inquietudes y anhelos del Ecuador de nuestros tiempos”.
En efecto el libro  se inicia con una reflexión en torno al significado de la historia y los grandes relatos  sobre el Ecuador para luego, a lo largo de  catorce  capítulos más, intentar un análisis y reflexión sobre  la historia de nuestro país desde la época prehispánica temprana  hasta el significado del Sí en el referéndum aprobatorio de la Constitución de Montecristi, esto es,  una visión histórica  en torno a   aproximadamente 15. 000 años, dice,  de transitar humano sobre nuestro pequeño territorio contradictorio y diverso. Acompaña  al autor un  equipo  conformado  por  una estudiante de maestría, suponemos que de historia, en la Universidad de  Friburgo en Alemania,  una fotógrafa graduada  en la Universidad de  San Francisco de Quito, autora de las fotos que ilustran la obra y  dos hábiles diseñadores  que aportan con  los gráficos y mapas conceptuales.
En el capítulo introductorio a la obra el autor manifiesta que se trata de una historia general de nuestro país en la que se analiza su  gama social,  desde la evolución de la economía hasta las culturas cotidianas y artísticas, de tal manera que el historiador ha de desprender “de la historia un sentido social, que dé  respuesta a preguntas fundamentales que las comunidades se plantean así mismas como ¿quiénes somos?, y ¿por qué hemos o no realizado nuestro potencial como pueblo?”
Para dar respuesta a estas interrogantes  se han elaborado meta-relatos, esto es,  “las historias que los pueblos cuentan  sobre sí mismos”. En el caso de El Ecuador se inician con la obra del P. Juan de Velasco, que según el autor “el cronista del siglo XVIII relató en esta obra –Historia del Reino de Quito en la América Meridional- cómo se había cristalizado a través de la historia una unidad territorial autónoma, la Audiencia o Reino de Quito”.
Otra respuesta a la pregunta, ¿quiénes somos?, es la de la “nación mestiza”, elaborada según el autor por Jorge Salvador Lara y Pío Jaramillo Alvarado, a mediados del siglo XX. Nación mestiza, “producto del histórico encuentro entre España y los indios quiteños”. Examina luego la tesis del Ecuador diverso y multicultural, planteada por los líderes indígenas a través de “los quinientos años de resistencia, a la par que alude a los relatos liberales y conservadores que “han sido acaso los más influyentes en la historia de la escritura de la historia de la nación”.
Así, pasa revista a los concepciones marxistas de la historia que han animado nuestra historiografía, sobre todo a partir de los años setenta del siglo pasado, que permitieron, a nuestro criterio, la escritura de una nueva historia del Ecuador, no olvida las versiones en torno a nuestra tragedia territorial, la de “la nación en ciernes” e intenta acercarse a formas o modos de historiar nuestro pasado más actuales como la historia de los migrantes, la historia nacional enmarcada en la globalización, la puja por la inclusión social y política, la historia económica y social, la de las mentalidades y las grandes masas, el medioambientalismo,el indigenismo, la democracia participativa,  en fin, la propuesta teórica-metodológica es coherente y ambiciosa  en  procura  de señalar las líneas medulares de nuestra identidad, a la par que ensaya  explicar por qué  hemos o no realizado nuestro potencial como pueblo.
Cuando adquirí el libro aún ejercía la docencia en la Carrera de Historia y Geografía de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de nuestra universidad, luego de una lectura a vuelo de pájaro pensé incluirle en la bibliografía que recomendaba a los estudiantes,  pues venía dictando desde hace muchos años la cátedra de Historia del Ecuador II, Época Republicana, incluso pensé utilizarle como texto de apoyo para clases, mas,  por alguna feliz  circunstancia,  no llegué a hacerlo y continué con el Manual de Historia del Ecuador II, escrito por  Enrique Ayala M.
Antes de tramitar la jubilación contraje el compromiso con la Carrera de Historia y Geografía  de desarrollar el módulo Historia Contemporánea del Ecuador en el curso de graduación para el tercer nivel que ofertaba la carrera a sus egresados. Creía que la Historia del Ecuador del Dr. Espinosa Fernández de Córdoba podía ser un buen texto de apoyo para las clases y aprovechando el período vacacional  llevé el libro a la pequeña finca de Yunguilla, en donde tenía todo el tiempo disponible para revisarlo pues me interesaba, a fin de tratarlo en el aula, lo que corría a partir de la Revolución Juliana, mas al toparme con ciertos pequeños errores tuve que iniciar la revisión de toda la obra.
Encontré determinados aspectos positivos como son el intento de romper con la visión “quiteñista” o “guayaquileñista” de la que adolecen muchas obras históricas que se han escrito sobre El Ecuador, pues agrega  determinados párrafos sobre Cuenca o Loja, por ejemplo. Incluye un análisis sobre el papel socio-económico de la hacienda como unidad productora, pasa revista de corrientes culturales y artísticas de nuestra vida institucional, en fin, la obra tenía aliento.
Pero, al toparme, en principio con errores de forma, luego con otros de fondo o contenido comenzó a crecer la sospecha de que la obra no  era  “el fruto tanto del meticuloso esfuerzo individual como del trabajo mancomunado en equipo”, como se anunciaba en la presentación de  los editores.
Para comenzar, la periodización periclita entre lo tradicional y las nuevas propuestas teóricas-metodológicas de los últimos años en torno a este asunto. Señala grandes épocas, como “La época prehispánica temprana”, ¿hubo acaso una época media y tardía?, analiza  la ocupación inca, ¿fue ésta la época prehispánica tardía?, en fin, continúa con la revisión del descubrimiento, la conquista, colonización independencia y república, mas no alcanza a periodizar coherentemente cada una de estas grandes épocas. Señalamos así, de paso, nuestras observaciones en torno a este aspecto de la obra ya que un análisis más profundo rebasaría los límites de estas acotaciones.
Sin tratar  de ser puntillosos pensamos que los términos costa, sierra, oriente, cuando se refieren a las tres regiones que conforman la parte continental del país, son nombres propios y, en consecuencia,  deben ser  escritos con mayúscula. Así por el estilo hay pequeños errores, atribuibles quizás a la falta de una revisión previa a la impresión. Pero, luego asoman otros, en nuestro concepto de mayor bulto, que a un catedrático de la talla de Espinosa Fernández de Córdoba y su brillante equipo no podía escapárseles. Pruebas al canto:
En la página. 53 se encuentra el siguiente párrafo: “En la sierra (Sierra) el espacio evacuado por los glaciares, entre los 3.500 y 4.500 metros, fue ocupado por páramos y pequeñas lagunas como la que había en la OLLA de Quito hasta hace pocos siglos”. Al margen de las observaciones ortográficas pensamos que el valle o depresión que ocupa Quito forma parte de la Hoya del río Guayllabamba.
En la página 64, cuando trata de Otras Tecnologías Valdivianas, encontramos lo siguiente: “Tanto la madre perla como la concha spondylus, un crustáceo de color  rojo, eran transformados en finos ornamentos”. No somos expertos en spondylus, pero salta a la vista que este animalito es un molusco bivalvo, del que se conocen en nuestro país dos especies, utilizada una de ellas- spondylus princeps-  para la confección del “mullo”, elemento cultural de enorme trascendencia en el mundo andino. Persiste, en otros párrafos, en darle la condición de crustáceo a este molusco y sobre todo ignora el valor cultural y ritual que el mullo tenía en el mundo andino.
“Estos tratantes –chinchanos,  que tenían una ruta norteña, con balsas hasta Puerto Viejo y Mantas (sic), en el actual Ecuador-  llevaban cobre para el intercambio marítimo con el norte,  y a su retorno traían mullu (Spondylus sp)  de las tibias aguas de los mares septentrionales. La importancia de tales conchas rojas era grande, pues consistía en la ofrenda favorita de las huacas, y se usaba para los ritos propiciatorios de lluvia y para aumentar el agua de las fuentes”. –María Rostworoski de Diez Canseco, Historia del Tahuantinsuyo, 1992-
Al hablar de los Cañarís en la página 114 encontramos lo siguiente: “El señorío más poderoso de la zona de Cañar era el de Hatun Cañar que ocupaba el territorio que hoy corresponde a la ciudad de Cuenca”. Veamos lo que nos dice José Luis Espinosa al respecto: “Tomebamba no era una ciudad, sino una provincia, en la cual estaban ubicados cuatro centros principales: Hatun Cañar, Pumapungo, Cañaribamba y Molleturo. La ciudadela Pumapungo no era un barrio de la supuesta “ciudad de Tomebamba” sino un centro inca per se, ubicado cerca de Cuenca. Por otro lado, el famoso templo del Sol, descrito por Cieza de León y otros cronistas, que se supone estaba en Pumapungo, no se encontraba allí, sino en Hatun Cañar, hoy parroquia de Ingapirca”, esto es a unos 79 u 80 Km al Norte de Cuenca.- Ver revista Apachita 16, V -2010-.
Al parecer el historiador no tiene muy en claro la geografía del país, en la página 527, cuando se refiere a la confección de sombreros de paja toquilla en Cuenca, anota lo siguiente: “En Azogues (hoy Azuay) en 1875 el 61 % de las personas ocupadas eran sombrereras, en su mayoría mujeres”. Cursiva nuestra.
Cuando se refiere a la extensa red de caminos que mantenía el incario, en la página 140 expresa: “El puente colgante más largo tenía una extensión de 70 metros, se  conocía como el hucacacha  y zanjaba el río Apurímac cerca de Cuzco”. Huaskachaka s. puente de soga, en Glauco Torres Fernández de Córdova, Diccionario Kichua-Castellano. Yurakshimi-Runashimi, 1982.
Cuando trata de Cristóbal Colón, el descubrimiento  y la configuración geográfica de América, en la página 183 anota que “La naturaleza continental de América posteriormente fue confirmada por la expedición de Fernando de Magallanes (1518) quien después de circunvalar Tierra de Fuego (en el extremo sur de Argentina) alcanzó Asia luego de un muy largo viaje”. Primero, admitamos que es  correcto, en este caso, el uso del verbo circunvalar, segundo, Hernando de Magallanes parte, de Sanlúcar de Barrameda, el  20 de septiembre de 1519 con cinco buques con más de 250 hombres, según  Manuel Ballesteros Gaibros, en Historia de América, 1962.
En la página 189 se refiere al Colapso del Imperio Inca y en uno de sus párrafos anota que “La conquista del Perú se preparó desde Panamá donde los españoles se habían establecido en 1508” Mientras que en Historia de América de  Ballesteros Gaibros encontramos que “Puestos de acuerdo Pedrarias y Espinosa se lleva a cabo, el día 15 de agosto de 1519, la fundación de la ciudad de Panamá, palabra que en lengua indígena significa pesquería. Luego anota Ballesteros que en Panamá se encontraba   al servicio de Pedrarias Dávila, un soldado ya viejo, quien como sabemos conformó una sociedad para explorar las ricas tierras del Virú, que había anunciado Andayoga, y “salió por delante Pizarro, en 1525 con una nave y poco después a buscarlo  Almagro con otra”, expedición que no tuvo resultados alentadores, sin embargo, hacia 1526 se hizo el solemne contrato de los tres socios, iniciándose la odisea que culminaría en Cajamarca en 1532.
En el acápite Los Conquistadores de Quito, luego de explicar el “alzamiento” de Benalcázar, al decir de Cevallos García,   narra, Espinosa Fernández de Córdoba,  el siguiente episodio en la página  206: “Para convalidar el dominio de Francisco Pizarro sobre Quito, Almagro decidió fundar una ciudad sometida a la autoridad del Gobernador del Perú. Así, el 15 de Agosto de 1534 fundó la ciudad de Santiago de Quito en la actual Riobamba”.
Luego, en la página siguiente trata sobre el convenio entre Diego de Almagro y Pedro de Alvarado, el  tercero en disputa por los territorios de Quito, y  narra  que “…  antes de la partida Alvarado emprende una acción memorable. El 28 de agosto de 1534, desde Riobamba, fundó la villa de San Francisco de Quito en la hoya del mismo nombre. Esta   fundación respondió a la necesidad de crear un segundo asentamiento español para los hombres de Alvarado que se habían unido a las fuerzas de Almagro”.
Ante tanta confusión, nos quedamos con la versión de nuestro maestro de Historia del Ecuador, el Dr. Gabriel Cevallos García, quien, luego de explicar el entendimiento entre Almagro y Benalcázar, manifiesta que los dos conquistadores acordaron “un plan de defensa de los intereses no solamente de Pizarro, sino de la Corona, dejando a salvo el orden institucional”. Cevallos García Gabriel, Historia del Ecuador, 1987
“Esta defensa consistió en fundar una urbe con cabildo, que ejerciese autoridad y respaldase el derecho primario de los anteriormente llegados. Y como se pensó se hizo. Nació de esta manera la ciudad de Santiago de Quito, el 15 de Agosto de 1534” (Ibíd.) en la planicie de Tiobamba o  Liribamba, actual cantón Colta.
Mas, el 28 del mismo mes, continúa Cevallos, “se resuelve el trasiego de Quito a un lugar que está a “treinta leguas, poco más o menos” de la actual ciudad y que en lengua de los primitivos moradores se llama Quito. Pero no solamente se resuelve el trasiego en esta acta sino que, además, se cambia el nombre y la calidad de la urbe. Comienza el acta en la ciudad de Santiago de Quito y, luego, se habla de la villa de San Francisco de Quito. Esta villa es la que, en definitiva, se ha de emplazar en el lugar antedicho” (Ibíd.)
En la página 400 analiza la situación económica de Cuenca en  párrafos que merecen corta observación en torno a dos vocablos: Cuenca, dice contaba con dos grande vías, la una hacia Guayaquil y la otra  “hacia el Perú mediante el Correo de Lima”.  Se trata de la Carrera de Lima como se denominaba al Camino Real que unía a las dos ciudades en la época  colonial.
Por otra parte, indica  uno de los productos que contribuyó a la prosperidad económica de Cuenca en el siglo XVIII fue la quinina, en efecto,  este medicamento es un alcaloide que se extrae de algunas variedades de chinchona, vegetal que crece en las estribaciones andinas y que  para la   exportación colonial  era enviado al exterior como cascarilla, es decir en estado bruto, luego de que la corteza era  sacada del árbol en pie. En suma, Cuenca y Loja no exportaban quinina sino cascarilla, pues la síntesis química de la quinina se logra hacia los primeros años del siglo XX.
Continuamos con los problemas de léxico.  En la página 431 encontramos el acápite titulado Las razones de la Independencia: identidades y discursos  criollos,  y a renglón seguido se lee “Las tensiones entre gachupines (españoles) y criollos se habían originado  en el siglo XVII  en la pugna por el acceso a los puestos de gobierno colonial y los cargos en los conventos”.
De lo que conocemos, el término gachupines se aplicaba a los peninsulares en México, en el Perú y la Real  Audiencia de Quito se motejaba a los españoles con el apelativo de chapetones, así en el testimonio  que depone Matías Brito contra Joaquín Calderón en el  juicio que se le sigue en Cuenca hacia 1811  por “delitos de estado”-preparaba el ingreso de Carlos Montufar a la ciudad-  el testigo manifiesta que Calderón consideraba que “era conveniente que los criollos gobernasen los pueblos por lo que los chapetones eran  perjudiciales como  hechuras de Godoy”. En el texto de nuestra referencia por lo menos cinco testigos más utilizan el vocablo  chapetones  para referirse los españoles de la época. Ver Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de Estado. A.G.I., Quito 219.
En la página 442, dentro del acápite titulado El contexto español, cuando enfoca la constitución del Consejo de Regencia de España leemos que “su principal tarea era continuar la lucha contra los invasores franceses y convocar al Cortes, un cuerpo representativo de toda la nación que elaboraría un nuevo sistema de gobierno”. Como se  podrá colegir, se refiere a las  Cortes de Cádiz convocada parar dictar una constitución que convertiría al gobierno absolutista español en una monarquía constitucional.
En el acápite en el que narra la conformación de la segunda Junta quiteña leemos. “¿Qué ocurría en Quito mientras el Cortes en España reformulaba la estructura del imperio? La segunda Junta de Quito,  formada por el comisario regio Carlos Montufar  se constituyó como mencionamos en septiembre de 1810”. Don Carlos, que ostentaba la alta dignidad de Comisionado Regio queda reducido a la categoría de simple comisario. ¿Conoce Ud. algún monarca español que se llame Fernando XVII  y cree que Juan Pío Montufar era  venerable? (Pág. 444)
Tiene una confusión de nombres y fechas que producen verdadero pánico tan sólo pensar que el libro pueda caer en manos de estudiantes y maestros principiantes. Veamos algunos casos: en el acápite  La literatura: La vigorosa lírica y la novela atrasada,  cuando hace una análisis de la Biblioteca de Autores Ecuatorianos de Clásicos Ariel “seleccionó –dice- los títulos más célebres de la literatura nacional, como las obras del Padre Juan de Velasco, de Federico González Suárez y del arzobispo colonial Pedro Fermín y Cevallos, entre otras obras novelísticas y de teatro”.
En el estudio introductorio al 79 de Clásicos  Ariel, Hernán Rodríguez  Castelo anota: “Nació –Cevallos-  el 7 de julio de 1812.De su padre, hijo de granadino que en los momentos difíciles de las campañas libertarias hubo de templar su pasión americana con el respeto que le merecían los antepasados, le vendía a nuestro historiador el tono sereno y mesurado con que trataría en su obra ese trepidante período” Según este autor, Cevallos se doctoró en jurisprudencia en 1838.
En la página 620 enfoca la Historia Política de los años 50 y 60  y al referirse a Galo Plaza Lasso dice que fue “Nieto del expresidente liberal de principios de siglo Leonídas Plaza y un próspero hacendado quiteño”. En Protagonistas de la Historia Ecuatoriana,  separata de la Historia del Ecuador escrita por don Alfredo Pareja Diezcanseco, se lee: Galo Plaza Lasso nació en Nueva York el 17 de febrero de 1906, mientras su padre era  ministro plenipotenciario del Ecuador. Fue hijo de Leonidas Plaza Gutiérrez –presidente del Ecuador en dos ocasiones- y de Avelina Lasso”. Alfredo Pareja Diezcanseco,  Ecuador, Historia de la República, 1990
Veamos lo que dice Pareja Diezcanseco del supuesto hacendado quiteño: “Plaza nació en Charapotó, el 18 de abril de 1865” y agrega que tuvo su primera figuración militar como abanderado en la toma de Guayaquil cuando los restauradores vencieron a  Ignacio de Veintimilla, posteriormente emigró a Centro América en donde sirvió como soldado con éxito, fue coronel del ejército salvadoreño y General de División del ejército costarricense.
Sin embargo, el Dr. José Peralta, que conocía bien a Plaza afirma que era “barbacoano”, esto es,  de Barbacoas, Colombia y sobre lo de ganadero, con su ironía característica afirma: “Díaz-Octavio- volvió el arma contra Plaza-Leonidas-  y le  alejó de la administración, transformándolo en forzado Cincinato, dedicado a cultivar patatas en la heredad de su esposa”. Ver, Peralta José, Alfaro y sus Victimarios, 1951, págs.. 88 y siguientes.
En el acápite en el que examina las relaciones internacionales de nuestro país, en la página 583, en torno al acuerdo limítrofe Herrera-García de 1890 anota: “Los negociadores Pablo Herrera del Perú y Arturo García Chávez de Ecuador llegaron a un acuerdo dos años después en 1890 conocido como el Tratado Herrera-García de 1890”
 Sin embargo, en Enciclopedia del Ecuador se refiere que : “Reunidos en la capital ecuatoriana los ministros Dr. Pablo Herrera por el Ecuador y Dr. Arturo García por el Perú, el 2 de mayo de 1890 se firmó el Tratado Herrera-García por medio del cual el Ecuador quedaba en posesión de la margen izquierda del río Amazonas, desde sus orígenes en la cordillera oriental de los Andes, donde nace con el nombre de Marañón, hasta la desembocadura del Pastaza en aquel, quedando para el Perú todos los territorios desde dicha desembocadura hasta los límites con el Brasil. De esta manera, y buscando solucionar las diferencias limítrofes, el Ecuador cedió al Perú gran parte los derechos que reclamaba sobre la hoya amazónica”. Ver www.enciclopediadelecuador.com

Finalmente, dos acotaciones más en torno a dos fechas claves para nuestra historia, cuando bajo el subtítulo de la Gran Colombia, al examinar las causas de su disolución indica que “Con el progresivo desprestigio y posterior muerte del libertador en 1829-1830, el colapso de la Gran Colombia era irreversible” (458). Don Alfredo Pareja D. en su obra ya citada anota: “Hacia fin de año Bolívar llega a Santa Marta y se aloja en la quinta San Pedro Alejandrino, donde muere, luego de una larga agonía, a la 1 y tres minutos de la tarde del 17 de diciembre de 1830”.
Estamos a pocos meses de recordar el centenario de la Hoguera Bárbara, sin embargo en la página 541, bajo el título de El Caudillismo se escribe: “El caudillismo se encarnó en este período en las dos figuras de los liberales Ignacio de Veintimilla, quien fungió de dictador entre 1876-1884 y Eloy Alfaro, quien dominó la escena política entre 1895 hasta su asesinato en 1911”. Y, remata con lo siguiente: “Eloy Alfaro, por su lado, hizo un golpe de estado en contra del progresista Luis Cordero en 1895 y luego dominó la política nacional hasta su asesinato por una turba conservadora en Quito en 1911”.
Pensamos que en  estos breves párrafos escritos por el Dr. Espinosa Fernández de Córdoba, como en casi todas sus desacertadas afirmaciones,  que las estamos reseñando con verdadera paciencia, hay mucha tela que cortar. Primero, creemos que Veintimilla no fue un caudillo, por lo menos no al estilo de don Eloy, verdadero conductor de una comunidad. Dos el  asesinato de don Eloy Alfaro  no fue a manos de una turba conservadora sino que obedeció a una larga y turbia conspiración de politicastros de la época, liberales disidentes y conservadores intransigentes. La Hoguera Bárbara, como calificó don Alfredo Pareja D. al crimen de El Ejido, se produjo el 28 de enero de 1912. Tercero, la Revolución Liberal no se inició con un golpe de Estado de don Eloy en contra de Luis Cordero, a nuestro entender es un proceso histórico de larga gestación, uno de sus momentos culminantes fue la sublevación de las masas en Guayaquil registrada el 5 de junio de 1895, mientras gobernaba el vicepresidente Vicente Lucio Salazar, pues Cordero había renunciado,  cuando se proclamó a don Eloy, a instancias del pueblo, Jefe Supremo. Ver, Enrique Ayala Mora, Manual de Historia del Ecuador. Época Republicana II, 2008.
Y así por el estilo hay muchos pequeños errores en torno a fechas, nombres de personas y lugares que se quedan en la computadora –en el tintero se diría en otros tiempos-   y que a la postre echan a pique la validez y confiabilidad de un libro sobre historia de nuestro país,  escrito, con la colaboración de un equipo, por el Dr. Carlos Espinosa Fernández de Córdoba Doctor en Historia y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito quien “ consultó a lo largo de varios años cientos de libros, artículos y documentos de primera mano en bibliotecas en Ecuador y en el extranjero”. Pequeños y grandes errores que ponen en evidencia lo afirmado por las elogiosas palabras de presentación a cargo de los editores.
Incluso los entendidos pueden realizar acotaciones de orden formal, en cuanto a gramática y sintaxis, que en consecuencia llevan a distorsiones conceptuales. Para  muestra dos botones: en la página 722 se habla de Alianza del Progreso, por Alianza para el Progreso, y   en la página   534  se hace referencia a la obra de don Juan Montalvo como  Los capítulos que se olvidaron de Cervantes,  cuando su título es, como todos sabemos, Los capítulos que se le olvidaron a  Cervantes.
Hemos ejercido por largos años la docencia de Historia del Ecuador en la Carrera de Historia y Geografía de la Facultad de Filosofía de nuestra universidad y sabemos que la enseñanza de la historia no es  larga lista de nombres y fechas con la que nos martirizaron en la escuela, el colegio y acaso en  la universidad, mas estamos conscientes que nombres y fechas constituyen parte de lo que Braudel ha denominado la corta duración, sin cuyo bagaje preciso no podemos explicar ni comprender los procesos coyunturales y estructurales y al ser citados erróneamente distorsionan la esencia de la historia y pueden establecer falsas interpretaciones  y llevarnos a escribir otra historia, ajena a la comprensión e interpretación cabal de nuestro pasado.
Carlos Espinosa Fernández de Córdoba, HISTORIA DEL CUADOR, Lexus Editores S. A, 2010, 784 PP
Octubre 4 de 2011.




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